Tras el Consejo de Ministros del pasado 26 de abril, donde el gobierno presentó unas previsiones económicas desoladoras para los próximos años, ya fue constatable cómo una parte de la derecha había dejado de reconocer en Rajoy a «su» gobierno.
Con su entrevista –preparada cuidadosamente para provocar el mayor impacto político–, Aznar ha conectado con esa decepción, se ha puesto públicamente al frente de la manifestación y ha dejado entrever que está dispuesto a utilizar el indudable tirón popular que conserva entre una buena parte del electorado del Partido Popular para ofrecerse, si fuera necesario, como alternativa a Rajoy.La envergadura y los efectos políticos de este paso dado por Aznar permite descartar, por simplistas, algunas valoraciones que lo reducen todo a un intento de defenderse frente a las acusaciones que lo implican en la trama de los papeles de Bárcenas y en la Gürtel o a sembrar una especie de maquiavélico Mc Guffin al estilo de “mejor resignémonos con Rajoy porque lo que puede venir detrás (Aznar) sería todavía peor”.
«Importantes sectores de la oligarquía empiezan a distanciarse de la política de Rajoy» En sus declaraciones, Aznar criticó implícitamente a Rajoy de mantener “una lánguida resignación”, de no ejercer el liderazgo haciendo uso de la mayoría absoluta, de no poseer un proyecto nacional que establezca “nuevos objetivos históricos para España”, un “proyecto político ambicioso” y una “actuación decidida” para llevarlos adelante. Acusó al gobierno de estar destruyendo a las clases medias y al aparato productivo del país y desgranó un programa alternativo de 5 puntos para reformar el Estado, las instituciones y la economía, alcanzar un pacto social sobre sanidad y pensiones y para recuperar la posición internacional de España. La irrupción de Aznar, tanto por la forma como por el contenido, revela que las contradicciones en el seno de la clase dominante y de las fuerzas políticas que las representan están acelerándose y agudizándose. Que el BBVA –que se suponía que iba a tomar el relevo como el “banco amigo” del gobierno, tras el prolongado padrinazgo de Botín hacia Zapatero– se haya convertido en el principal bastión financiero de resistencia a las medidas de Guindos, que los grandes monopolios eléctricos libren una feroz guerra soterrada con Industria o que Rajoy tuviera que someterse a un rapapolvo en la asamblea del Instituto de la Empresa Familiar –que agrupa a muchas de las mayores empresas españolas– son indicios elocuentes del distanciamiento de importantes sectores oligárquicos con respecto a la política seguida por Rajoy.Con ser todo esto muy relevante, sin embargo, hay que mirar hacia Washington y Berlín para tratar de descifrar el significado del movimiento de Aznar. Entre EEUU y Alemania se está abriendo un abismo cada vez mayor acerca de cómo gestionar el saqueo de los países intervenidos. La austeridad a ultranza defendida por Merkel se está convirtiendo en una rémora cada vez mayor para EEUU. Además de abonar peligrosos estallidos sociales, toda la ingente inyección de dólares que la Reserva Federal está poniendo a disposición de sus bancos y monopolios chocan con el continuo retroceso de ventas y beneficios en su mercado exterior más importante: Europa. Son de sobra conocidos los fuertes vínculos que unen a Aznar con importantes sectores del hegemonismo norteamericano, así como su condición de “azote” del eje franco-alemán durante sus años de gobierno. ¿Es pensable que EEUU esté empezando a considerar que Rajoy se está “entregando” excesivamente a los mandatos de Berlín, que lo sucedido sea un “toque de atención” de Washington a Rajoy, utilizando a Aznar como “persona interpuesta”? ¿O por el contrario, al poner como centro de sus ataques a Montoro y su política fiscal, Aznar está actuando como ariete de ambas potencias, enfilando contra el sector del gobierno que más resistencias ha mostrado hasta el momento a aplicar a pies juntillas los dictados del FMI y Merkel? Habrá que estar atentos a los acontecimientos para conocer la respuesta.