Cumbre COP26

Un cambio climático tan real como urgente

La cantidad de estudios, informes y pruebas que demuestran -sin espacio para la duda- el calentamiento global es abrumadora. En este campo, como en pocos otros, no hay lugar para el negacionismo.

Que el planeta se está calentado peligrosamente, que ello está produciendo ya un cambio climático de alcance tan devastador como desconocido, y que la causa está en la actividad de las sociedades industriales, es algo sobre lo que hay un consenso científico unánime.

El planeta ya ha acumulado un calentamiento de 1,1ºC sobre el nivel preindustrial, y si no se toman medidas, las emisiones actuales nos llevaran a un incremento de la temperatura de alrededor de 2,7ºC. Pero podría ser mayor porque es un proceso que se retroalimenta, y pasado un punto de «no retorno» (estimado en torno a los 2ºC de incremento global) el calentamiento se podría descontrolar.

Por eso el Acuerdo de París fijó una meta. Que aumento de la temperatura media del planeta no supere los dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales y en la medida de lo posible que no rebase los 1,5ºC.

Algunos de los efectos catastróficos de cambio climático ya están aquí. Ya estamos viviendo, cada vez con mayor frecuencia, fenómenos meteorológicos extremos: huracanes, olas de calor y frío más intensas y duraderas, grandes sequias….

No es ciencia ficción apocalíptica, es una amenaza real. Aún podemos evitarlo, pero no queda mucho tiempo.

Otros apenas han asomado la nariz, y son potencialmente mucho más peligrosos para los ecosistemas y la humanidad: aumento del nivel del mar, su calentamiento y su acidificación; el avance de la desertificación; grandes trastornos ecológicos y extinciones masivas de plantas y animales. Y asociada a ellos grandes hambrunas, el avance de nuevas enfermedades y epidemias, y gigantescos éxodos demográficos provocadas por ellas y por los conflictos geopolíticos derivados.

No es ciencia ficción apocalíptica, es una amenaza real. Aún podemos evitarlo, pero no queda mucho tiempo.

Y mientras el destino de la humanidad y del planeta esté en manos de un pequeño puñado de oligarquías financieras y sus representantes, pendientes de sus intereses geopolíticos y sus beneficios cortoplacistas, pocas soluciones podremos esperar.