Tres acontecimientos consecutivos, ocurridos la semana pasada, han servido para ofrecernos una radiografía precisa del estado actual del tablero mundial y el papel reservado a algunos de sus jugadores. Los tres tienen como protagonista a Europa, pero el director de orquesta está al otro lado del Atlántico.
Primero fueron las declaraciones de Obama a un gruo de medios de comunicación hispanos de EEUU, afirmando que si bien resolver la cuestión griega está en primer plano, el verdadero problema está situado en Italia y España. El desplome de las bolsas europeas fue inmediato.A continuación, una serie de informaciones publicadas por el Wall Street Journal poniendo en duda la solvencia de la banca francesa tenía como consecuencia fulminante cerrar a cal y canto el grifo del mercado monetario en dólares a los bancos europeos. Lo que obligó a la rápida acción coordinada de los bancos centrales de las grandes potencias, que les prestarán de forma ilimitada los dólares que necesitan para cubrir sus vencimientos en esa moneda. La Reserva Federal norteamericana se convierte así en el prestamista de ultima instancia del sistema financiero europeo. Bruscamente, Washington ha recordado al eje franco-alemán quien tiene el bastón de mando en un sistema monetario internacional con el dólar como núcleo. Ambos movimientos tenían lugar sólo unas horas antes de que el Secretario del Tesoro norteamericano, Tim Geithner, participara, por primera vez en la historia, en una cumbre de ministros de Economía de la zona euro. Ante las reticencias europeas a los mandatos de Geithner, que llegó a amenazar de “riesgos catastróficos” a la zona euro, Obama se apresuraba a convocar esta misma semana en Nueva York a Sarkozy y Cameron.La secuencia dibuja un premeditado plan de intervención a través del cual Washington persigue diversos objetivos.En primer lugar, y en respuesta al desafío lanzado por los países emergentes tras la discusión sobre el techo de la deuda yanqui, poniendo en cuestión el papel del dólar como única moneda de reserva internacional, EEUU ha dado lo que no puede considerarse más que como un auténtico puñetazo sobre la mesa del tablero regional europeo, demostrando quién manda. Al menos en esta parte del mundo. Baza que, en sus cálculos, debe servir para reforzar su posición en la próxima cumbre del G-20 en noviembre. La injerencia política de EEUU ha llegado a un grado máximo. ¿Qué pasaría si Merkel dijera en una entrevista con la CNN que todo el problema de la economía mundial es consecuencia de la astronómica deuda de EEUU? ¿Es siquiera pensable que un alto responsable económico de la UE acudiera a una reunión del gobierno de EEUU a decirles lo que tienen que hacer? Pues eso es lo que ha pasado esta semana en Europa, con la declaración de Obama y la asistencia de Geithner al Ecofin. Y pueden hacerlo porque, además de los mecanismos de intervención política poseen mecanismos de intervención económica capaces de desestabilizar a los países que dominan. Y los han puesto en marcha, precisamente, contra el país europeo sobre el que seguramente tienen menos capacidad de control político: Francia. El cierre del mercado de dólares a la banca francesa es, como ha dicho el presidente de la gran patronal de Francia, “un complot norteamericano”, basado en el papel del dólar como núcleo del sistema monetario internacional. Los grandes flujos del comercio mundial, como el petróleo, las materias primas o los alimentos, se siguen haciendo abrumadoramente en dólares. Esa es la razón de que la banca europea necesite disponer de una reserva abundante de dólares para poder ofrecer créditos a sus mayores clientes, las grandes corporaciones multinacionales, que piden la divisa estadounidense para hacer este tipo de operaciones. Cerrar la financiación en dólares, es estrangular el sistema bancario europeo. Eso es lo que ha hecho EEUU esta semana pasada. En segundo lugar, la abierta injerencia de la Casa Blanca en los asuntos europeos es el pistoletazo de salida a una segunda fase en la crisis. Es decir, en la intervención y el saqueo de EEUU sobre los países que controla y domina: se acabaron las vacilaciones alemanas, el “escaqueo” francés, las ligerezas italiana y española o el caos griego. El asunto griego hay que resolverlo ya, sí o sí, aunque ello le cueste a Berlín aumentar el riesgo de su deuda soberana y a sus bancos asumir pérdidas millonarias. París ya ha sufrido una primera advertencia: o se cumplen a rajatabla las órdenes del gran patrón (y se pagan a tocateja los tributos que corresponde), o su gran banca puede sufrir un colapso súbito. Para España, junto a Italia, el mensaje es nítido y no necesita ser descodificado. Si hace 8 años Aznar pudo plantearse con Bush el establecimiento de “una relación preferente y privilegiada” con EEUU, ahora es el mismo Washington el que ha dictaminado que pertenecemos, no ya a una división inferior, sino a una especie de “casta de los intocables”, a los que hay que aislar, recluir y condenar poco menos que a la indigencia porque cualquier contacto con ellos es tóxico. Las consecuencias para nuestro país de esta nueva fase en que está entrando la crisis del campo imperialista capitaneado por EEUU no vamos a tardar en verlas en forma de una agudización, todavía no cuantificable pero de dimensiones extremas, del saqueo sobre las rentas y salarios del 90% de la población que ya venimos sufriendo.