Crisis polí­tica en el corazón de la UE

Un calvario para Merkel

La elección del presidente germano, un trámite que siempre transcurrí­a plácidamente, se ha transformado en un calvario para la canciller alemana, Angela Merkel. La rebelión de una parte de los diputados de la coalición de gobierno ha puesto en tela de juicio la autoridad polí­tica de Merkel, abriendo una insólita crisis polí­tica.

La tormenta arece extenderse hacia otros importantes países europeos. En Francia, Nicolas Sarkozy anuncia, entre escándalos de corrupción que salpican a varios ministros, una remodelación de gobierno. Mientras en Italia, el gobierno presidido por Berlusconi se desliza progresivamente hacia el caos. ¿Qué está pasando en Europa? ¿Por qué la recesión está tomando la forma de crisis política, no sólo en España, sino también en las principales potencias continentales? ¿Crisis política en Berlín? Todo comenzó el 31 de mayo, día en que dimitió el anterior presidente germano, el democristiano Horst Köhler. Una leve insinuación sobre el papel desempeñado por las tropas alemanas en Afganistán provocó su destitución fulminante. Dado el creciente rechazo de la opinión pública alemana a la guerra en Afganistán, Köhler había hurgado torpemente con sus declaraciones en un punto vital para los intereses globales norteamericanos. Y, demostrando quien manda y quien obedece, la presidencia alemana quedó descabezada. La sustitución de Köhler no planteaba, a priori, mayores problemas. El puesto de presidente federal carece de atribuciones ejecutivas, y tan sólo desempeña un papel político simbólico. La mayoría de la coalición gobernante -compuesta por la Unión Demócrata Cristiana (DCU) y el Partido Liberal (FDP)- auguraba una rápida y plácida entronización del candidato propuesto por Merkel. Pero aparecieron los nubarrones, y el cielo sereno se transformó en tormenta. Hasta 44 diputados de la coalición gobernante votaron en contra de Christian Wulff, candidato bendecido por Angela Merkel, haciendo imposible la mayoría absoluta que necesitaba para ser nombrado presidente. En la segunda votación, 29 diputados persistieron en su rebelión. Haciendo necesaria una tercera votación. Christian Wulff es ya presidente alemán, pero su tormentosa elección ha minado públicamente la autoridad de Angela Merkel, incluso entre las filas de su propio partido. Según las últimas encuestas, el 68% de los alemanes consideran “humillante” para la canciller el recurso a una tercera votación; un 77% cree que Merkel no controla el gobierno; y dos tercios estiman que la coalición entre democristianos y liberales no aguantará hasta las generales de 2013. La crisis política parece haberse instalado en la primera potencia de la UE, y el liderazgo de Merkel, que algunos habían calificado como una nueva “dama de hierro” está más que cuestionado. ¿Qué está pasando en Alemania? ¿Por qué un trámite intrascendente, como la elección de un nuevo presidente, se ha transformado en una tormenta política?Alemania en la encrucijada Las claves de la política interna alemana están en el tablero global. La crisis ha agudizado no sólo el declive norteamericano, sino también la tendencia a la marginalidad de las tradicionales potencias europeas. China ya ha desbancado a Ale­mania de su emblemático lugar como primer exportador mundial de mercancías. Y la competencia de los nuevos países emergentes -junto a Pekín aparecen India, Brasil…- deja a Berlín o París con un espacio económico y político cada vez más reducido. La línea política encarnada por Merkel supuso una respuesta de la burguesía alemana a esta nueva situación. Al enfrentamiento directo con Washington que caracterizó los gobiernos de Schröeder, la actual canciller opuso la “recomposición de las relaciones transatlánticas”. Aterrada ante la emergencia china, Alemania apostó por “refugiarse” bajo un frente común comandado por la única superpotencia. Pero la agudización de la crisis también ha abierto grietas a ambos lados del Atlántico. EEUU descarga sobre los países dependientes la factura de la crisis. Obligado a incrementar su endeudamiento, y perdiendo terreno frente a la emergencia china, Washington impone un trasvase de rentas, obligando a los países “vasallos” a incrementar sus “tributos” al imperio. Y Obama también le ha pasado la factura a Merkel. Obligando -a través de varias llamadas telefónicas publicitadas por la Casa Blanca- a que la UE aprobara un gigantesco fondo “de rescate” de un billón de euros, con el objetivo de que el estallido de la deuda en Europa no desestabilizara el sistema financiero norteamericano. Un camino en el que se abren nuevas contradicciones entre Washington y Berlín. Alemania busca mantener su status imperial imponiendo draconianos planes de ajuste a los países europeos más dependientes -Grecia, España, Portugal…-. Y ejecuta en el interior de su país bruscas medidas de reducción de la deuda pública, que se van a traducir en una reducción del consumo interno y una mayor contracción para sus socios comerciales. Justo lo contrario de lo que precisa EEUU, empeñado en que sus “vasallos” relancen la economía norteamericana aplicando políticas expansivas del gasto. La encrucijada se abre ante Alemania. Y a ambos lados del camino hay un precipicio por el que puede despeñarse la locomotora europea. Estos son los movimientos de fondo que están provocando un terremoto político en Alemania. Las disensiones públicas, incluso entre las filas del gobierno, expresan no sólo la división de criterios en el seno de la burguesía germana, sino también las presiones norteamericanas para que Alemania cumpla el papel que le corresponde como una de las piezas más valiosas del tablero imperial. Y Angela Merkel está en el centro de todas las tormentas. Europa, a la deriva El estallido de crisis políticas más o meno intensas no es un mal exclusivo de Alemania. Se extiende como una mancha de aceite por todo el continente. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, acaba de anunciar una remodelación del gobierno para el próximo otoño. Pesos pesados como el ministro de Trabajo, Eric Woerth, están en medio de una tormenta política y mediática tras saberse que su mujer asesoraba a la hipermillonaria Liliane Bettencourt, propietaria de varias cuentas opacas en Suiza. Y dos de los secretarios de Estado con más peso político han sido ya destituidos a causa de episodios de corrupción. En Italia la aplicación del plan de recortes ha dado paso al enfrentamiento entre el partido de Berlusconi y sus socios en el gobierno. Cuanto más avanza la crisis, más palpable es la deriva en la que se ha embarcado Europa, aprisionada entre la emergencia china y las exigencias norteamericanas. Las viejas potencias europeas pierden cuota de poder y protagonismo en el tablero global, acelerada y escandalosamente. Y esta realidad no para de abrir grietas, fisuras y tormentas políticas.