La Catedrática Emérita en Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, Miren Etxezarreta (Ordizia, 1936) es una de las voces más críticas -y conocedoras- de los entresijos de las «reformas estructurales» que desde hace años vienen impulsando para nuestro país los grandes centros de poder oligárquicos y extranjeros.
Al inicio de esta crisis de la pandemia nos preguntamos por el riesgo de que se aprovechara para volver a cuestionar el sistema público de pensiones, ahora ya sabemos que la reforma de las pensiones es una de las exigencias de Bruselas.
Yo creo que no hemos captado bien todo el asunto de las pensiones porque la reforma de las pensiones es muy anterior a las crisis actuales, de hecho se inicia con la crisis de los 70, en el Chile de Pinochet en 1973. Pero entonces a los observadores occidentales nos parecía que era una cosa de las dictaduras de América Latina y no le hicimos mucho caso, pero ya era el comienzo.
En 1994 el Banco Mundial hizo un informe que se llamaba “Para evitar la crisis de las pensiones”, fue el anuncio de salida para que la supuesta crisis de las pensiones se generalizase a todos los países.
Lo que ellos llaman la crisis de las pensiones es una estrategia mucho más profunda y mucho más amplia, montada por los grandes entes institucionales públicos, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, OCDE y asumida por la Unión Europea que luego, cuando llega a cada país, las fuerzas políticas la explican como creen que la deben explicar para sus votantes. No tiene nada que ver con las crisis en sí, es un tema estructural: quieren rebajar las pensiones públicas para estimular las pensiones privadas. Y en esa dirección están empujando desde la UE y la OCDE.
¿Cuáles son esas “poderosas razones estructurales”?
La razón fundamental es la presión de los capitales privados financieros para hacerse con el dinero de las pensiones. Y todo gira en torno de eso. Con la excusa de que ahora no tenemos dinero para las pensiones vamos a seguir bajando las pensiones públicas para que la gente que ahorra, aunque sea un poquito, haga planes de pensiones privados.
Un informe del Banco Mundial de 2005 dejaba claro cuál es el modelo de pensiones que proponen: una pensión pública miserable de sobrevivencia, esas de 400 euros, para la población en general, incluso para quienes no hayan cotizado. Pero que la cotización para las pensiones siga siendo obligatoria, solo que la gestión en vez de ser pública sea privada. Quieren gestionar los 140.000 millones al año que manejan las pensiones en España.
¿Cómo valora la reforma de las pensiones que propone el ministro José Luis Escrivá?
Hay tres medidas importantes en la propuesta de Escrivá. La primera es ese bono que van a dar a las pensiones para los que quieran seguir trabajando, un bono pequeño pero que va a dividir a los pensionistas… Dicen que no hay dinero para los pensionistas ¿entonces por qué van a dar dinero de las pensiones a los que sigan trabajando?
La segunda es el tema de las pensiones privadas de empresa. Es una propuesta gravísima porque es directamente estimular la privatización de las pensiones, como ya lo están haciendo en el País Vasco desde hace tiempo, a través de los convenios. Y en esto la dirección de los sindicatos, Comisiones y UGT, tienen una gran responsabilidad porque pueden estar haciendo un papel de “cómplices” en la privatización de las pensiones.
Y la tercera, también muy grave, es la penalización de las jubilaciones anticipadas. En un país donde donde están echando a la gente del trabajo a mansalva, la jubilación anticipada es una salida. Ahora ya descuentan el 40% si te jubilas a los 60 años, pues a partir de ahora eso va a ser aún más difícil y le descontarán más.
Con esas tres medidas el señor Escrivá queda absolutamente descalificado. Porque no es verdad que la gente se quiera jubilar pronto…, pero qué haces si te echan a la calle con 55, 60 años…
Todas las medidas que se están tomando en nuestro país desde 1988, todas ellas con alguna ligera excepción que favoreció ligeramente a las mujeres, lo demás todas son para disminuir las pensiones.
¿Qué papel tiene en todo esto la “mochila austríaca”?
La llamada “mochila austríaca” tiene dos objetivos fundamentales: uno disminuir el coste del despido y rebajar las indemnizaciones; y el segundo privatizar las pensiones.
La mochila austriaca es otro hilo en la cuerda de privatizar las pensiones y de abaratar toda la estructura del Estado de bienestar.
Las recetas de la UE, del FMI y las oligarquías financieras para la salida de la crisis anterior se pueden concentrar en pocas palabras, “ajuste”, “recortes”, “rescates” financieros… Ahora desde EEUU a la UE, el FMI, el BCE y la OCDE, y en España la asamblea de la CEOE, todos apuestan por multiplicar el gasto público. ¿Cómo valora las medidas aprobadas por la UE? ¿Pueden ser una oportunidad para cambiar el modelo económico?
Es de risa que todos los “economistas ortodoxos” que hace tres años estaban diciendo “ajuste y austeridad” ahora digan que tiene que gastar el sector público.
Van a ser las grandes empresas las que se aprovechen del dinero europeo. Iberdrola, Telefónica y todos los del Ibex-35…; pero el dinero europeo no va a llegar al barero de la calle, a los autónomos y difícilmente a las pymes…
El gobierno de izquierdas está perdiendo una oportunidad para dar un paso, aunque sean pequeños pasos, para cambiar el modelo productivo, aún dentro del capitalismo, porque aquí lo único que se ve como cambio de modelo es convertirse en Alemania, pero eso es muy difícil y requiere mucho tiempo. Habría que optar por un modelo propio, no copiar Alemania, pero no veo que ni siquiera se intente.
Me apena ver lo que está pasando con el Turismo. ¿Se ha hundido? Claro que no me alegro, pero se debería haber aprovechado esa oportunidad para empezar a cambiar algo y hacer cosas diferentes. Y no solamente no está cambiando sino que se está profundizando el mismo modelo turístico.
Incluso con la necesidad de invertir en la lucha contra el cambio climático que pide la UE todavía no se ha hecho nada para cambiar el sustrato de la economía del país.
¿Qué le parece la propuesta de Biden, aprobada por el G-7, de un impuesto de sociedades mínimo del 15% a las grandes corporaciones a nivel mundial?
Aún tenemos que ver cómo se perfila y cómo queda, porque cualquiera sabe lo que al final va a salir de ahí. Pero salga lo que salga a mí me hace pensar: ¿Tan mala es la situación del capitalismo para que tengan que llegar a ese tipo de medidas? Porque esas medidas no les gustan nada…, entonces ¿ha llegado la desigualdad a tales niveles que tienen miedo a la reacción de la gente?
¿Verdaderamente está tan mal el capitalismo que van a forzar que los más ricos paguen unos pocos impuestos? Me parece bien, ojalá en vez del 15% tuvieran que pagar el 30%, pero lo que quiero decir es que algo muy grave tiene que pasar para que se animen a hacer eso. No creo que sea porque ellos se hayan convertido a la justicia social.
En Estados Unidos la desigualdad ha llegado muy lejos, pero sobre todo necesita más dinero para defender su hegemonía mundial en su disputa con China. Por eso digo que algo bastante gordo tiene que pasar en el capitalismo, en el capital, para que se tomen esas medidas.
Se quiere asociar el triunfo de Ayuso y la dimisión de Pablo Iglesias con el fin del “ciclo de la indignación”. Las repercusiones del 15-M han sido profundas en los movimientos de lucha, contra los recortes o en la configuración del modelo político. ¿Estamos al final de toda la carga revolucionaria que entrañaba el 15M?
Yo no lo veo así. Veo el proceso de otra manera más lenta. Para mí la creación de Podemos -independientemente de la posición que le tengamos, yo le tengo simpatía- fue un desastre para los movimientos sociales porque volvió al sistema de partidos. Todos los movimientos sociales decían: “no nos representan”, “no son los que nosotros queremos”…
El impulso explosivo del 15-M se ha gastado. Pero para mí lo bueno del15-M es que formó parte de toda una dinámica social de pequeños movimientos de gente que no quiere seguir viviendo como hasta ahora, pequeños pero numerosos. Que muchos ni siquiera son anticapitalistas pero que son incompatibles con el capitalismo… Es algo que viene de lejos, incluso de Mayo del 68 y con el 15-M volvió a crecer.
Y lo que esa gente no tiene es una voluntad de incidencia política directa. Algunos sí; por ejemplo los de los desahucios como la PAH sí tienen una voluntad de incidencia política directa, o los pensionistas y el movimiento feminista.
Lo que falta, y que creo que es en lo que Podemos ha fallado, es una visión política de esa dinámica, para que esos movimientos se articulen y se constituyan en agentes políticos, una expresión política que no tendrá por qué ser la de un partido de los que conocemos… Y falta también la interrelación de estos movimientos con la clase obrera, lo que no hizo el 15-M.
Todo esto está por hacer. Para mí es una época de transición larga.
Para mí es como una olla que está cociendo y que salen las burbujitas cada una por su cuenta y que hace falta un momento en que todo eso se oriente en una dirección política con voluntad de transformación.
Yo les digo a los jóvenes que esta es su oportunidad, su trabajo, transformar toda esta insatisfacción en algo más. Hay montones de iniciativas variadísmimas de cosas que se organizan diferentes… El error fue, en vez de buscar la plasmación de formas nuevas, convertir el 15-M en un partido. Es como tratar de fabricar diligencias en tiempos de la alta velocidad.
Todos esos movimientos son brotes verdes de organización política, que hay que consolidar, potenciar y desarrollar.
Lo que plantea es un reto para cualquier organización, movimiento o partido actual, cómo convertir toda esa energía en una voluntad política transformadora. Pero en la izquierda se habla del marxismo como algo desfasado de hace 150 años. ¿Es una herramienta para abordar este y otros retos?
Bueno que sigan haciéndolo… Yo pienso que el marxismo como sistema de análisis no tiene ningún otro que compita con él. El marxismo es el único que explica las leyes del capitalismo y cómo funciona ahora la sociedad, integrando en el análisis los enormes cambios que está habiendo en la organización social. Lo que podemos llamar el “marxismo ortodoxo” no es marxismo, creo que tenemos que hacer un esfuerzo de integración de los cambios en las líneas fundamentales del marxismo. No se trata de “adaptar” el marxismo, porque a mí la palabra adaptación me da miedo, porque todas las adaptaciones que he visto han sido para irse más a la derecha. Y eso no me gusta.
Debemos partir de la sociedad en la que vivimos. Por ejemplo el análisis de la desalarización de los trabajadores, el intento de pasar a contratos mercantiles, en vez de contratos laborales, yo creo que lo debemos integrar en el marxismo, con una visión muy abierta pero profundizando mucho en las raíces. Y otro tanto ocurre con los movimientos sociales transversales (mareas, feministas, lucha contra el cambio climático…) en los que el elemento de clase aparece como muy diluido y tendríamos que ver cómo profundizar en el análisis y la vinculación de esos temas con su carácter de clase.
En el marxismo sigue estando la base del pensamiento transformador y del pensamiento revolucionario. Y desde ahí buscar caminos nuevos para hacer política, no como algo formal, sino en la orientación.