El mundo ha temblado al conocer las asfixiantes y criminales normas contra las mujeres del régimen talibán. Grupos de valientes mujeres se manifiestan en Kabul. Y las mujeres de todos los rincones admiramos y respaldamos su indispensable lucha. Hoy todas somos afganas.
Si eres mujer en Afganistán te han condenado a no poder, a no existir. No puedes trabajar, no puedes estudiar, no puedes salir a la calle, no puedes hablar con hombres. No puedes mostrar tu cara, ni tus tobillos, no puedes maquillarte, no puedes llevar tacones, no puedes llevar ropa de color llamativo, no puedes llevar pantalones de campana. Te azotarán si no cumples las normas. Te lapidarán si te acusan de ser infiel.
No puedes salir en los medios, no puedes practicar deporte, no puedes montar en bicicleta, no te puedes reunir para divertirte. No puedes asomarte al balcón de tu casa, ni a la ventana. No puedes hacer ruido al caminar, ni reírte en voz alta. ¡¡Si eres mujer en Afganistán ni siquiera tienes derecho a reírte en voz alta!!
Las caras de las mujeres pintadas en los murales las están tapando, y eliminan de los nombres de las calles y plazas la palabra “mujer”. La mujer no es tratada como de “segunda categoría” sino a un nivel infrahumano, con menos respeto que a un animal.
A pesar de todo, mujeres afganas, que no tienen derecho ni de pasear, han salido a manifestarse en las calles de Kabul. Ellas tienen todo nuestro apoyo, admiración y fuerza. Cuentan con el respaldo de millones de mujeres en todo el mundo, que nos hacemos eco de su voz. Y nuestra más contundente denuncia y condena a los verdugos. No quedarán impunes.
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Ni el burka más espeso
Minerva Bermejo
Herat, Afganistán. 2 de septiembre. Hace tres días que todas las tropas occidentales han abandonado el aeropuerto. Un clima de terror reina en las grandes ciudades, como en esta, la tercera capital del país.
De pronto, medio centenar de mujeres caminan por la calle, portando pancartas y gritando consignas. En ellas se lee “No tengáis miedo, estamos todas juntas”, «Es nuestro derecho tener educación, trabajo y seguridad» y “Ningún Gobierno puede sobrevivir sin el apoyo de las mujeres”. Pronto son interceptadas por un grupo de talibanes, armados, que les ordenan callarse y disolverse.
Las mujeres se encaran con ellos, les plantan cara, les miran a los ojos. Una imagen impensable hace 20 años, durante el primer reinado de terror talibán, cuando se impusieron medidas llevar burka y la prohibición de trabajar, con decapitaciones o lapidaciones para las que desobedecieran.
Las imágenes y los testimonios que llegan de Afganistán, la tenebrosa opresión del régimen medieval que se cierne sobre el país y la población -especialmente sobre las mujeres- encoge el corazón de todo el que las vea. Pero donde hay opresión, hay rebelión. La semilla de la lucha de las mujeres ha arraigado en el país, y ni diez mil noches oscuras, ni el burka más espeso, será capaz de extirparla del todo.