La guerra de Ucrania

Ucrania: 600 días de invasión imperialista

Cuando se cumplen 600 días del inicio la criminal invasiòn imperialista rusa, la heroica lucha del pueblo ucraniano ha hecho fracasar los planes de conquista del Kremlin. Pero aunque han reconquistado parte del territorio arrebatado, la confraofensiva de Ucrania ha fracasado, y la guerra se empantana

Quizá la extrema ferocidad de la guerra de Israel sobre Gaza haya desplazado el foco de atención mundial hacia oriente Medio, pero la guerra de Ucrania sigue ahí.

Se cumplen ahora 600 días desde que el 24 de febrero de 2022, la Rusia imperialista de Putin decidiera cumplir su amenaza, invadiendo Ucrania, bombardeando sus ciudades, perpetrando miles de crímenes de guerra, y poniendo en grave peligro la Paz Mundial. ¿Qué balance podemos hacer y cuál es ahora la situación?

El 23 de febrero de 2022 fue un día normal para los ucranianos. Los niños fueron a la escuela, la gente fue a trabajar, al parque o a tomar algo con sus amigos. Los 200.000 tanques rusos apostados al otro lado de la frontera era una amenaza vaga, inquietante, pero a la que la gente no terminaba de dar credibilidad. ¿Cómo nos van a invadir los rusos?

Viñeta de Sergey Sychenko

El día siguiente la vida de los 43 millones de ucranianos se rompería, para no volver a ser la misma jamás. Los misiles cayeron sobre Kiev, sobre Járkov y Jersón, sobre Leópolis y Mykolaiv, sobre Odesa y Dnipro. Sobre barrios residenciales, sobre bloques de viviendas, sobre puentes y hospitales, sobre plazas y escuelas. Los tanques rusos avanzaron raudos por el norte y este del país, dirigiéndose a la capital en lo que quería ser una guerra relámpago para derribar el gobierno prooccidental sustituirlo -como antaño- por uno servil a Moscú.

Pero uno de los ejércitos más poderosos del mundo pinchó en hueso. El Kremlin no contaba con la resistencia del pueblo ucraniano, que fue capaz de desbaratar su ofensiva inicial, obligando a los rusos a cambiar de estrategia y centrándose en ocupar el este y el sur del país, con masacres como la total destrucción de Mariúpol. De nuevo las fuerzas ucranias fueron capaces de pasar a la ofensiva, recuperando grandes áreas en el Donbás y reconquistando Jersón.

Entonces la guerra se estancó, con los frentes inmóviles en el Donbás al este y la barrera del Dnieper al sur. Cruentas batallas como la de Bajmut costaron miles de bajas a cambio de pequeños enclaves. Los rusos se atrincheraron tras una maraña de defensas. Ya no habría más movimientos rápidos, ni grandes capturas de terreno. Todos ya auguran una guerra larga y de desgaste, que podrá ganar quien conserve mejor sus fuerzas y erosione más las del enemigo.

Ahora llega el invierno, imposibilitando los grandes movimientos de tropas hasta el deshielo. Pero mientras tanto los misiles rusos o los drones made in Irán siguen surcando los cielos, destruyendo de tanto en tanto centrales eléctricas o viviendas de civiles, haciendo pagar con frío o con fuego a los ucranianos la osadía de haberse resistido a Moscú.

Y sin embargo Ucrania resiste. Putin no ha ganado la guerra, y seguramente el resultado de su invasión -sea el que sea- ya poco tendrá que ver con sus grandes planes geopolíticos iniciales. Pero no va a soltar su presa: de cómo Rusia resuelva o no esta guerra depende el futuro del jefe del Kremlin.

El precio humano de una invasión imperialista

Portada De Verdad #6 de 2022

Según el último informe de víctimas civiles del conflicto publicado por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), desde el comienzo de la guerra hasta el pasado 8 de octubre han fallecido un total de 9.806 ciudadanos y 17.962 han resultado heridos en territorio ucraniano.

El número de refugiados ucranianos desplazados a otros países supera los 6,2 millones, de los que más de 5,8 millones han sido registrados en Europa, según publicó el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) el pasado 10 de octubre.

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La contraofensiva ucraniana no ha resultado ¿y ahora?

En junio, después de meses de preparativos y entrenamiento, Ucrania ha lanzado una contraofensiva para hacer retroceder a las fuerzas rusas y romper sus bien fortificadas líneas de defensa. El objetivo estratégico era alcanzar la costa, partiendo los territorios controlados por Moscú en dos.

«Creo que una solución puede ser que Ucrania ceda territorio y reciba a cambio una membresía en la OTAN», decía hace un mes y medio Stian Jenssen, jefe de gabinete del secretario general de la OTAN.

Pero a pesar de algunos éxitos, y de que los combates continúan intensamente en el este y sur del país, con ofensivas en Melitopol y Bajmut, casi todos los analistas militares dan por fracasada una ofensiva que ni ha logrado una penetración significativa en las líneas de frente, y a la que se le acaba el tiempo por la llegada de las primeras nieves.

Por eso, y ante la perspectiva de un conflicto lento, largo y costoso, crecen las voces dentro de las burguesías monopolistas y de los centros de poder occidentales que hablan de que “quizás sea el momento de congelar el conflicto”, reduciendo la costosa ayuda militar a Ucrania, y de hacer que Kiev «acepte el status quo». Algo que -en lenguaje diplomático- equivale a dejar a los ucranianos a su suerte.

Nadie más que los ucranianos tiene derecho a decidir sobre su país y su independencia.

«Creo que una solución puede ser que Ucrania ceda territorio y reciba a cambio una membresía en la OTAN», decía hace un mes y medio Stian Jenssen, jefe de gabinete del secretario general de la OTAN. Para Washington, la ayuda militar a Ucrania nunca ha sido más que una operación en pos de sus propios intereses. Una fría inversión que para algunos comienza a no ser rentable.

El estallido de la guerra de Gaza, un conflicto que además tiene el potencial de incendiar todo Oriente Medio en una conflagración más amplia, es un regalo para Putin y una complicación añadida para los ucranianos. Si la administración Biden tenía problemas para elevar el techo de gasto y el montante de la ayuda militar a Kiev, será aún más complicado ahora que tiene que centrarse en Israel y Oriente Próximo.

Y tomarán más cuerpo las voces -en Washington o en Europa- que exigen ir cerrando el grifo a Ucrania, para centrarse en otras prioridades y otros intereses.

Nadie más que los ucranianos tiene derecho a decidir sobre su país y su independencia. Muchos dan a Ucrania por perdida, como no la tuvieron en cuenta en los primeros días de la invasión.

Cuando dejen de hablar los imperios, las burguesías monopolistas y sus cálculos egoístas, hablarán los pueblos. Hablará el pueblo ucraniano.