Aunque eclipsada por la magnitud de la violencia genocida sobre Gaza y por la escalada de tensión en el Mar Rojo o Líbano, la guerra de agresión de la Rusia imperialista sobre Ucrania está cerca de cumplir dos años.
Cuando falta menos de un mes para que la invasión rusa de Ucrania cumpla su fatídico segundo aniversario, la guerra se ha estancado con el invierno. Las líneas de frente se mueven muy lentamente, y las fuerzas ucranianas -que fracasaron en su contraofensiva del otoño- contienen a las tropas rusas, o incluso retroceden ligeramente en este y el norte.
Pero la guerra está ahí, y los misiles siguen cayendo sobre las ciudades ucranianas, liberando su carga de fuego y muerte sobre la población civil, que hace frente a las gélidas temperaturas con unas viviendas y una infraestructuras energéticas a menudo dañadas y reparadas una y otra vez. Rusia lleva meses reaprovisionándose de un nuevo arsenal de proyectiles y drones -suministrados por Irán o Corea del Norte- y está desarrollando con éxito una nueva táctica para burlar la hasta ahora altamente defensa antiaérea ucraniana, alcanzando más objetivos y causando más muertes, y de paso tratando de reducir el ya poco abundante arsenal de proyectiles de Kiev.
Con los frentes de batalla casi inmóviles y la menor intensidad de los combates que impone el crudo invierno, el contador de la muerte en Ucrania sigue avanzando, aunque a un ritmo más lento que en los brutales primeros meses de invasión.
Según las últimas cifras, hasta ahora la invasión rusa ha causado entre la población civil de cerca de 10.800 personas, y unos 17.800 heridos. Los datos de bajas militares de ambos bandos son mucho más opacos, pues son guardados celosamente como un secreto de Estado tanto en Moscú como en Kiev. Pero dando por buenas las estimaciones del Pentágono, las fuerzas ucranianas han sufrido 70.000 muertos y 120.000 heridos, mientras que la OTAN estima en 300.000 las bajas rusas (120.000 muertos y 180.000 heridos).
Crecen las voces entre las clases dominantes occidentales -en EEUU o en Europa- que claman por dar «carpetazo» a la ayuda militar a Ucrania, y forzar a Kiev a que se siente en la mesa de negociaciones tragándose el chantaje de Putin
De ser cierta esta mortandad entre los invasores, el Kremlin ha perdido en dos años de invasión de Ucrania diez veces más hombres que en diez años de ocupación de Afganistán. Sin embargo, la Rusia de Putin cuenta con una mucho mayor reserva demográfica que Ucrania, y ya ha puesto en marcha nuevas campañas de reclutamiento forzoso entre las minorías étnicas de las regiones periféricas de la Federación, para abastecerse de nueva carne de cañón. En cambio, Ucrania acusa mucho más estas pérdidas humanas y según fuentes militares de Kiev necesitarían medio millón de nuevos soldados sobre el terreno para poder plantar cara a la recuperada fuerza rusa.
Estas dificultades de los defensores se suman a una cada vez mayor escasez de material bélico, sobre todo causado por el bloqueo del partido republicano en EEUU, que ha bloqueado de momento el envío de 61.000 millones de dólares de ayuda militar a Kiev (mientras ha aprobado. Tampoco la Unión Europea ha conseguido aprobar su paquete de ayuda a Ucrania, de 50.000 millones de euros, por la oposición del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, cuyas simpatías por Moscú son de sobras conocidas.
Crecen las voces entre las clases dominantes occidentales -en EEUU o en Europa. que claman por dar «carpetazo» a la ayuda militar a Ucrania, y forzar a Kiev a que se siente en la mesa de negociaciones tragándose el chantaje de Putin de «paz por territorios». El último en sumarse a esta posición es el primer ministro eslovaco, Robert Fico, que pide ceder territorio ucraniano a Rusia. Putin se cobra así el “favor” que prestó a Eslovaquia en la crisis del gas del 2009.
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La lluvia de fuego y muerte del Kremlin no cesa
Tomás Araya
Mientras que a lo largo de la linea del frente las crudas temperaturas invernales y el espesor de la nieve impiden o dificultan las grandes operaciones, por el aire los ataques de Putin sobre Ucrania -reabastecidos con nuevos proyectiles de fabricación norcoreana- han encontrado una táctica para reducir la efectividad de la defensa antiaérea de Kiev, haciendo llover muerte y destrucción sobre las ciudades del país.
Que Rusia aproveche el invierno para bombardear la retaguardia ucraniana, castigando a sus ciudades e infraestructuras energéticas, condenando a millones de ucranianos a no tener calefacción y usando las crueles y gélidas temperaturas (que pueden llegar a los 20 grados bajo cero) como arma de guerra, no es por desgracia una novedad.
Además de la devastación de los impactos, Rusia busca agotar la munición antiaérea del país defensor.
Pero sí lo es la nueva táctica que el Kremlin está usando para burlar la hasta ahora altamente defensa antiaérea ucraniana, alcanzando más objetivos y causando más muertes, y de paso tratando de reducir el ya poco abundante arsenal de proyectiles de Kiev.
A finales de enero, Rusia ha bombardeado tres ciudades de Ucrania, provocando la muerte de 8 civiles y dejando más de 70 heridos. A primeros de 2024, Moscú también lanzaba otro ataque masivo contra Kiev y Járkov que dejaba cuatro muertos y 92 heridos. A pesar de la crueldad de los bombardeos, esto no sería noticia si no llamara la atención la cantidad de proyectiles utilizados -un centenar de proyectiles en el primer ataque , y hasta 41 en el segundo- y la táctica que ha seguido: una combinación de misiles de crucero y balísticos disparados en una misma operación desde cinco provincias rusas diferentes.
Hasta ahora, los misiles rusos solían llegar en ataques espaciados y desde un mismo punto, y eran interceptados hasta con un 80% de efectividad por las baterías antiéreas ucranianas, suministradas por los países occidentales. Pero ahora Moscú -que ha ido acumulando desde el verano un vasto arsenal de drones bomba y misiles de factura propia, o suministrados por Irán y Corea del Norte- ha encontrado una nueva táctica para que el 50% o incluso el 60% de sus proyectiles acaben impactando sobre sus objetivos, rebasando las defensas de los defensores.
El invasor ha aprendido a disparar los misiles simultáneamente desde tierra y desde aviones bombarderos que han despegado de cinco regiones diferentes de Rusia, y está usando de manera coordinada misiles de crucero -más lentos- disparados desde provincias alejadas, con los supersónicos misiles balísticos Iskander, disparados desde zonas más cercanas a territorio ucranio.
En el último ataque concretamente, el Kremlin lanzó primero sus misiles de crucero Kh-101 y Kh-555 desde el mar Caspio. Cuando estos ya sobrevolaban el espacio aéreo ucraniano y las defensas antiaéreas ucranianas ya los habían localizado y activado las contramedidas, se dispararon los veloces Iskander desde las provincias rusas más próximas de Bélgorod y Voronezh, que llegaron al espacio aéreo de Ucrania cuando las defensas antiaéreas estaban actuando contra los misiles de crucero.
Aún así, el denso escudo antiaéreo que hay sobre la capital, Kiev, pudo parar el ataque. No fué así sobre Járkov, la segunda ciudad ucraniana, muy próxima a la frontera y por tanto más vulnerable, donde se registraron la mayor parte de los impactos.
Además de la devastación de los impactos, Rusia busca agotar la munición antiaérea del país defensor. Las Fuerzas Aéreas Ucranias ya han advertido que la efectividad de sus defensas está amenazada porque tienen un déficit de los misiles estadounidenses Patriot, el principal sistema de defensa antiaérea con el que cuenta Ucrania, seguido por los Iris-t alemanes o los Nasams noruegos. Esta carestía de misiles antiaéreos se ha agravado después de que el Partido Republicano en EEUU haya bloqueado el nuevo paquete de ayuda militar que la administración Biden iba a enviar a Kiev.
La situación militar de Ucrania es cada día más comprometida. Tras el fracaso de su ofensiva del otoño, en la que no lograron penetraciones significativas de las bien fortificadas líneas rusas, sus tropas han pasado a posiciones defensivas en prácticamente todo el frente de guerra, e incluso hansufrido algún retroceso en las provincias de Donetsk y de Járkov.
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Ucrania, la guerra de los civiles
Tras pasar por Burgos, llega a Sevilla «Ucrania, la guerra de los civiles», la exposición del fotoperiodista onubense Luis de Vega. La muestra expone 42 instantáneas tomadas en Ucrania en los primeros y más trágicos meses de la invasión por el corresponsal de El País y que retratan el dolor de una población civil que “nunca pensaron que sus vidas iban a cambiar de manera tan drástica el 24 de febrero de 2022”: el desconcierto en el arranque de la ocupación, familias buscando refugio ante las bombas o separándose -quizá por meses, quizá para siempre- en una estación de tren.
Un retrato trágico pero imprescindible, doloroso pero necesario, para que no olvidemos a Ucrania y a los ucranianos en su hora más gélida