El presidente electo de EEUU, Joe Biden, quiere al general Lloyd J. Austin para dirigir el Departamento de Defensa. El militar retirado, de 67 años, tiene todo un nutrido historial en las últimas guerras del Imperio: fue jefe del Comando Central, encargado de las operaciones en Irak, Afganistán, Yemen y Siria. De ser confirmado por el legislativo, se convertirá en el primer afroamericano en ocupar ese cargo, pero su confirmación deberá superar varios obstáculos tanto en las filas republicanas como demócratas.
Austin ha servido 41 años en el US Army y es un general de cuatro estrellas. Fue jefe de Estado Mayor del Comando Central de EEUU entre 2005 y 2006, y dirigió las fuerzas estadounidenses y de la coalición en la guerra de Irak durante la primera presidencia de Obama, de febrero de 2008 a abril de 2009. Fue en esos años cuando Austin y el entonces vicepresidente Biden fraguaron una intensa colaboración.
Para que un militar esté al frente del Pentágono, hay que superar una norma del Congreso de 1947, que fijó que debía ser un cargo civil quien controlara el ejército. La ley exige que un militar retirado haya abandonado el uniforme siete años antes de convertirse en secretario de Defensa, y Austin lo hizo en 2016. De no ser así, debe ser el Congreso quien lo autorice -como de hecho hizo con el primer secretario de Defensa de Trump, James Mattis- y aquí empieza el problema.
Un partido republicano donde Trump tiene una parte de las riendas puede optar por boicotear la nominación de Biden. Y una parte de las filas demócratas no ven con buenos ojos a este general. La razón pública es el recelo a que, de nuevo, un militar esté al mando de sus antiguos compañeros de armas, con el riesgo de corporativismo, viejas lealtades, amistad y complicidades que ello conlleva.
Pero hay razones mucho más profundas, que atañen a la lucha entre diferentes fracciones dentro de la clase dominante norteamericana.
Austin ha formado parte del mismísimo consejo de administración de Raytheon, una de las grandes corporaciones del llamado «complejo militar-industrial», uno de los máximos núcleos de poder de la clase dominante norteamericana, y que de forma predominante ha venido respaldando la línea política de presidentes como Reagan, los Bush… y Trump.
La elección de un cuadro así en el equipo presidencial de Biden implica una importante presencia e influencia del complejo militar industrial en la próxima administración, dando nuevas pistas de por dónde se va a desarrollar la política internacional del nuevo emperador.