El republicano gana con claridad las elecciones presidenciales en EEUU

Trump gana las elecciones en EEUU: terremoto mundial

Tras la campaña electoral más reñida de la historia de EEUU, Donald Trump ha ganado las elecciones sacando una clara ventaja a su oponente, Kamala Harris. El trumpismo vuelve a la Casa Blanca y la incertidumbre recorre el planeta

Trump ha ganado las elecciones, y volverá por segunda vez a la Casa Blanca. Lo hará acumulando un enorme poder político, al controlar los republicanos las dos alas del Capitolio -la Cámara de Representantes y el Senado- además de la Corte Suprema.

Aunque aún está por ver en qué políticas -internas e internacionales- se concretará el “trumpismo 2.0”, el retorno del republicano al Despacho Oval es un terremoto político para EEUU y para el mundo.

Después de que las encuestas reflejaran durante meses un empate recalcitrante -50%/50% para ambos candidatos en las últimas semanas, las urnas han despejado la incógnita.

Trump no ha ganado por la mínima, sino de manera clara, con más de 277 votos electorales. Aunque los resultados no están cerrados, el republicano ha ganado en votos 70,8 millones, casi cinco millones más que los 66 millones de Harris. Ha ganado en todos y cada uno de los “Estados péndulo” en los que se decidía el desempate presidencial.

Resultados provisionales que dan a Trump más de los 270 votos electorales para proclamarse presidente

A diferencia de su primer mandato, Trump retorna a la Casa Blanca sin cortapisas en el poder legislativo o judicial, concentrando un enorme poder. Los recuentos también apuntan a una victoria republicana en la Cámara de Representantes, que renueva la totalidad de sus 435 escaños. Los conservadores ya se hicieron por la mínima con el control el Senado, pero ahora esa hegemonía ha quedado reforzada. Además, Trump cuenta con una supermayoría en el Tribunal Supremo de los EEUU.

Trump ha ganado con claridad en las zonas rurales, e incluso ha avanzado entre sectores de la sociedad que tradicionalmente han estado muy escorados hacia el voto demócrata, como latinos y afroamericanos.

Muchos se preguntan cómo es posible que un reo de la justicia, un expresidente responsable de algo tan grave como el asalto al Capitolio, haya ganado en las urnas contra una fiscal, contra la «sonrisa de Kamala», contra una candidata que a mediados de agosto tuvo su ‘momentum’ con un fuerte impulso de popularidad.

Donald Trump ha hecho campaña (demagógicamente) con problemas como la economía, inflación y empleo, factores clave en una carrera reñida. Derkaoui Abdullah (Marruecos)

¿Se acuerdan del «¡es la economía, estúpido!» que Bill Clinton le espetó a Bush padre allá por 1992? Pues a esto se ha acogido -de manera demagógica- Donald Trump para hacer campaña contra Kamala Harris.

A pesar de todas sus declaraciones -el famoso «pay them more», diciendo a los empresarios que «pagasen más» a sus trabajadores- Biden es un representante puro de la clase dominante norteamericana, y sus políticas han permitido bancos, monopolios y grandes corporaciones seguir concentrando la riqueza, empobreciendo a amplias capas de los trabajadores, especialmente en zonas deprimidas como el «Cinturón del Óxido» que de nuevo han votado mayoritariamente por los republicanos.

La inflación ha golpeado duramente el bolsillo de millones de estadounidenses, así que Trump ha repetido macaconamente una pregunta en sus mítines: «¿Vivís ahora mejor o peor que cuando yo era presidente?». La respuesta a esto la han dado las urnas.

Las consignas contra «Genocide Joe» han sido una constante durante un año de movilizaciones propalestinas en EEUU

El otro factor es la guerra en Oriente Medio. El apoyo cerrado que Biden y Kamala han dado, durante todo un año, al genocidio de Israel en Gaza, a la invasión de Líbano o a la escalada de tensión en la región, con más de 18.000 millones de dórales en ayuda militar, y con blindaje diplomático y político frente a cualquier sanción o iniciativa en el Consejo de Seguridad de la ONU, han despertado la ira y el rechazo de amplias capas de la población norteamericana, y especialmente de sectores del electorado tradicionalmente demócratas -juventud y universitarios progresistas, minorías étnicas, específicamente musulmanes e indígenas americanos- desmovilizándolos de votar a Kamala Harris.

Así lo analiza Haizam Amirah-Fernández, del Real Instituto Elcano: «Algunos lo vimos venir. [El apoyo de Biden al genocidio en] Gaza desmovilizó al voto demócrata, joven y progresista. El enorme apoyo económico a la guerra movilizó a votantes republicanos contrarios a ese despilfarro. Esos márgenes han marcado la diferencia. Trump es el legado de la Administración Biden»

Hay otro hecho que es altamente significativo. Es la primera vez en la historia norteamericana que los EEUU cambian tres veces consecutivas de presidente en tres citas electorales seguidas.

Ninguno de los últimos tres mandatos norteamericanos ha tenido continuidad en una segunda presidencia. Esto no sólo es fruto de la profunda polarización de la propia sociedad norteamericana, sino de la profunda división en el seno de su clase dominante, que está dando “virajes” bruscos en el timón de la superpotencia.

Este hecho y la victoria de Trump solo se puede entender desde el ocaso imperial y la agudísima división de la clase dominante norteamericana, enfrentada en una lucha de fracciones cada vez más bronca, justamente a causa del avance del ocaso.

La linea de Biden ha cosechado, como lo hizo la de Trump, éxitos parciales en la construcción del frente antichino, en el mayor encuadramiento de los aliados europeos -fortaleciendo y ampliando la OTAN, dirigiéndola contra China- y en la recomposición de las relaciones trasatlánticas mediante formas más «suaves» en lo político. Y también en el plano económico, en la penetración de los capitales de Wall Street en Europa o en los beneficios oligárquicos. A pesar de los regalos de Trump, a la gran banca norteamericana le ha ido tres veces mejor con los demócratas. De hecho, en la campaña electoral Kamala Harris logró reunir más dinero -procedente de donaciones oligárquicas- que Donald Trump.

Pero no ha conseguido revertir, ni detener, ni frenar el ocaso imperial. Esta es la razón de los sucesivos «volantazos», de que ante la falta de una alternativa clara que remedie su decadencia como superpotencia, la clase dominante norteamericana apueste por virajes profundos en sus políticas nacionales e internacionales.