Todos los mayos

Se limita la oleada revolucionaria que sacudió el mundo hace 50 años a la parte que menos ha cuestionado el dominio de los grandes centros de poder mundiales, y que más fácilmente puede ser asimilada por ellos.

Hace exactamente medio siglo una chispa se convirtió en París en el incendio de una rebelión. El mayo del 68 se ha convertido ya en mitología, y eso implica siempre riesgos. No solemos pararnos a pensar quién crea los mitos, y los asumimos acríticamente sin cuestionar la visión de la realidad que nos ofrecen.

Hoy en Francia las principales instituciones del Estado, aquellas que los manifestantes aspiraban a derruir, encabezan las conmemoraciones de una rebelión que iba dirigida contra ellos.

En 1968 el mundo estaba recorrido por una oleada revolucionaria. En el sudeste asiático los pueblos se enfrentaban al dominio norteamericano, y llegaron a derrotarlo. Los pueblos del Tercer Mundo seguían derruyendo el colonialismo. Europa Oriental se revelaba contra el infame reinado de los nuevos zares del Kremlin. En China la Revolución Cultural permitía al marxismo dar un nuevo salto adelante…

Sin embargo, en la mitología creada en torno al 68 todo se reduce a la revuelta parisina o a la contracultura norteamericana.

Iniciamos un serial con el que pretendemos dar una visión completa y veraz, donde los hechos se impongan a los mitos interesados, sobre el momento revolucionario vivido hace 50 años y cuáles son sus consecuencias en el presente.

Esta es la primera entrega, en la que ofrecemos a nuestros lectores una síntesis de lo que se irá desarrollando en posteriores números de Foros21.

El mayo del 68 en París

La rebelión que sí que triunfó

Se valora hoy el mayo del 68 francés como “la revolución que fracasó”. La imaginación no llegó al poder, y tampoco se levantaron todos los adoquines de las calles para que apareciera la playa.

¿Pero realmente fracasó, o por el contrario consiguieron los objetivos que situaron quienes encabezaron las movilizaciones?

Los estudiantes arremetían contra todas las instituciones que simbolizaban un poder que en las sociedades de capitalismo desarrollado se había fortalecido tras la IIª Guerra Mundial. Los obreros -suele olvidarse que en Francia, en 1968, nueve millones de huelguistas protagonizaron la mayor movilización sindical desde hacía décadas- denunciaban un desarrollo en beneficio de una ínfima minoría propietaria de los grandes bancos y monopolios.

La sacudida del 68 tuvo un elevado componente revolucionario, obligando al capitalismo a cambios que hoy disfrutamos -en el terreno social, cultural…- y que no hubieran tenido lugar sin esas movilizaciones.«En la mitología creada en torno al 68 todo se reduce a la revuelta parisina o a la contracultura norteamericana»

Pero el impulso revolucionario acabó restringido a dos grandes ambiciones: la liberalización de las costumbres y el combate para acabar con un gobierno de De Gaulle considerado la representación del viejo mundo.

En ambos terrenos obtuvieron éxitos. El capitalismo tuvo que cambiar, abrir la mano, permitir cosas que antes estaban proscritas. En Francia y en EEUU, e incluso en la España franquista, la sociedad cambió y ya no podía ser enclaustrada en los viejos corsés.

El cambio fue a mejor. ¿Pero eso era la revolución? El capitalismo demostró flexibilidad para incorporar demandas sociales, fortaleciendo al mismo tiempo su dominio de clase.

Una nueva vuelta de tuerca gatopardiana donde lo importante es que todo cambie como única vía para garantizar que todo lo realmente importante permanezca igual.

En realidad, el único saldo político real de las convulsiones del mayo parisino fue el final de los gobiernos de De Gaulle y la línea que representaba. Tradicionalista y derechista en muchos aspectos, pero que criticó la intervención norteamericana en Vietnam, sacó a Francia de la estructura militar de la OTAN y defendió una Europa independiente de ambas superpotencias, tanto de Washington como de Moscú.

La oculta oleada revolucionaria del 68

De barrios latinos y selvas vietnamitas

En 1968 todo el planeta se veía sacudido por convulsiones revolucionarias que tendrán enormes consecuencias, y que siguen determinando la actualidad.

Pero su epicentro no estaba en las multireproducidas manifestaciones en el barrio latino de París, sino, por ejemplo, en alguna selva vietnamita.

Allí, el pueblo de un pequeño país asiático se enfrentaba en solitario a una superpotencia norteamericana entonces invicta. No solo no fueron aplastados, como dictaban todos los cánones de la lógica, sino que derrotaron de forma completa a los EEUU, colocándolos desde entonces a la defensiva.

De la oleada descolonizadora nació un Tercer Mundo que había conquistado nuevos Estados en arduas luchas que liquidaron los viejos imperios coloniales, y que va a tener un protagonismo cada vez más activo frente al dominio norteamericano.

En Praga una primavera se alzaba contra el invierno del asfixiante control soviético. El presidente checoslovaco, Alexander Dubcek, impulsaba un programa que incluía el aumento de las libertades de prensa, expresión y circulación, limitaba el poder de la odiosa policía secreta, y planteaba una política exterior con aspiraciones de autonomía respecto a Moscú.

Los tanques soviéticos invadieron Checoslovaquia, liquidaron la primavera de Praga y mantuvieron ocupado militarmente el país durante décadas. Pero el ejemplo de la rebelión checoslovaca se extendió, a Polonia, a Egipto… los pueblos se levantaron contra la bota de Moscú, y como en Vietnam, acabaron triunfando frente al dominio de una superpotencia que parecía invencible.«La oleada revolucionaria que golpeó los mismos cimientos del orden imperialista, y por ello la más relegada al olvido, tenía su epicentro en Vietnam, en Praga, en China…»

La degeneración soviética, que transformó el primer país socialista, la URSS de Lenin, en un putrefacto fascismo y en una superpotencia cuyas ambiciones se cernían como una espada de Damocles sobre todos los pueblos, recibió en China una justa respuesta.

La Revolución Cultural desarrolló y fortaleció el marxismo, y como sucedió con la Revolución de Octubre, desencadenó una catarata donde se fundaron multitud de partidos pensamiento Mao Tse-Tung en todo el mundo, muchos de los cuales jugaron, y siguen jugando, un importante papel en el avance de la revolución en todo el mundo.

Estas son justamente las partes de aquella oleada revolucionaria que, cincuenta años después, más ocultas permanecen. Justamente las que más contribuyeron a cuestionar el dominio del capitalismo y las grandes potencias.