El nuevo ministro de Educación, Ángel Gabilondo, más tardó en jurar su cargo que en sacar a colación la reforma del Plan Bolonia. Quien fuera hasta hace poco rector de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente del consejo de rectores de España, escuchará los argumentos de todos, impulsará una especie de pacto social, dijo, pero «pero actuará con firmeza». Aunque no es el responsable, ni tuvo que ver con las cargas policiales contra los estudiantes las pasadas semanas, estas palabras no dejan de sonar amenazantes o, cuanto mínimo, en «sintonía» con la «firmeza dialogante» que ha demostrado tener la universidad catalana.
Para que todos se enteraran dijo que la reforma de la educación suerior “no ha de pararse y es una apuesta que apoyo claramente”. Sus declaraciones son más que contradictorias, si lo tiene tan claro y no se va a parar ¿de qué vamos a “dialogar”? No será mejor decir que la reforma se “va a imponer” guste o no guste a la comunidad educativa. El nuevo ministro justificó la reforma aduciendo que España necesita “que los títulos sean homologables en toda Europa”. Pero lo que no dijo es por qué razón en España las carreras serán de cuatro años -mientras que en otros países europeos serán de tres. Por otra parte, por qué no sólo se homologan los títulos, sino que se modifica drásticamente la pedagogía de enseñanza hacia la implantación de una serie de “competencias” tales como “desarrollar actitudes de liderazgo” propias de las empresas. Gabilondo hizo también una arenga en defensa de “lo público”, pero ¿no es cierto que a partir de la puesta en marcha de Bolonia las becas con las que los estudiantes financiarán su carrera se convertirán en créditos bancarios que tendrán que pagar una vez se gradúen? ¿Suben drásticamente los precios de los post grados, o que los estudiantes tendrán que trabajar gratis para la empresa privada como condición para la obtención del título? ¿No es esta una elitización y la privatización encubierta de la educación pública superior? Nuestro nuevo ministro, ya que se declara tan defensor de Bolonia, tiene que contestar a todas y cada una de las preguntas sobre las supuestas ventajas de la reforma. Pero principalmente si el Plan Bolonia es tan bueno como afirma que se atreva a abrir un debate con la comunidad educativa que permita unir al conjunto de la sociedad en este proyecto.