La acumulación de los casos de corrupción en los tribunales ha colocado otra vez la corrupción en el centro de la vida política. Pero detrás de las tramas corruptas no sólo está el atraco a los fondos públicos. No sólo es un instrumento de saqueo económico, sino también un instrumento de intervención y control político en manos de la oligarquía y las potencias extranjeras.
Es una doble traición, al pueblo que saquea y al país que expolia y somete al yugo del imperialismo extranjero.
La corrupción no es algo específico de la sociedad española o de un sólo partido. La corrupción hunde sus raíces en el propio sistema capitalista que tiene como una de sus leyes fundamentales la búsqueda del máximo beneficio por todos los medios. Y está especialmente inscrita en el ADN del capitalismo monopolista de Estado, en el ADN de los monopolios y la banca.
Ya Lenin en 1916 decía en «El imperialismo, fase superior del capitalismo”: “El monopolio se abre camino en todas partes, valiéndose de todos los medios, empezando por el pago de una “modesta” indemnización al que cede y terminando por el “procedimiento americano” del empleo de la dinamita contra el competidor”.
No hay corrupción sin corruptores
Detrás de la trama de la “familia Pujol”, imputado por el origen de su fortuna oculta en bancos de paraísos fiscales, están bancos como el HSBC suizo o el Banco de Andorra, aparece Banca Catalana y las empresas del 3%. Un caso que salpica al mismísimo Banco de España y al Fondo de Garantía de Depósitos que cubrieron un agujero de 19.600 millones de pesetas de Banca Catalana, y al BBVA que acabó quedándose con la entidad catalana y sus 260.200 millones de las antiguas pesetas en depósitos.
El caso Nóos, implicaba a la constructora OHL por sobrecostes de más de 140 millones de obras.
En Valencia la “operación Taula” señalaba a Ciegsa (Construcciones e Infraestructuras Educativas SA) investigada por colegios no construidos y sobrecostes de más de 1.000 millones de euros.
En Madrid la trama ”Púnica” se organizaba en torno a Cofely España SA, la filial española del gigante energético francés GDF-Suez (Gaz de France), para lograr contratos a cambio de comisiones y regalos. Con más de 50 alcaldes y concejales de municipios madrileños imputados.
La principal apuesta de Gaz de France estaba en Cataluña, a través de su filial Suez Environnement en Aguas de Barcelona (Agbar). La sombra de las famosas comisiones del 3% sobrevuela sus operaciones.
Y así podríamos seguir con Ferrovial en el “caso Palau”; Acuamed, la empresa de las desaladoras quebrada por el saqueo; Sacyr, OHL, FCC, ACS o Constructora Hispánica implicadas en el “caso Bárcenas”; la Bankia de las Tarjetas Black… La lista, hasta las 1.700 causas abiertas por corrupción, sería interminable.
Una cosa está clara: no nos enfrentamos a casos aislados de políticos corruptos que cobran comisiones, o a ridículos sicarios de las mordidas exhibidas a bordo del mercedes.
Lo que aparece en todos los casos son auténticas tramas de corrupción, asociaciones de malhechores de tipo mafioso en las que los corruptores, grandes constructoras, empresas de servicios privadas y públicas y bancos, son parte fundamental de las tramas, aunque sólo conozcamos la punta del iceberg y ninguno de sus altos ejecutivos se siente en el banquillo de los acusados.
No son pequeños propietarios de pymes, sino grandes empresas y grupos monopolistas vinculados a las familias oligárquicas del país e intervenidos por el capital extranjero, reparten millones de euros en mordidas (una “modesta” indemnización) entre consejeros, alcaldes, concejales, altos cargos…, para amañar contratos y millonarias concesiones públicas.
Y ellos son los grandes beneficiados de los 48.000 millones de euros que nos cuesta anualmente la corrupción, según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, el equivalente al 25% de todas las licitaciones, obras públicas, infraestructuras y servicios públicos.
Sólo a modo de ejemplo, la trama urdida por Cofely investigada en la “operación Púnica”, urdida para amañar contratos con los ayuntamientos y asegurarse la adjudicación de servicios públicos, habría conseguido contratos fraudulentos por más de 250 millones de euros en apenas dos años, pagando comisiones del 2% y 3%.
La corrupción es traición
Sobre todo porque en un momento de crisis, cuando las consecuencias de los recortes y los ajustes draconianos sacuden dolorosamente al país, centenares de políticos y altos cargos de los partidos gobernantes no sólo despilfarran el dinero público en gastos suntuarios, sino que se han dedicado de forma organizada a robarlo para entregarlo a grandes empresas, bancos y monopolios. Saqueando los ahorros de millones de ciudadanos depositados en las Cajas de Ahorros, quebrándolas y descapitalizando importantes empresas y sectores de la economía nacional, abierta en canal y servida en bandeja al capital extranjero, a los “fondos buitre”, a la voracidad de la gran banca y de las grandes corporaciones multinacionales cada vez más dueñas de sectores clave de la economía española.
Los grandes fondos se ha hecho con gran parte del parque inmobiliario de las Cajas a precio de saldo. Empresas como Iberia, Pescanova, Campofrío, Panrico, Ebro Azucarera…, y ahora Abengoa o FCC son controladas ya por el capital extranjero, que ha multiplicado su presencia en la banca y controla ya más del 43% de las acciones del Ibex-35.
Eso es la corrupción, una doble traición a la población y al país.
¿No es traición al pueblo el saqueo al que se ha sometido a la población en ocho años ya de durísima crisis? ¿No es traición al país entregar las riquezas nacionales al capital extranjero?
No sólo saqueo económico, también intervención y control político.
Grandes monopolios, multinacionales y sus filiales en España, bancos españoles y extranjeros son, en última instancia, los epicentros de la corrupción, a través de la cual la oligarquía española y el gran capital extranjero intervienen, no ya para llevarse el dinero público en suculentos contratos, sino para intervenir políticamente el país a través de ese extraño maridaje con cuadros de todos los niveles y dirigentes de los partidos políticos y cargos públicos que está en la base de todas las tramas de corrupción. «La verdadera naturaleza de la corrupción como traición a la nación, como traición a un pueblo y a un país, al servicio de la intervención exterior de las grandes potencias y el gran capital extranjero».
Los centros del hegemonismo y la oligarquía manejan todo tipo de medios, incluso montañas de dosieres, para intervenir políticamente en el país. No es casualidad que en los momentos más decisivos o periodos electorales, lleguen estos dosieres a las mesas de los directores. Intervención política que va más allá de la adjudicación de contratos multimillonarios a sus monopolios, sino que tiene por objetivo “corregir” derivas peligrosas para sus intereses o forzar “reconducciones” que garanticen la continuidad de las políticas que sirven a sus intereses globales.
Ahí radica, en última instancia, la verdadera naturaleza de la corrupción como traición a la nación, como traición a un pueblo y a un país, al servicio de la intervención exterior de las grandes potencias y el gran capital extranjero.
Por eso, la lucha contra la corrupción, es también una lucha por la soberanía y debe ser tratada, como crimen organizado, en el que hay que perseguir y llevar ante los tribunales no sólo a los truhanes de turno y políticos corruptos, sino a los auténticos “padrinos” de la mafia, a los bancos, monopolios y multinacionales nacionales y extranjeros que están en la base de todas las tramas de corrupción.