«Terremoto político» es el calificativo con el que forma unánime se ha denominado al porrazo en el tablero político que ha comenzado en Murcia y ha acabado precipitando una moción de censura en Castilla y León, y sobre todo, unas elecciones anticipadas en Madrid. Mucho se está escribiendo ya de la intrahistoria de este asunto -las reuniones secretas entre PSOE y Ciudadanos, los nervios en Génova, las conversaciones entre Ayuso y Casado para pulsar el «botón nuclear»- pero queda por responder dos cuestiones capitales. ¿A qué intereses profundos responde este seísmo, que cambia sustancialmente la política de bloques por una mucho más móvil y abierta? ¿Quién gana, y quién pierde? ¿Contra quién va dirigido el golpe en el tablero?
Cuando ocurre un golpe en el tablero político de esta magnitud, es necesario no enfocar demasiado a los actores en presencia -los protagonistas políticos- y fijarse en el contexto. Estamos en un momento de triple crisis -sanitaria, económica y social- que está siendo aprovechada por las clases dominantes y centros de poder para dar un salto en su proyecto de saqueo contra el 90%. Están en juego, por ejemplo, los 140.000 millones del Fondo Europeo de Reconstrucción, unas «ayudas» que Bruselas quiere condicionar a «cambios estructurales» en terrenos tan sensibles como la reforma laboral o las pensiones.
¿Se pueden gestionar los planes de esos centros de poder, del Ibex35 y del capital extranjero -plasmados en la gran cumbre oligárquica de la CEOE del pasado mes de junio- con un gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, el más a la izquierda de la Unión Europea, que mantiene un notable grado de influencia de la mayoría social progresista, y que plantea permanentemente frenos y cortapisas a los planes más agresivos de la banca y los monopolios? ¿Acaso se puede entender el «terremoto político» sin partir de esto, sin verlo a la luz de los planes, los intereses y las dificultades de los que realmente mandan en España?
Un terremoto contagioso
A las nueve de la mañana del miércoles 10 de marzo, la noticia estallaba en Murcia. PSOE y Ciudadanos presentaban una moción de censura para desbancar al PP del gobierno de la Comunidad de Murcia y varios ayuntamientos, entre ellos el de la capital. Una maniobra que aunque había tenido avisos -la denuncia, dias antes, del vicealcalde de Murcia, de Ciudadanos, a su propio equipo de Gobierno, del PP, por corrupción ante la UDEF, mostraba que el malestar entre los naranjas había cruzado el Rubicón- dejaba a los populares murcianos a los pies de los caballos. La moción tiene los números garantizados -el PSOE(17 escaños) y Cs (6 escaños) suman entre los dos los 23 escaños de la mayoría absoluta- y pondrá fin a 26 años de hegemonía conservadora en la Región de Murcia. Ciudadanos presidirá el Gobierno Regional (siendo la primera CCAA naranja) mientras que el PSOE lo hará en los ayuntamientos.
La moción de censura murciana, justificada por Ciudadanos a raíz por la polémica vacunación irregular del consejero dimisionario Manuel Villegas, y de alrededor de 400 funcionarios y altos cargos del Servicio Murciano de Salud, se había venido fraguando en secreto en las últimas semanas. Y con contactos directos entre las direcciones nacionales de Cs y el PSOE.
Las noticias de Murcia no tardaron en parar las rotativas, saltar a las ondas y a las redes e incendiar los grupos de wassap. La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y el líder del PP, que ya se habían barruntado el asunto, ya habían acordado la contramedida. “Si Ciudadanos se atreve en Murcia, apretamos el botón nuclear”. Así que a Ayuso sólo le faltó la confirmación de Génova. Comenzó, como todos los miércoles a las 9:00, una reunión rutinaria de su Consejo de Gobierno en la Puerta del Sol, que transcurrió de manera cordial y tranquila. La noticia de Murcia apenas fue comentada, porque Murcia es Murcia y Madrid es Madrid. La presidenta estaba pendiente del móvil.
Justo al cerrar la reunión, de repente, Ayuso tomó la palabra y soltó la granada: Bueno, quiero deciros una cosa”, anunció ante el silencio de los presentes. “Creo que hace falta estabilidad en el Gobierno y voy a convocar elecciones”. Los consejeros de Ciudadanos cayeron de bruces, se miraron incrédulos, y luego protestaron. Pero dió igual. «Seguimos siendo compañeros hasta las elecciones», dijo otro. Horas más tarde les llegaría, por motorista, el burofax con su cese.
Sobre las 12:00, Ayuso comparecía ante la prensa sin preguntas para hacer pública su decisión y anunciaba la convocatoria de elecciones para el 4 de mayo y declaraba disuelta la Asamblea de Madrid. Adelantándose a las dos mociones de censura presentadas por PSOE y Más Madrid contra Ayuso, tratando de evitar el adelanto electoral cuando el PSOE no tiene un candidato claro en Madrid, ya que su candidato Ángel Gabilondo entraba en los planes de Pedro Sánchez para nombrarle Defensor del Pueblo. Y Sánchez baraja la posibilidad de repetir en Madrid la “operación Illa”, proponer un ministro como candidato (¿Marlaska, Pedro Duque…?).
¿Habrá o no elecciones el 4 de mayo? Todo depende de que se aclare el embrollo de procedimiento, ya que el Estatuto de Autonomía de Madrid impide disolver la Asamblea, y por lo tanto convocar elecciones, cuando haya una moción de censura en tramitación. Muchos expertos juristas -incluyendo Joaquín Bosh, de la progresista Jueces para la Democracia- consideran que lo más probable es que Ayuso se salga con la suya, y que finalmente hayan elecciones.
Finalmente, la onda expansiva llegó a Castilla y León. El PSOE ha presentado una moción de censura sin tener garantizado los apoyos necesarios. PP (29 escaños) y Cs (12) suman la mayoría absoluta – 41 – mientras a PSOE (35) y Podemos (2) le faltarían 4. En principio esos 4 que tendría que aportar Ciudadanos no parecen garantizados, ya que su cabeza de lista y vicepresidente en el gobierno regional con el PP, Francisco Igea, no parece dispuesto a la operación. También está prácticamente descartado que el terremoto político afecte a Andalucía, donde hay buena sintonía entre PP y Cs.
Repercusiones nacionales
El verdadero terremoto puede estar en la política nacional con repercusiones directas en la correlación de fuerzas a nivel nacional que repercutirían en el gobierno de coalición PSOE-UP y abrirían otras opciones de gobierno en el que podría jugar Ciudadanos, y cuya principal consecuencia sería dinamitar o al menos reducir el papel de Podemos, con ERC y Bildu en el Gobierno y en el Parlamento.
La operación iniciada en Murcia y continuada en Madrid no ha sido una decisión “autónoma” de los dirigentes de Cs y PSOE regionales. Las noticias ponen de manifiesto cómo las mociones de censura al PP se han fraguado en la dirección nacional de estos partidos desde hace semanas.
En Ciudadanos se estaría consolidando un giro a nivel nacional para dejar atrás la línea de Rivera y romper la relación con el PP o cuanto menos impedir que el PP acabe por absorberlos. Arrimadas ha rechazado todas las propuestas de fusión electoral y orgánica (como urde Rivera) con el PP. Y ahora ha declarado que “en Cs no queda nada de Albert Rivera” y que Ciudadanos es una alternativa “de centro, liberal y limpio”; y por lo tanto abierto a las alianzas con el PSOE.
Ampliando la perspectiva, este terremoto y especialmente el giro dado por Ciudadanos supone acabar con la política frentista donde dos bloques irreconciliables -PSOE con Unidas Podemos, junto a apoyos nacionalistas y regionales, por un lado, y los partidos de la «foto de Colón» (PP, Cs y Vpx), por otro- mantenían los vetos cruzados y estaban rotos los puentes para intercambios transversales.
La política pétrea del bloqueo mutuo da paso ahora a otra mucho más gaseosa, fluída… donde las posibilidades y las combinaciones comienzan a abrirse.
¿Quién gana y quién pierde con este nuevo panorama?
La política de bloques y de vetos cruzados no ha logrado hacer caer al gobierno de coalición, ni siquiera le he debilitado sustancialmente. Es cierto que entre las dos fuerzas que lo componen hay diferencias -ideológicas, políticas, organizativas- y que han aparecido ruidosas riñas. Y es cierto también que hay poderosos intereses en amplificar esas diferencias, en poner una lupa para agrandarlas.
Pero a día de hoy, no hay una alternativa a un gobierno del PSOE que se ha fortalecido tras las elecciones catalanas. El partido alfa del Ibex y de Washington, el Partido Popular, la fuerza en torno a la que obligatoriamente debería bascular un «gobierno de los recortes» alternativo al actual, está en horas bajas. No está en condiciones, como desearía Aznar o la Castellana, de reunificar a la derecha para arrebatarle la iniciativa al PSOE.
Pero tampoco es que Unidas Podemos esté en horas fuertes. Sus resultados electorales del último año van desde el desastre absoluto (Galicia, Euskadi) a salvar los muebles (Cataluña). Es el punto más débil del gobierno de coalición y por eso los ataques de la derecha política y mediática, y de los centros de poder, se dirigen sin cesar contra la formación morada, exigiendo a Sanchez que rompa con Iglesias.
En estas condiciones, este terremoto político crea una nueva posibilidad, una nueva vía para que el PSOE pacte con una formación, Ciudadanos, liberal y de centro-derecha mucho más dispuesta a acatar de buen grado los mandatos de la oligarquía española y los centros de poder extranjeros, de Bruselas y de Washington. El PSOE ya no está obligado única y exclusivamente a buscar apoyos y consensos con su socio de gobierno, Unidas Podemos, o con las fuerzas nacionalistas. Este nuevo tablero le permite mirar a los apoyos naranjas.
Permite a Ferraz, incluso -en el caso en el que la “lupa” siguiera agrandando las grietas y diferencias dentro del gobierno de coalición hasta hacerlas irreconciliables- plantearse nuevas alternativas. Como anunciar nuevas elecciones generales antes de agotar la legislatura, buscando una oportunidad para fortalecerse y buscar una posterior investidura que no dependiera tanto de los morados como de los naranjas. ¿Son conjeturas? Quizá, pero ya empiezan a no ser imposibles.
El terremoto político genera un marco mucho más abierto y móvil. No es posible saber cómo evolucionará, pero sí es seguro que los que realmente deciden en España tratarán de explorar nuevas posibilidades.