Elecciones en Bolivia

Triunfo arrollador de la izquierda en Bolivia

Un año después de un golpe de Estado diseñado desde Washington, y a pesar de un gobierno ultrareaccionario que no ha dejado de hostigar a la izquierda, el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales ha ganado, según resultados preliminares, de forma incontestable y en primera vuelta

Este pasado domingo se han celebrado elecciones en Bolivia, con una altísima participación, cercana al 88%. No se presentaba Evo Morales, que está exiliado en Bolivia, inhabilitado y acusado de “terrorismo”, ni tampoco la presidenta interina, Jeanine Añez, que decidió retirarse para favorecer que el voto de la derecha se concentrara en parar a la izquierda.

Aún no hay resultados oficiales -tardarán varios días, debido a que el Tribunal Superior Electoral (TSE) decidió un recuento de votos deliberadamente lento para no dar lugar a equívocos ni a fraudes- pero las encuestas a pie de urna revelan una victoria abrumadora del Movimiento al Socialismo (MAS) con el 52,4% de los votos, algo que le daría el triunfo en primera vuelta, así como mayoría en Parlamento y Senado. 

Estos resultados “no oficiales” ya han sido reconocidos, tanto por Jeanine Añez como por el jefe de la oposición, Carlos Mesa, así como por todos los medios nacionales e internacionales. «Los resultados en Bolivia cuestionan la tesis del fraude electoral de 2019 y legitiman a Evo Morales», dice incluso un periódico El País que hace un año avaló las tesis de la OEA y los golpistas.

Suponen un enorme triunfo para el pueblo boliviano y para la izquierda de toda Iberoamérica y el mundo, mucho más épico si tenemos en cuenta las condiciones en las que ha sido obtenido, con todo en contra, con un gobierno y una derecha que no ha dejado de hostigar -por medios “legales” y criminales- a los cuadros, militantes y simpatizantes del MAS.

Terremoto popular en los Andes

Un terremoto político llevaba semanas barruntándose en Bolivia, con el runrun de los sondeos de opinión vaticinando la ventaja del partido de Evo Morales con porcentajes que oscilaban entre un 38% y un 45% de intención de voto. Pero ni los más optimistas y entusiastas partidarios de la izquierda boliviana habrían podido adivinar el vuelco -la «paliza», según muchos medios de comunicación latinoamericanos- que el MAS ha dado a las distintas facciones de la derecha golpista y proyanqui.

Los resultados definitivos tardarán varios dias. Pero según cifras de las encuestas a pie de urna -lanzados por la empresa CiesMori para las cadenas de televisión Unitel y Bolivisión- Luis Arce, candidato del MAS ha arrollado en las elecciones con el 52,4% de los votos, mientras que Comunidad Ciudadana (CC) del expresidente Carlos Mesa se queda con el 31,5% de los apoyos. La tercera fuerza más votada ha sido Creemos, del ultraderechista Luis Fernando Camacho, con el 14,1%. 

De hacerse realidad estos resultados en el conteo definitivo, significan no solo el triunfo electoral del MAS y Luis Arce en la primera vuelta, sino que la izquierda pasa a tener la mayoría de escaños en las dos cámaras, Parlamento y Senado. De acuerdo a la Constitución boliviana, las elecciones se ganan en primera vuelta en dos casos: si una opción saca más del 50% de los votos; o si el candidato más votado obtiene diez puntos de ventaja sobre su perseguidor. Según la encuesta de  CiesMori, el MAS cumple la primera y saca más de veinte puntos de ventaja a Mesa. 

Retos y amenazas.

La situación en la que el MAS retoma el gobierno de Bolivia está plagada de dificultades. Tanto Luis Arce como Evo Morales han enfatizado en que ahora la prioridad va a ser la «reconciliación de Bolivia», en unir a una sociedad que ha sido fuertemente dividida, enfrentada y polarizada por las fuerzas golpistas. Pero aún no está clara cual va a ser la respuesta -cuando se confirmen los resultados- de los sectores más reaccionarios de la derecha, especialmente de la separatista oligarquía cruceña de la que se ha erigido representante el «Bolsonaro» de Santa Cruz, el ultraderechista Camacho. 

La combinación mortal de un año de gobierno reaccionario -que ha desmantelado casi todas las políticas sociales de Morales- junto a una pandemia que ha hundido a muchos sectores productivos, ha hundido la economía, haciendo que este año el PIB cierre en el -5,9%. En solo 12 meses de Añez, 1,4 millones de bolivianos han vuelto a la pobreza, y 800.000 a la extrema pobreza, esfumándose una década y media de esfuerzos por hacer crecer la economía, por reducir la pobreza y mantener el desempleo en la tasa más baja de la región.

Algo que va a provocar tensiones sociales y turbulencias políticas que no dejará de aprovechar el actor más decisivo y oculto en esta farsa: el hegemonismo norteamericano. Es posible que la cercanía de las elecciones en EEUU y la incertidumbre sobre la continuidad o relevo del Departamento de Estado hayan ayudado a que el gigante del Norte no pueda estar todo lo pendiente que le gustaría de Bolivia, pero eso no durará demasiado.

Los pueblos avanzan, el Imperio retrocede.

El camino que tiene por delante el MAS no es llano, ni mucho menos. Pero tampoco son escasos sus recursos.

Dentro de una situación convulsa y zigzagueante, dentro de un escenario de enormes dificultades, donde el hegemonismo norteamericano conserva una enorme capacidad de intervención y amenaza… los pueblos avanzan y el Imperio retrocede.

Con todo su poder sobre América Latina, Washington se mueve en un escenario que ya no es el de hace décadas. En los años 70, una dictadura militar con el «Pinochet» de turno había reprimido a sangre y fuego cualquier resistencia popular y exterminado a sus dirigentes. Hoy, la lucha de los pueblos ha impuesto otro terreno de juego, donde EEUU tiene que hacer caer gobiernos manteniendo cierta imagen de «legitimidad democrática», donde hay que dar a los golpes una apariencia «blanda» que restringe su capacidad de maniobra frente a avalanchas de voto popular.

En Brasil está Bolsonaro, pero cada vez más cuestionado, y han tenido que sacar a Lula de la cárcel. Otro tanto pasa en Ecuador, donde el traidor Lenin Moreno persigue a Correa por corrupción, pero donde la revolución ciudadana se reagrupa y tiene cada vez más opciones. En Venezuela hay una enorme tensión, pero no han conseguido hacer caer al gobierno bolivariano. Qué decir de Argentina, donde a la mínima de cambio, el pueblo ha dado la patada al proyanqui Macri y ha llevado a Alberto Fernández a la Casa Rosada. Por no mencionar el maremoto de lucha popular que sacude hoy Chile o Colombia, países en los que hasta hace poco EEUU tenía todo «atado y bien atado».

Visto de conjunto -en medio de un marco complejo y en nada exento de peligros- la situación en el continente hispano es cada vez más favorable a los pueblos, y cada vez más adversa para el Imperio y sus lacayos.

La lección más provechosa que debemos sacar de todo esto -en Bolivia y en el continente- es que todo ello sólo es posible gracias a la organización revolucionaria de los pueblos. Una organización que en el caso del MAS se ha forjado durante décadas de persistente lucha obrera y campesina. Ha sido una larga marcha, de 30 o 40 años, de forjar unidad, de construir organizaciones. En el llano y en la montaña, en las minas y universidades, en cada barrio popular de La Paz, de El Alto, de Cochabamba, Potosí o Sucre. De millones de cabezas y de brazos luchando por crear otro camino para el país, otro destino para el pueblo.

Es gracias a ellos, por ellos y para ellos, que el Sol ha vuelto a salir en Bolivia.