La política exterior de los dos candidatos en EEUU

Trump vs Kamala: ¿a dónde apunta uno y otro en cuestiones internacionales?

Kamala Harris y Donald Trump persiguen el mismo objetivo: preservar a toda costa la hegemonía norteamericana. Pero difieren en la estrategia y la táctica para lograrlo. Y esto se traduce en diferentes "recetas" ante los asuntos internacionales más candentes.

En las próximas elecciones presidenciales de EEUU no sólo se decide quien ocupará el Despacho Oval, sino que políticas guiarán a la superpotencia norteamericana en la arena internacional. ¿Cuáles son las principales diferencias entre la línea de Kamala Harris y la de Donald Trump en torno a los principales retos globales a los que se enfrenta Washington?

Cuando quedan apenas 70 días para las elecciones norteamericanas el resultado está completamente abierto. En pocas semanas, el tándem Harris-Waltz ha sido capaz de darle la vuelta a unas encuestas que tenían muy en contra tras el fallido atentado contra Donald Trump, y supera en recaudación -es decir, en apoyos oligárquicos y multimillonarios- a los republicanos.

Ambos candidatos están recibiendo una gran cantidad de apoyos de los nódulos principales de la gran burguesía monopolista norteamericana, de los gigantes financieros de Wall Street o de las distintas corporaciones y sectores que componen el complejo militar-industrial.

Los dos candidatos, encarnando dos líneas distintas, persiguen el mismo objetivo: preservar a toda costa la hegemonía norteamericana. Pero representando a distintas fracciones de la clase dominante norteamericana, los dos candidatos y sus líneas difieren en la estrategia y la táctica para defender la supremacía. Y esto se traduce en diferentes «recetas» ante los asuntos internacionales más candentes.

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China

Conseguir contener la emergencia de una China -la principal amenaza a la hegemonía norteamericana- es el objetivo número uno de cualquier presidencia de EEUU. Los propios chinos tienen claro que -gane uno u otro- la agresividad de Washington contra Pekín va a ir a más: es una política de Estado.

Pero hay diferencias en las maneras de confrontar a China. Trump se mostró muy beligerante en lo económico, declarando una guerra comercial que afectó al comercio mundial y a la que parece querer volver con agresividad renovada, imponiendo un arancel del 60% a las exportaciones chinas en EEUU.

Pero en el pasado, esta hostilidad comercial permitió que China se mostrara al mundo como garante de un mercado global abierto, e intensificara sus lazos comerciales con Europa. Asimismo, las diatribas trumpistas contra el «globalismo» y el relativo abandono de EEUU de las instituciones internacionales, permitió a China ocupar parte de ese espacio, fortaleciendo su papel de gran actor global.

Si Trump volviera a lesionar el vínculo transatlántico, arremetiendo despectivamente contra sus aliados europeos como ya hizo, «podría actuar como diluyente de las alianzas de EEUU con la UE y los países asiáticos, deconstruyendo la tenaza estratégica que ha estado edificando Biden», dice Xulio Ríos, del Observatorio de la Política China.

Por contra, Kamala representa la continuidad de una línea que no ha dejado de fortalecer el cerco militar frente a China -con alianzas como el AUKUS-, y que ha sido ciertamente dura para Beijing en los ámbitos tecnológico y diplomático. Y que ha sabido aprovechar la herencia de Trump -la ruptura de la linea roja de «Una Sola China»- para elevar la tensión entre Taiwán y la China continental.

En cambio, las declaraciones de Trump de querer hacer pagar a Taiwán los costes norteamericanos de «defender su isla» o poner aranceles a su estratégica industria de chips, podrían erosionar a las opciones más anti-China dentro de la isla, y dar la razón a los que desde Taipei advierten que no son más que un peón en manos de Washington.

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Ucrania

«Ayudaré a movilizar una respuesta global, en más de 50 países, para defendernos de la agresión de Putin. Apoyaré firmemente a Ucrania y a nuestros aliados de la OTAN», afirmó Kamala Harris en la Convención Demócrata. Como continuadora de Biden, podemos esperar que EEUU perseverará en su propio apoyo militar a Kiev, impulsando además que sus aliados europeos corran con una parte importante del envío de armas.

Con un eventual triunfo republicano, esto está -cuanto menos- puesto en cuestión. Además de sus desavenencias con Zelenski, Trump ya ha asegurado varias veces que «acabaría con esa guerra en una semana» -obligando a Ucrania a aceptar el chantaje ruso de «paz por territorios»-, y no es ningún secreto que pretende atenuar el antagonismo con Putin para intentar atraer a Moscú, en el camino de socavar la alianza estratégica de Rusia con China

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Oriente Medio

Durante la visita de Netanyahu a EEUU, el candidato republicano dijo a la prensa que tiene un «plan de Paz para Oriente Medio» y que si no gana “puede haber una Tercera Guerra Mundial”. Pero más allá de la jactancia o de las hipérboles están los hechos: durante su mandato, Trump impulsó y espoleó a los sectores más duros del sionismo, impulsando un «Paz» para Palestina que reconocía a Jerusalén como capital de Israel, que daba legalidad a las colonias ilegales (el 20% de Cisjordania) y que entregaba el fértil Valle de Jordán -otro 30% de los territorios de Cisjordania- a Israel.

Además, Trump dinamitó el Tratado Nuclear con Irán que la administración Obama había construido en 2014 -agrediendo varias veces a la República Islámica- e impulsó los Acuerdos de Abraham para armar y enfrentar a Arabia Saudí y otros países árabes contra sus rivales chiítas.

Pero si esta es la credibilidad de la «paz» que vende Trump, la de Kamala tampoco vale ni un centavo. A lo largo de diez meses de guerra genocida en Gaza, la administración Biden ha hablado de paz, de desescalada y de «contención» a Israel… mientras no dejaba ni un momento de enviar armas, vehículos y munición. Por citar sólo el último envío (agosto), la Casa Blanca acaba de aprobar un nuevo paquete de armas a Israel de 20.340 millones de dólares, incluidos 50 aviones.

Sin embargo, es vox populi en los mentideros de la diplomacia que el nuevo presidente iraní, el reformista Masoud Pezeshkian, está buscando un nuevo pacto de no agresión con la Casa Blanca mientras esté en manos de los demócratas, una posibilidad que se reduciría a cero con una eventual victoria de Trump.

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Europa

Viñeta de Chapatte para el New York Times en 2017

En las cancillerías europeas se vive con inquietud una posible vuelta de Trump a la Casa Blanca. Durante su mandato, no sólo se alentó el Brexit o las corrientes cenfrífugas dentro de la UE (Hungría, Polonia), sino que se maltrató con frecuencia el vínculo transatlántico. También jaleó el enfrentamiento comercial con la UE: con aranceles del 25% al aluminio y el acero, y a productos agrícolas e industriales. Ahora Trump propone un ‘arancel universal’ del 10% a todas los productos de fuera de EEUU que podría volver a encender el conflicto arancelario.

En el plano militar, detrás de las huecas palabras de “prescindir de la OTAN”, Trump perseguía el mucho más prosaico objetivo de forzar que los aliados eleven sus presupuestos militares, pagando mucho más… so pena de quedar «excluídos» de la alianza.

Este palo es muy diferente a la zanahoria con la que la administración Biden ha aprovechado el lógico rechazo a Putin para revitalizar la OTAN, expandiéndola con la incorporación de Suecia y Finlandia, y logrando que todos los aliados den pasos formes para elevar al 2% o al 3% de sus PIB sus gastos en defensa. Además de conseguir con buenas formas diplomáticas que Wall Street de un salto sustancial en su grado de penetración en las principales arterias de los países europeos.