Liz Truss recoge cable y retira las exenciones fiscales a los ricos

Trussonomics: de mal en peor

Con una opinión pública agobiada por la inflación en contra, con señales insistentes de motín entre los tories y con el Banco de Inglaterra inyectando liquedez para relajar a los mercados de la deuda, el estreno de Liz Truss como nueva Primera Ministra británica tras los escándalos que llevaron a la dimisión de Boris Johnson va de mal en peor.

Lleva apenas unas semanas en el cargo y ya le enmiendan la plana. La primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, da marcha atrás en la rebaja de impuestos para salvar su Gobierno, después de que numerosos diputados conservavdores se amotinaran ante la anunciada supresión del tipo máximo del 45% del IRPF para las rentas más altas.

En medio de una crisis económica formidable, y con las clases populares sufiendo con la ola inflacionaria, la supresión del tipo máximo del 45% del IRPF para las rentas más altas (los contribuyentes que cobran más de 170.000 euros anuales) no sólo había encendido a la opinión pública, sino hasta los mercados de la City o instituciones oligárquicas como el Banco de Inglaterran, que tuvo que inyectar miles de millones de libras ante la inestabilidad financiera que generaba en el mercado de la deuda la bajada de impuestos

Caricatura de Liz Truss y su titular de Economía, Kwasi Kwarteng, rodando hacia abajo tras la crisis desatada por su drástica rebaja fiscal a las grandes fortunas

El anuncio de la descabellada medida había desplomado cualquier resquicio de popularidad del Partido Conservador, ya muy dañado por las andanzas de Boris Johnson. Una encuesta de The Times, daba a la oposición laborista una ventaja de 33 puntos porcentuales sobre los conservadores en unas hipotéticas elecciones generales.

Todas las alarmas comenzaron a sonar en la sede de los tories, y las señales de motín conservador comenzaron a llegar alto y claro a Liz Truss y a su titular de Economía, Kwasi Kwarteng, que pasaban a recoger cable.

“Ha quedado claro que la supresión del tipo del 45% se ha convertido en un distracción que altera nuestra misión principal de abordar los desafíos que afronta el país”, ha escrito Kwarteng en un comunicado publicado a primera hora de la mañana en su cuenta de Twitter. “Por ello, anuncio que ya no procederemos a esa supresión. Lo hemos entendido. Hemos escuchado”, ha asegurado.

Motín en los tories

Sin duda, muchos británicos experimentaron una notable sensación de alivio al ver a Boris Johnson cruzar, para no volver, la puerta del 10 de Downing Street. Pero seguro que son muchos más los que, tras solo unas semanas con la nueva primera ministra en el poder, empiezan ya a temer que las cosas pueden irle aún peor a Gran Bretaña. A pesar de que Liz Truss se ha beneficiado del sentido y largo paréntesis del duelo por la muerte de la reina Isabel II, le han bastado cuatro días para poner al país patas arriba y provocar un movimiento sedicioso, otro, en el interior de las filas parlamentarias del Partido Conservador.

A pesar de que Liz Truss apenas contó con un tercio del apoyo entre los diputados del Partido Conservador, ganó por una amplia mayoría la votación para el liderazgo tory entre las bases del partido, donde su programa de volver a la firmeza y liderazgo tipo “Margaret Thatcher” ganó aplausos y votos, pese a que la figura y la trayectoria de Lizz Truss está tan alejada de la de Thatcher como pueda estarlo un pepino de una golondrina.

Caricatura con un juego de palabras de los cuatro últimos primeros ministros conservadores de Reino Unido. David Cámeron (‘heedless’, incauto), Theresa May (‘spineless’, floja), Boris Johnson (shameless, sinvergüenza), y Liz Truss (‘brainless’, descerebada).

Frente a las profundas convicciones inamovibles de Thatcher, Liz ha sido una veleta, que empezó incluso oponiéndose al Brexit desde las filas del partido liberal, y nadie conoce exactamente ni cuáles son sus ideas ni cuáles sus auténticos planes, si es que los tiene. Aunque ahora, solo una semana después del entierro de la reina, ha ocupado toda la primera plana de la prensa británica, y aun mundial, anunciando (tras una visita a Washington, cómo no) un programa económico tan ultraliberal, de rebaja de impuestos a los ricos (cuando, con la crisis actual, todo el mundo está haciendo lo contrario), que ha provocado el desplome inmediato de la libra, la intervención de emergencia del Banco de Inglaterra, advertencias muy serias del FMI y de todos los sesudos medios económicos de la prensa salmón anglosajona, e incluso el primer aviso o conato de rebelión dentro del grupo parlamentario conservador, donde, no hay que olvidarlo, está en minoría. Algunos destacados miembros de su propio partido incluso han comenzado ya a hablar de una moción de censura.

El anuncio de su devastador programa económico (llamado ya popularmente como “el presupuesto de los ricos”, con el mayor recorte de impuestos a las rentas altas del último medio siglo) vino además acompañado de una fiesta privada, donde el nuevo ministro de Finanzas (secretario del Tesoro), Kwasi Kwarteng, brindó con champán con algunos de los grandes financieros (y donantes del Partido Conservador) que más beneficiados van a salir con las Trussonomics, las medidas ultraliberales que promueve el nuevo gobierno, desatando el clásico escándalo que en los últimos tiempos no deja de acompañar a la política británica.

Liz Trusss, con su programa económico ultraliberal, de rebaja de impuestos a los ricos, ha hundido en dos semanas al Partido Conservador

Alguien tan poco “radical” como Sarah Olney, portavoz del Partido Liberal Demócrata, ya ha pedido la apertura de una investigación oficial sobre la fiesta de Kwarteng: “Cuando los propietarios de las casas están con el agua al cuello por la subida de las hipotecas, el secretario del Tesoro estaba celebrando con champán la caída de la libra junto a financieros que gestionan fondos de alto riesgo… ¿Cómo se puede estar tan lejos de las preocupaciones de los británicos?”.

Quizá valga la pena recordar aquí que Kwarteng, antes de llegar a su nuevo cargo, se curtió en la City como asesor de J.P. Morgan (el mayor banco de inversión de Wall Street).

Con una crisis energética desbocada y la amenaza de un invierno muy duro, la inflación disparada y el descontento popular por las nubes, la unidad del país puesta de nuevo en cuestión (con Escocia exigiendo un nuevo referéndum), la cuestión irlandesa calentándose día a día, las relaciones con la UE a punto de entrar en una nueva etapa de confrontación, y la amenaza de un desabastecimiento general del país… y ya sin el cemento de unión que representaba la figura de la vieja reina, al país solo le faltaba el terremoto financiero y fiscal provocado por Liz Truss y su fe ultraliberal. El dicho de que todo lo que va mal aún puede empeorar, parece ser la divisa de toda la política británica en los últimos tiempos.

¿Hacia una tormenta perfecta?

Y por último, como colofón, la primera ministra británica le ha pedido al nuevo rey, Carlos III, que cancele su prevista asistencia a la cumbre del clima que tendrá lugar en Egipto, y cuya presencia estaba ya confirmada e iba a ser su primera salida del país como nuevo monarca. Parece que Truss está dispuesta a revisar todos los compromisos de su país, incluso los ya firmados por Boris Johnson, sobre cambio climático, para volver a una política de autorización del aumento de emisiones. Tampoco conviene olvidar aquí, que Liz Truss, antes de involucrarse en la política activa británica, trabajó para la Shell, la gran compañía petrolífera.

Todo parece indicar, pues, que Gran Bretaña anda conjurando sobre sí una tormenta perfecta. Aunque quizá, antes de que truenos y rayos caigan sobre suelo británico, el país dé un nuevo vuelco. Las últimas encuestas, tras los presupuestos de la señora Liz, anuncian una caída drástica, histórica, de la intención de voto al Partido Conservador, y una subida galopante de las expectativas de los laboristas.

Como en toda Europa, la situación en Reino Unido se ha vuelto fluida, llena de indertidumbre y, en cierto modo imprevisible. Una situación que, en todo caso, día a día, va dejando al país más y más indemne en brazos de inversores y tiburones de EEUU, unos Estados Unidos que buscan afanosamente hacerse con todos los resortes esenciales del país.