Lo pírrico de la victoria deja todas las puertas abiertas. La oposición laica denuncia irregularidades y pide que se anule el resultado.
Erdogan ha conseguido un voto mayoritario a su ropuesta de reforma constitucional en pro de un régimen presidencial, pero lo ajustado de su triunfo (51,3% de síes frente al 48,7% de noes) y la división que proyecta auguran un nuevo periodo de turbulencias internas, en unos momentos en que EEUU y Europa, de una parte, y Rusia por otra, tiran del régimen turco para atraerlo a su bando.EL referéndum turco se había convertido en un paso decisivo del gobierno islamista turco, presidido por Erdogan, para cambiar el régimen y asegurarse el verdadero control del Estado. Tras el fracaso del golpe, inspirado por EEUU, Erdogan consideraba vital un cambio en las estructuras del Estado que le permitiera dominar realmente los mecanismos esenciales del poder, y no estar siempre al albur de las maniobras constantes de Washington, que aún mantiene el control de importantes resortes del aparato de Estado y de la sociedad turca.Con la reforma constitucional sometida a referéndum, el actual sistema parlamentario se convertirá en una república presidencialista en la que el jefe de Estado lo será también de Gobierno y acumulará, además del poder ejecutivo, numerosas atribuciones legislativas y gran infuencia en la justicia al poder nominar, entre él y su partido, a la mayoría de los magistrados del órgano rector del sistema judicial. Nada que no ocurra en regímenes presidencialistas muy conocidos, como el francés o el de EEUU. Sin embargo, este paso dado por Turquía no se mira del mismo modo por las cancillerías occidentales, que ven con creciente aprensión como Turquía da pasos cada vez más firmes en la dirección de alcanzar una mayor soberanía e independencia.El problema de Erdogan es que su triunfo ha carecido de la suficiente rotundidad. Lo pírrico de la victoria deja todas las puertas abiertas. La oposición laica denuncia irregularidades y pide que se anule el resultado, con el apoyo de la OSCE, que respalda sus acusaciones. Ello, probablemente, no llevará a Erdogan a echarse atrás en sus planes, pero tampoco facilitará su realización. Si Erdogan quería dar un paso decisivo e irreversible, no ha conseguido la mayoría social necesaria. Para seguir avanzando necesitará ampliar su base social, dado lo trascendental de los cambios. Y ahí va a encontrarse de nuevo con las maniobras de Washington y Europa, que miran con verdadero temor a una Turquía soberana… a la que Rusia corteja para atraerla a su bando en la crucial lucha que se lleva en estos momentos en Oriente Próximo.