Guerra comercial

Trump vs Huawei, mucho más que una guerra comercial

La drástica decisión de la administración Trump ha contado con el decisivo respaldo del grueso de los gigantes tecnológicos, de las telecomunicaciones y de internet de la burguesía monopolista norteamericana. Encabezados por Google, que pocas horas después del anuncio de la Casa Blanca aseguró que dejaría de dar soporte a los smartphones de Huawei. Tras su estela, las principales tecnológicas de EEUU han anunciado que dejarán de venderle componentes o software al gigante chino.

Algo que ha golpeado duramente las ventas mundiales de móviles Huawei, que ya estaban liderando desde hace meses contra competidores como Apple o Samsung. Antes de este golpe, la multinacional china ya disfrutaba de una cuota de mercado del 35%, que en algunos países como España se dispara hasta el 60% en las redes de nueva generación.

Para vetar a la multinacional, Trump ha recurrido a una ley que confiere al presidente la autoridad de regular el comercio en respuesta a una «emergencia nacional que amenace a Estados Unidos». La Casa Blanca nos advierte que con los dispositivos Huawei, China podría espiarnos a todos. Una acusación que lleva cuanto menos al sonrojo, viniendo de una superpotencia que tiene un gigantesco aparato de inteligencia y espionaje, con el que se le ha sorprendido innumerables veces interceptando las conversaciones de presidentes y altos cargos de Estados enemigos, rivales… y aliados. 

Detrás de esta maniobra hay mucho más que la protección de los intereses de los monopolios yanquis o del mercado estadounidense -y de los países de su órbita- de un competidor mucho más dinámico y avanzado.

Hablar del veto a Huawei es hablar de la carrera por el 5G. Esta tecnología, que permite un tráfico de datos a un volumen y a una velocidad de 10 a 250 veces superior a la actual tecnología 4G, será esencial para determinar qué potencia o capital monopolista llevará la delantera en sectores tan cualitativos como el big data, los coches autónomos, las casas inteligentes, la robotización de las fábricas, la inteligencia artificial o la computación cuántica. Y por supuesto, mucho más a corto plazo, en la telefonía con imágenes, las compras online o la televisión por internet.

Con esta política, Trump -y un importante sector de la clase dominante norteamericana detrás de él- busca salvaguardar la hegemonía norteamericana, tratando de impedir, frenar o ralentizar el desarrollo chino en un terreno clave: la alta tecnología y las telecomunicaciones.

Llevar la delantera en la tecnología de comunicaciones 5G tiene una gran importancia no solo por la carrera por quién es la primera economía mundial, sino en el plano geoestratégico. Porque este es un sector que tiene importantes derivaciones no únicamente en el plano económico-comercial, sino en el infinitamente más decisivo plano militar.

Lo llevan mucho tiempo diciendo los estrategas del Pentágono. Por ejemplo, el retirado general de cuatro estrellas de los marines -que fue consejero de Seguridad Nacional con Obama- James L. Jones, que en un documento de recomendaciones publicado el pasado febrero por el Atlantic Council, uno de los grandes think tank de Washington, advertía que “la tecnología 5G de Huawei es la versión siglo XXI del mitológico Caballo de Troya (…) Si China controla la infraestructura digital del siglo XXI explotará su posición para sus propósitos de seguridad nacional y tendrá una influencia coercitiva en EEUU y sus aliados». Jones añadía que “la expansión del 5G chino amenazará la interoperabilidad de la OTAN, ya que EEUU no podrá integrar su red 5G segura con ningún elemento de los sistemas chinos”.

El propio presidente Trump ha sido muy claro acerca de la disputa por el 5G. «No podemos permitir que ningún otro país supere a EE.UU. en esta poderosa industria del futuro. Estamos liderando por mucho en muchas industrias de este tipo y simplemente no podemos permitir que suceda», dijo Trump durante un acto en la Casa Blanca.

En el golpe contra Huawei están pues aunados diferentes aspectos -desde el económico-comercial al político y militar- de la pugna de EEUU contra la potencia que es la principal amenaza a su supremacía global: China. 

Al igual que con las medidas que hace menos de un año tomó para impulsar una nueva carrera militar en la órbita terrestre («el ejército del Espacio»), Trump y los poderosos sectores de la clase dominante norteamericana que lo respaldan quieren garantizar que la distancia que separa a la superpotencia de sus rivales en el pleno tecnológico y militar siga siendo abrumadora e inalcanzable. Esta es una de las premisas del mantenimiento de una supremacía yanqui que se encuentra sumida en su declive.

Pero como en otros terrenos, los esfuerzos del hegemonismo norteamericano por maniatar el desarrollo y la emergencia del dragón asiático parecen no tener buenas perspectivas de éxito, al menos en lo inmediato. La multinacional china ya ha anunciado que cuenta con “soluciones de repuesto” al bloqueo de Google y del resto de las tecnológicas norteamericanas.  Y varios países europeos, entre ellos Alemania, han dicho que siguen adelante con las redes 5G impulsadas por la tecnología china.

Ni la superpotencia norteamericana ni el resto de potencias y clases dominantes implicadas en la batalla del 5G han dicho aún su última palabra.