Trump, un desafío para el mundo

La llegada de Trump a la Casa Blanca ha abierto una nueva situación. La línea que representa supone un cambio de rumbo y todo un reordenamiento de la cadena imperialista, con una nueva jerarquía y otro sistema de alianzas, con cambios y reajustes en todas las áreas del planeta. Lo que anuncia un período de convulsiones mundiales, aún imprevisibles, pero casi con toda seguridad superiores a las vividas en estos últimos 15 años.

Estados Unidos está desde hace décadas en una fase de agudo declive imperial que no hace sino acelerarse. Su hegemonía no se corresponde ya con la realidad del mundo, la correlación de fuerzas surgida tras el fin de la Guerra Fría y el nuevo equilibrio de poderes internacionales.

La llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU es el triunfo de uno de los dos sectores en los que está dividida la clase dominante norteamericana sobre ese problema capital: qué línea seguir para gestionar el declive de la hegemonía norteamericana en el planeta; aún más acelerado en los últimos 15 años tras los fracasos de Bush y Obama por detenerlo.

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Todo lo que Donald Trump ha hecho y dicho, sus primeras medidas como presidente y los nombramientos para su administración, ponen de manifiesto que el sector de la clase dominante que ha llegado a la Casa Blanca lo hace con una línea claramente definida, tanto en el terreno internacional como en la economía y la política interior, al menos en sus ejes fundamentales.

En el plano internacional definida por colocar el cerco y la contención de China como eje de la política exterior. Acercamiento a Putin para romper o debilitar la alianza Moscú-Pekín (y también a Turquía, dos jugadores clave), a cambio de reconocer sus intereses en la Europa Báltica y del Este, en Oriente Medio, Asia Central y el Cáucaso. Y, por otro lado debilitamiento de los lazos de seguridad y defensa con algunos de los hasta ahora principales aliados de Washington como Europa o Arabia Saudí, que para la línea Trump pasan a jugar un papel secundario en el nuevo orden mundial, al concentrar el eje de sus intereses geoestratégicos en la región de Asia-Pacífico.«El cerco y la contención de China son el eje de la política exterior, junto al acercamiento a Putin para romper o debilitar la alianza Moscú-Pekín»

Política de rearme masivo, incluido el armamento nuclear. Con un doble objetivo: Ampliar la sideral distancia militar que les separa de sus rivales; y convertir el complejo militar industrial en motor del relanzamiento de la economía norteamericana. Trump ha anunciado en su programa la inversión de 1 billón de dólares en políticas de en infraestructuras y defensa. Recursos que sin duda serán recaudados en todo el planeta como “impuestos de guerra”.

En el plano interno, el regreso al proteccionismo y al nacionalismo económico, el aumento del gasto público, y por lo tanto del endeudamiento. Imposición de aranceles a los productos extranjeros, especialmente chinos. Voladura de los tratados internacionales de libre comercio firmados o por firmar por EEUU para presionar a las grandes compañías norteamericanas a invertir en Estados Unidos.

Por otro lado, recortes en el limitado Estado del bienestar norteamericano, mientras se prometen privilegios fiscales (rebaja de impuestos de sociedades del 35% al 15% o acabar con las regulaciones a la banca impuestas por Obama tras la crisis de 2008). Y extensión de la xenofobia y el racismo (y un proceso de derechización y ataque a las libertades civiles) como instrumentos de control social, para impedir que las reivindicaciones de la clase obrera blanca se unan con las de los negros, hispanos e inmigrantes.

Cambio de rumbo y nuevo orden mundial

La llegada de Trump a la Casa Blanca ha abierto una nueva situación. La línea que representa supone un cambio de rumbo y todo un reordenamiento de la cadena imperialista, con una nueva jerarquía y otro sistema de alianzas, con cambios y reajustes en todas las áreas del planeta. Lo que anuncia un período de convulsiones mundiales, aún imprevisibles, pero casi con toda seguridad superiores a las vividas en estos últimos 15 años.

Las medidas y acciones en los días previos a su investidura y los primeros quince días de su presidencia, poniendo en marcha algunas de sus propuestas electorales más polémicas, han generado una cadena de reacciones en todo el mundo y son sólo un adelanto de los terremotos y turbulencias que están por venir.

Cuestionamiento de la política de “una sola China”, tras la conversación telefónica con la presidenta de Taiwan. Y nombramiento de altos cargos conocidos por sus posiciones antichinas.

Elogios a Putin y aviso de que se podrían retirar las sanciones a Rusia impuestas por la guerra de Ucrania. Junto al nombramiento de Rex Tillerson, ex jefe de la petrolera ExxonMobil, como secretario de Estado, con estrechos lazos con la Rusia de Putin.

Orden ejecutiva para levantar el muro con México, que pagarán los mejicanos con una tasa del 20% a las importaciones mejicanas.

Retirada del acuerdo de Transpacífico firmado por Obama y anuncio de renegociación del tratado de libre comercio con México y Canadá.

Veto durante 90 días a la entrada de refugiados e inmigrantes de nueve países de mayoría musulmana. Lo que ha prococado no sólo rechazo masivo en Estados Unidos, sino repulsa en todo el mundo. Especialmente en la Unión Europea de Francia y Alemania, llamando a unirse ante estas políticas. Y a las declaraciones de Trump en diarios como The Times y Bild apoyando el Brexit y pronosticando la descomposición de la UE o calificando a la OTAN como “obsoleta”.

Cancelación de inversiones millonarias en México de multinacionales como General Motor, Chrisler, Ford, WW o Toyota para dirigirlas a sus empresas en EEUU, ante las amenazas de gravar sus vehículos. Amenazas también a las tecnológicas como Apple, Microsoft… «La cadena de reacciones en todo el mundo son sólo un adelanto de los terremotos y turbulencias que están por venir «

Además de la orden para poner fin al “Obamacare” (la reforma sanitaria de Obama), defender la tortura o destituir a la Fiscal General por oponerse al veto a los refugiados.

Y la orden ejecutiva para acabar con la reforma financiera de Obama aprobada tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008 que llevó el sistema financiero al borde del colapso.

Europa: fracturas de desintegración

Trump va a potenciar las fracturas de desintegración europea. Ante todo porque el nuevo diseño global de la geoestrategia norteamericana para concentrarse en la contención de China y en el área Asia-Pacífico, relega a Europa a un papel secundario. Pero también porque la línea Trump ha dado sobradas muestras de que apuesta por una Europa más débil y desectructurada, extendiendo el “brexit”a otros países.

La nueva línea que llega desde Washington alienta las fuerzas centrífugas europeas como los partidos de la ultraderecha que en Francia, Holanda o Alemania aspiran a jugar un papel decisivo en los procesos electorales a celebrar este mismo año. No parece que estas fuerzas vayan a tener la mayoría suficiente para imponer el “brexit” en sus países, pero sí para hacer que esta sea una grieta cada vez mayor.

Que Europa ocupe un papel secundario en la nueva era Trump no quiere decir que vaya a aflojar su dominio. Al contrario, cuanto más desunida y degradada esté la UE mejor podrá ser sometida a la estrategia global y las necesidades de la hegemonía norteamericana.«La nueva línea que llega desde Washington alienta las fuerzas centrífugas europeas»

Una “OTAN obsoleta” es el punto de partida para exigir un mayor compromiso y más “tributos de guerra”, económicos y militares, a los países europeos.

Aún está por ver hasta qué punto Trump está dispuesto a desgarrar las costuras de Europa, y cómo y hasta dónde van a llevar su firmeza en la respuesta las burguesías monopolistas europeas que, de entrada, rechazan las políticas puestas en marcha por la nueva Administración y las declaraciones de Trump sobre el Brexit y la Unión Europea y que han llevado al Parlamento Europeo a vetar al embajador para la UE, Ted Malloch, un antieuropeista que se declaraba partidario de trabajar por el final del euro y la UE.

Nos adentramos en una nueva etapa llena de incertidumbres y nuevas exigencias.

La división en la clase dominante

La fase de agudo declive imperial en la que está Estados Unidos ha generado una aguda división en el seno de la burguesía monopolista y en el “establishment” político y mediático.

La sucesión de enfrentamientos, disputas y tensiones internas (con los servicios de inteligencia, con los medios de comunicación, con los jueces o la descalificación por Trump de la clase política de Washington) han llevado aun hecho insólito, que el presidente saliente apoye las protestas contra el nuevo presidente por el veto a los refugiados y a la entrada de musulmanes, y lleva rumbo de colisión.

Por un lado la fracción más dinámica y competitiva,defensora de la globalización, donde están las grandes corporaciones tecnológicas como Apple, Microsoft, H-P, Dell, Cisco, Intel Symantec,.., o las multinacionales del automóvil, representadas por Clinton y Obama, buscan mantener una hegemonía norteamericana consensuada entre las diferentes potencias, en la que EEUU ejercería el papel central de árbitro político.

Por otro, el sector de la burguesía monopolistas norteamericana que apoya y alienta la nueva línea Trump, que antes apoyaron a Bush buscando imponer por la fuerza militar su hegemonía y ahora parecen haberse radicalizado todavía más apostando por Trump. Sector vinculado entre otros a las petroleras (Exxon, Chevron…), las grandes empresas de la construcción y auxiliares (Betchel, Hallyburton, Carterpillar, Alcoa…) o a los gigantes del complejo militar industrial (Boeing, General Electric, General Dynamics, Lockheed, Raytheon, McDonell Duglas, Northrop…).

Los dos sectores llevan décadas de enfrentamiento, pero a medida que se acelera el declive se intensifica la división y el enfrentamiento alcanza niveles más altos.

“¿Hasta qué nivel de desorden y confrontación interna se llegará? ¿Cómo se proyectará en todo el mundo?” Se pregunta el corresponsal de La Vanguardia, Rafael Poch, en París en un artículo titulado La Pelea de Washington. Y es que el enfrentamiento de las dos líneas es una contradicción interna que se libra no sólo en el interior de EEUU, es global y se refleja en cualquier rincón del mundo donde están en juego los intereses de la superpotencia.

Y una profunda fractura social

A la aguda división de la clase dominante, hay que sumar también en el frente interno una profunda fractura social. Provocada por un lado por el establishment encarnado por Clinton que ha sacrificado y conducido a la desesperación y el empobrecimiento a una parte de la sociedad norteamericana, especialmente entre la clase obrera blanca y clases medias, mientras se concentraba aún más la riqueza en el 1% de la población.

Y por otro, por el racismo y la xenofobia, el ataque a las mujeres y los derechos civiles esgrimidos durante la campaña electoral y acentuados con las primeras medidas que han polarizado a la sociedad norteamericana entre los partidarios de sus medidas y los que se oponen frontalmente.«La sucesión de enfrentamientos, disputas y tensiones internas lleva rumbo de colisión»

La Marcha de las Mujeres al día siguiente de su investidura concentró en numerosas ciudades de EEUU más de 4 millones de personas. El rechazo al veto a los refugiados e inmigrantes ha llenado plazas y aeropuertos de manifestantes.

Una fractura que tenderá a profundizarse aún más en la medida que Trump lleve adelante sus políticas y el imperio exija nuevos tributos.

España como eslabón débil

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca supone un giro en las relaciones internacionales y un reordenamiento de la cadena de países bajo hegemonía norteamericana, en la que España, como eslabón débil, va a sufrir especialmente las sacudidas del nuevo orden mundial.

Sometidos tanto al aumento de las fracturas de desintegración europea en el terreno político y económico y al nuevo papel de la OTAN en el terreno militar, como a mayores exigencias y más intervención de Washington en todos los terrenos. Lo más previsible es que la nueva Administración potencie las exigencias a través de la intervención directa y bilateral al margen de Bruselas.

En lo económico para que las reformas que garantizan los beneficios de las multinacionales norteamericanas se mantengan, incluso se profundicen. Y sobre todo para que las puertas de acceso a nuevos sectores de nuestra economía se abran aún más para los grandes capitales norteamericanos. Sin descartar repercusiones, ahora mismo imprevisibles de su vuelta al “nacionalismo económico”, en la actuación de sus multinacionales en nuestro país.

En el terreno militar Trump se van a redoblar las presiones para que aumenten los “tributos de guerra”, duplicando ya los presupuestos de Defensa (otros 10.000 millones de euros), y la presencia militar española en escenarios de guerra con tropas de combate sobre el terreno. A la espera del nuevo papel que el Pentágono asigne a las bases norteamericanas en nuestro país.

En estas condiciones la posición que Washington adopte sobre asuntos cruciales de la política española, como el “caso catalán”, va a ser determinante, ya que incluso, como dice Enric Juliana en unos de sus artículos, “el independentismo catalán podría ser utilizado como un ariete contra la Unión Europea”.

La defensa de la soberanía nacional, relegada y silenciada también desde la izquierda en los últimos años, pasa a estar cada vez más en primer plano. Afrontarla y avanzar en ella será imprescindible para hacer frente a los nuevos retos que nos plantea la era Trump y dar una salida favorable a las demandas de nuestro pueblo. Porque el problema principal al que nos enfrentamos no es, como dice la mayoría de la izquierda, a un Trump “reaccionario”, que lo es, sino a su línea para aumentar el dominio sobre nuestro país y sus proyectos de intervención y el saqueo. «La defensa de la soberanía nacional, relegada y silenciada también desde la izquierda en los últimos años, pasa a estar cada vez más en primer plano»

Estamos ante nuevos desafíos, pero también ante nuevas oportunidades para forjar una unidad amplia que haga frente a las imposiciones del Imperio.

También en el terreno internacional, de forma especial defendiendo la unidad del mundo hispano e iberoamericano frente a los muros y las agresiones de la nueva línea Trump.

Un “tigre de papel”

Vista de conjunto entramos en una nueva fase llena de incertidumbre y turbulencias, en la que se ha puesto patas arriba el orden mundial. Se intensifican los desafíos a los que nos aboca EEUU, pero su declive inexorable también abre nuevas oportunidades para el avance de los pueblos y la lucha por la soberanía y la independencia nacional.

La hegemonía norteamericana no se corresponde ya con la realidad del mundo. Las condiciones externas para el final de la hegemonía norteamericana están dadas. Estados Unidos ya no es lo suficientemente poderoso como para mantener y detener el declive de su hegemonía mundial.

Y, en todo caso, la línea Trump las deteriorará aún más si lleva adelante su línea de rearme, injerencia y saqueo.

Pero los imperios no colapsan por los factores externos, sino por las divisiones y enfrentamientos de su núcleo dirigente. Desde la antigua Roma a la implosión de la Unión Soviética. ¿Estamos entrando en un nuevo período en el que la fractura entre la clase dominante norteamericana sea irreconciliable y se convierta en un factor catastrófico para el hegemonismo norteamericano?

No sabemos cómo, a qué ritmo y en qué medida se desarrollará esta contradicción. Como decía Mao Tsé Tung “EEUU es un tigre de papel” pero no caerá por sí sólo, aún requerirá tiempo y tácticamente debemos tomarlo muy en serio.

Debemos prepararnos para afrontar los nuevos desafíos intensificando la organización y la movilización de las fuerzas populares y revolucionarias.