El viento huracanado que llevó a Trump a la presidencia de EEUU, y ha causado ya efectos devastadores en toda América, comienza a azotar las costas del Viejo Continente. El equipo de Trump trabaja a destajo para armar una coalición de fuerzas reaccionarias que le permita, si no tomar el poder en Europa, sí convertirse en una fuerza capaz de minar las instituciones y marcar la agenda política europea. El próximo 26 de mayo Europa vivirá una batalla inédita, que ya no se reduce al clásico enfrentamiento entre populares y socialdemócratas, o entre derecha e izquierda, sino que tendrá que afrontar una nueva amenaza: una coalición de derecha extrema que aspira a dinamitar la UE.
Desde hace dos años, desde la victoria de Trump en las elecciones estadounidenses y su irrupción al frente de la superpotencia americana, Europa vive una situación inédita. Su principal socio y aliado, EEUU, actúa a todos los efectos como un enemigo declarado de la Unión Europea.
Trump no solo inspiró y saludó como un logro propio el brexit, la salida del Reino Unido de la Unión Europea (el golpe más duro a la UE en toda su historia), sino que alentó a otros países a seguir ese camino, señaló a Alemania y a la canciller alemana Angela Merkel como un enemigo y no dudó en iniciar una guerra comercial contra Europa, dejando estupefactos a los aliados más fieles y leales que EEUU ha tenido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Matteo Salvini, el Ministro del Interior italiano, dirige el trabajo de coordinación
Cada encuentro de Trump con los líderes de los tradicionales aliados europeos de EEUU ha sido un desencuentro mayor. Empezó por exigirles más dinero para la OTAN, luego rompió unilateralmente varios tratados, como el de Irán o el del clima, después pidió ventajas unilaterales para los productos estadounidenses y acabó abriendo una guerra comercial cuyos efectos ya empiezan a notarse en el enfriamiento de las economías europeas.
Pero Trump no se ha limitado a desafiar a los líderes europeos y a protagonizar enfrentamientos y desaires. Ante la resistencia de muchos de ellos a cumplir a rajatabla las nuevas órdenes que emanaban de la Casa Blanca, esta se ha lanzado a capitanear una estrategia de gran calado dirigida a modificar, desde dentro, la correlación de fuerzas en Europa, cambiar el mapa político del Viejo Continente y crear una atmósfera política en Europa favorable a las nuevas tesis de Washington, y su peculiar forma de afrontar, ante todo, la emergencia del gigante chino.
En lugar de seguir la línea adoptada en su día por Bush, que, para vencer la resistencia franco-alemana ante la guerra de Irak, forjó un bloque con el Reino Unido, España, Italia y Polonia (con Tony Blair, Aznar y Berlusconi al frente) para dividir a la UE y sumar fuerzas a su política, la línea de Trump es mucho más beligerante y peligrosa, pues consiste, ni más ni menos, en crear un nuevo polo de referencia en Europa, un polo que aglutine a todas las fuerzas de la ultraderecha y la derecha extrema en torno a un programa común coincidente en lo esencial con las tesis de la Casa Blanca, y con ese ariete torpedear desde dentro la UE. Salvando las distancias históricas, y la diferente naturaleza del imperio estadounidense, lo que Trump intenta no está muy lejos de lo que hizo el nazismo en los años treinta del siglo pasado, esto es, fomentar y encabezar las fuerzas profascistas y filonazis de todo el planeta.
Orbán, el Primer Ministro húngaro, empuja al Grupo de Visegrado (Polonia, Chequia, Hungría y Eslovaquia) a sumarse a la estrategia
La tarea corre a cargo del hombre que fue el cerebro estratégico del éxito de Trump en EEUU: el ideólogo y comunicador ultraderechista Steve Bannon, que lanzó la cruzada por la supremacía del hombre blanco, la hegemonía del imperio americano y la utilización de la propaganda por las redes, utilizando las fakes news para trazar un nuevo rumbo que permitiera revertir el notorio y creciente declive de EEUU. Bannon impulsó el estilo de romper todas las reglas, no respetar nada ni a nadie, convertir mentiras en consignas y crear climas falsos de opinión para conseguir que millones de blancos que habían perdido su trabajo dieran su voto a un millonario defraudador y gangsteril. Bannon consiguió que el creciente odio a las élites por parte de la población, acrecentado durante la reciente crisis, se canalizara hacia un presunto outsider del sistema, que en realidad es la expresión del lado más perverso e inquietante del sistema.
Una vez logrado el propósito de llevar a Trump a la Casa Blanca, este hizo como que se deshacía de Bannon, a causa de su perfil demasiado extremista y racista, pero la realidad es que Bannon ya había comenzado a hacerse cargo de otra tarea del máximo interés para los sectores de la burguesía monopolista americana que respaldan la actual línea de Washington: una vez alcanzado el poder en EEUU, tomarlo a continuación en Europa.
La tarea no es sencilla, pero en apenas dos años la estrategia ha dado un notable salto adelante. Si hasta ahora las fuerzas políticas europeas de ultraderecha navegaban un poco cada una a su aire y se limitaban a colaborar en un grupo común en el seno del Parlamento europeo, en estos dos últimos años no solo esa colaboración se ha hecho más estrecha, sino que ha comenzado a sumar a nuevas fuerzas, incluyendo fuerzas que estaban hasta ahora integradas en el seno del PPE (como el partido gobernante de Hungría, liderado por Orbán) y otras que hasta hace nada eran extraparlamentarias, pero que en este periodo han dado un significativo salto cualitativo, como Alternativa por Alemania, que ya es el tercer partido de Alemania tras las pasadas elecciones generales. En cuanto al liderazgo, también se ha producido un cambio sustancial, con la aparición de figuras como Matteo Salvini, líder de La Liga italiana y Ministro del Interior de Italia, que ha comenzado a ejercer un trabajo de liderazgo y coordinación. Salvini se ha reunido varias veces en los últimos meses con Marine Le Pen, del antiguo Frente Nacional francés (partido que aspira a ganar las elecciones europeas en Francia dado el gran desgaste de Macron), y con Orbán (Primer Ministro húngaro) con la finalidad de coordinar una gran coalición europea de fuerzas de ultraderecha que aspire a ganar incluso las elecciones al Parlamento Europeo del próximo 18 de mayo.
En dicho frente podrían llegan a estar integrados los siguientes grupos: el antiguo Frente Nacional francés (ahora rebautizado como Reagrupamiento Nacional), La Liga italiana, los partidos gobernantes en Hungría y Polonia, tal vez los que gobiernan en Chequia y Eslovaquia, el Partido Liberal de Austria (en la actualidad en el Gobierno austriaco, en coalición con el PP), Alternativa por Alemania, el Partido por la Libertad de Holanda de Geert Wilders (que con 20 escaños fue el segundo más votado en los últimos comicios holandeses), los Demócratas de Suecia, los Verdaderos Finlandeses (que en las últimas elecciones se erigieron ya en el tercer partido más votado en Finlandia, con casi el 20% de los votos), distintas fuerzas de la ultraderecha belga, el Partido Popular Danés (que en 2015 ya consiguió hasta el 21% del voto)… y ahora, en España, el recién llegado VOX, que de la nada se aupó en las recientes elecciones andaluzas hasta casi el 15%. Y por si el brexit no se consuma de inmediato y el Reino Unido llegara a participar en las próximas elecciones europeas, el líder del brexit, el ultraderechista Nigel Farage, acaba de anunciar la creación de un nuevo partido, que sin duda concurriría a esas elecciones… para añadir más leña al fuego.
La primera diferencia con respecto a otras elecciones anteriores es que estas fuerzas, que en su mayoría en el pasado eran fuerzas con escaso peso y eco en sus países, fuerzas marginales o residuales, que en pocos casos podían intervenir en las grandes decisiones, hoy, en cambio, la mayoría de ellas han pasado a ser en cierto modo decisivas: o bien están en los gobiernos, o bien respaldan gobiernos que dependen de ellas, o bien se han convertido en fuerzas que de algún modo marcan la agenda del debate político.
La ultraderecha ya no es una fuerza marginal, sino decisiva en muchos países europeos
La segunda es que antes no eran fuerzas que contaran con el respaldo decisivo de la Casa Blanca. El viento huracanado que llega de Washington es un impulso que las empuja y que sin duda representa un peligro muy serio.
La tercera es que esta vez hay un trabajo serio y planificado de coordinación. Steve Bannon, que ya ha abierto su oficina en Europa, coordina el trabajo y mantiene la relación directa con John Bolton, el hombre más influyente en la actualidad en el entorno de Trump.
Tres o cuatro ejes vertebran la posible unidad de estas fuerzas en su asalto al Parlamento Europeo: su euroescepticismo, que va desde los que quieren sacar a su país de la UE a quienes quieren abandonar el euro y, desde luego, todos comparten su oposición a la actual Comisión Europea de Bruselas, su política antiinmigración, que se ha visto respaldada por la agresiva línea de Trump, su deseo de “poner orden” en sus países, su ultraliberalismo económico y su militarismo. Todas ellas señas de identidad compartidas con la línea de Trump.
No es sencillo desde luego articular con todas estas fuerzas un frente común y duradero, pero ese es sin duda el propósito de la actual administración estadounidense, que, tras sus éxitos en Colombia y Brasil, se apresta ahora al asalto de la fortaleza europea, aportando su estrategia vencedora, su manera gangsteril de hacer política, su absoluta falta de escrúpulos, sus poderosos medios de propaganda y su dinero.
Atentos pues a una jugada que entraña un riesgo mortal para el futuro de Europa y para el futuro de la libertad.