SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Todo falso: de los brotes verdes de ZP a los azules de Rajoy

Vengo a coincidir con el conjunto de dirigentes populares, y con buena parte de los analistas y estudiosos de la realidad española que en el mundo haya, en que la situación en España ha mejorado de manera notable en los últimos meses y que, como señalaba Carlos Sánchez en su pieza del pasado miércoles, podemos hablar de un freno en el proceso recesivo patrio y del inicio de una fase de estabilización que él bautizaba, acertadamente, como estancamiento. Por más que se empeñen en decirnos lo contrario, no hay, ni va a haber a corto y medio plazo, crecimiento de actividad y empleo sino, en el mejor de los casos, mera estabilización. En definitiva, y aunque a más de uno le disguste la figura, una L en términos gráficos, más que una U. Que no es poco consuelo, oiga usted, con la que ha caído hasta ahora.

A diferencia de lo que sucedió con los brotes verdes de Zapatero, existe una realidad estadística que va a beneficiar a los chicos de Rajoy y a dar alas a su voluntarista optimismo: el concepto de asíntota o umbral mínimo de factores de producción, sin los cuales un país no puede funcionar: empleo, capacidad de utilización, reposición de bienes de consumo e inversión, mantenimiento de infraestructuras. La proximidad a esta frontera matemática, línea horizontal que configura un suelo, necesariamente ha de venir acompañada de un menor deterioro de las cifras y una ilusoria sensación de mejora. Un ya llueve menos percibido colectivamente. Y es a lo que se aferran, sabedores de que será así, los De Guindos, Montoros y demás compañía.

Pero de ahí a lanzar las campanas al vuelo sobre el futuro económico de la nación, media un abismo. La realidad subyacente a la objetividad de las cifras es mucho más preocupante. Basta con salir a la calle, visitar los comercios o charlar en los benditos bares. Y, aunque el Gobierno se atribuya los méritos de una política de reformas que la ciudadanía y el empresariado no terminan de percibir como definitivas, sólo el electroshock aplicado el pasado verano por el BCE ha permitido mantener con vida al país. Esa es la cruda verdad. Una medida que ayudó a reconducir la atropellada gestión de los primeros meses del PP en el poder -que tanta inseguridad social y jurídica causaron- pero que, del mismo modo, le ha permitido seguir procrastinando con problemas estructurales que exigen pronta resolución. Da tiempo a un político y ponte a temblar.

De hecho, en estos meses de gracia otorgados por el Banco Central no se ha producido un cambio tal que haga creer que sin su ayuda el país pueda salir adelante por sí solo. No se vislumbra un fenómeno de demanda, ni nacional ni internacional, que estimule la creación de empleo. El auxilio de las exportaciones no sólo es cada vez menor en términos interanuales, sino que se basa en una mejora de costes laborales vulnerable. No ayuda ni la congelación del crédito, derivado de una errática e inacabada reforma bancaria, ni la caída adicional en el precio de los pisos con una irrupción de la Sareb, que afecta tanto al valor de la garantía de hipotecas solventes como a la percepción de riqueza de los ciudadanos, ni una política fiscal tanto central como autonómica que sigue mermando la renta disponible de la población.

Más allá de los tópicos interesados de parte, no hay quien encuentre un experto que dé claves de por dónde puede venir la solución a esta ecuación fundamental para el futuro de España que no pase, a corto plazo, por una reactivación de burbujas pasadas o por la dependencia de aquellos sectores, caso de la automoción o el turismo, que han tirado del carro patrio desde la época del Cuéntame. Para este viaje, quítenme las alforjas. No aprenderemos. Si la estructuralidad de las reformas es esta, que venga Dios y lo vea. Seguimos jugando al carril, no a la diferenciación, a la contingencia frente a la excelencia, a lo táctico versus lo estratégico. Cosas de la política. De la autoprotección de la política, I dare to say.

Hay un preocupante dato adicional que pone de manifiesto la vulnerabilidad de esa falaz ‘recuperación’. Y es el hecho de que la deuda pública española sea la que más vaya a crecer de los estados desarrollados en los próximos años, tras haber aumentado en 540.000 millones en los últimos cinco. Un lastre que se ha visto mitigado en los últimos meses por una mejora de nuestros costes de financiación; un hecho que, tras el pánico de hace doce meses, ha convertido en buenos niveles de prima de riesgo de 300 puntos básicos, cuando ni mucho menos lo son (V.A., «Que no les tomen el pelo: una prima a 350 es un desastre«, 21-01-2013).

Este previsible aumento no sólo perjudica a la disponibilidad de recursos para el sector privado –efecto crowding out-, sino que deja el cuadre presupuestario al albur de unos tipos de interés de mercado que correlacionan positivamente con el nivel de endeudamiento y de… incertidumbre. Todo negocio es rotación por margen, como todo coste financiero es volumen por la suma de tasa libre de riesgo más diferencial. Al ritmo que crece nuestro endeudamiento, cada punto porcentual de spread adicional equivaldrá en breve a un 1% de PIB en mayores intereses, lastre adicional para cumplir con los objetivos de déficit fijados por Bruselas. Más agujero igual a más necesidad de fondos, igual a más… Y vuelta al principio.

Lo que vuelve a llevar al debate sobre la austeridad. Si queremos corregir el desequilibrio de las cuentas públicas, controlar el aumento de lo debido y no cercenar la recuperación, hay que simultanear los incentivos al sector privado con los recortes en el tamaño y los servicios prestados por la Administración, por toda la Administración. No queda otra (V.A., «No hay debate, la austeridad es la única solución«, 25-04-2013). Y si la cosa se tuerce, y vaya si se está torciendo, podríamos seguir a nuestro ritmo y mirar de nuevo con ojitos golosos al BCE. Pero poco tardaría Mario Draghi entonces en recordarnos que el auxilio prometido bajo las siglas OMT pasa por una solicitud previa de rescate completo de nuestra economía. Y, de aceptarse, los brotes azules que vislumbra Mariano serían el bonito sueño de una noche de primavera. Que alguien se lo explique, que no se entera.