Casi cinco décadas de continuidad en la posición política española respecto al Sáhara Occidental han sido demolidas. De repente, en un giro de 180 grados, el gobierno español ha pasado de apoyar las resoluciones de la ONU, que exigen la celebración de un referéndum de autodeterminación, a respaldar la ocupación marroquí, bajo el subterfugio de considerar al Sáhara Occidental una autonomía dependiente de Rabat.
Apoyamos la lucha del pueblo saharaui, que recibe la solidaridad de la inmensa mayoría de la población española. Rechazamos cualquier propuesta que en aras de “garantizar la estabilidad en el flanco sur” entregue el Sáhara como moneda de cambio.
¿Por qué precisamente ahora Pedro Sánchez da un volantazo en un tema tan sensible como el Sáhara? ¿Qué relación guarda con la invasión rusa de Ucrania? ¿Qué papel han jugado EEUU, Francia y Alemania en esta operación? ¿Qué consecuencias puede deparar en un momento especialmente crítico?
El Sáhara Occidental es el único territorio africano pendiente de su descolonización. En 1976, España, la potencia colonial, abandonó el territorio, pero eso no significó la liberación del Sáhara Occidental, que pasó a ser ocupado por Marruecos. En 1991 se firmó bajo auspicio de la ONU un armisticio entre el invasor, Marruecos, y el Frente Polisario, representante de los saharauis. Estableciendo la necesidad de celebrar un referéndum de autodeterminación donde los saharauis puedan decidir su destino. Esta sigue siendo la “legalidad internacional” respecto al Sáhara Occidental.
La alternativa de conceder al Sáhara Occidental un estatuto de autonomía fue presentada por Rabat en 2007. Ha recibido el rechazo tajante del Frente Polisario, y hasta ahora solo Francia la había apoyado.
En el programa electoral de 2019 el PSOE defendía “el principio de autodeterminación del pueblo saharaui”. Ahora, Pedro Sánchez ha anunciado que la autonomía del Sáhara dentro de Marruecos es “la opción más seria, realista y creíble”.
El programa electoral de 2019 el PSOE defendía “el principio de autodeterminación del pueblo saharaui”. Pero ahora pasa a respaldar la ocupación marroquí, bajo el subterfugio de considerar al Sáhara Occidental una autonomía dependiente de Rabat.
De Washington a Rabat, pasando por España
No puede entenderse un cambio tan radical en la posición del gobierno español sin la intervención norteamericana.
El 10 de noviembre de 2020, Donald Trump reconocía la soberanía marroquí sobre el Sáhara -un paso que EEUU no había dado-, dentro de los Acuerdos Abraham, que incluían la reanudación de relaciones entre Rabat e Israel. Con el aval norteamericano, Marruecos lanzó una ofensiva contra España, utilizando como arma el control de la inmigración, especialmente hacía Ceuta y Melilla, o retirando la embajadora de Madrid cuando España acogió al dirigente del Polisario, Brahim Gali, para un tratamiento contra la covid.
Biden no ha confirmado la decisión de Trump, pero tampoco la ha revertido, y bajo otras formas la actual Casa Blanca ha reafirmado el apoyo total a Marruecos sobre el Sáhara.
En octubre del pasado año, Washington y París auspician en el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución donde se remarcaban “los esfuerzos serios y creíbles de Marruecos por hacer avanzar el proceso hacia una solución”, y se “tomaba nota” de la propuesta de Rabat de autonomía para el Sahara. Por primera vez, una resolución de la ONU sobre el Sáhara no mencionaba la palabra “autodeterminación”.
El gobierno español ha seguido la línea marcada por EEUU.
El pasado 18 de enero, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, y el ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, acordaron en Washington “unir fuerzas” para encontrar una solución a la situación en el Sáhara Occidental, en palabras de Albares “un conflicto que tiene que terminar”… sacrificando a los saharauis.
EEUU ha tomado la decisión de potenciar a Marruecos como “gendarme local” en el Norte de África, fortaleciendo a Rabat frente a Argelia. Y el gobierno español ha seguido la línea marcada por Washington.
Días antes del histórico giro de la posición española sobre el Sáhara, la secretaria de Estado adjunta de EEUU, Wendy Sherman, suscribía un comunicado conjunto con el ministro marroquí de Exteriores donde se afirmaba que “EEUU continúa viendo el Plan de Autonomía de Marruecos [para el Sahara Occidental] como un enfoque serio, creíble y realista”. Exactamente las mismas palabras que utilizará Sánchez pocos días después. Sherman había pasado por Madrid, reuniéndose con Albares, antes de recalar en Rabat.
EEUU ha tomado la decisión de potenciar a Marruecos como “gendarme local” en el Norte de África. Una zona sensible del planeta, flanco sur de la estabilidad europea y todavía agitada por el fracaso de las “primaveras árabes”.
Washington prima a Marruecos frente a Argelia, mucho menos controlada por Washington que Rabat. Dada la inestabilidad en el Sahel -territorio de avance yihadista, del que Francia está retirándose, y donde Rusia empieza a tener presencia-, potenciar a Marruecos en la zona es la apuesta de Washington. Y eso exige sacrificar al pueblo saharaui.
Guerra en el este, estabilidad en el sur
Francia ha sido históricamente el gran apoyo político de la ultrareaccionaria monarquía alauita, ahora encarada en Mohamed VI. Las ambiciones imperiales de París en África pasan en gran medida por su capacidad de intervención sobre Marruecos. Durante años, Francia ha sido la única defensora internacional de la propuesta marroquí de autonomía para el Sáhara.
Al bando “promarroquí” se ha añadido Alemania. Hace unos meses, Rabat retiró su embajador de Alemania, en protesta por el no reconocimiento por parte de Berlín de la soberanía marroquí sobre el Sáhara. Ahora, una de las primeras iniciativas de la ministra de Exteriores del nuevo gobierno de coalición germano, Annalena Baerbock, de Los Verdes, ha sido respaldar el plan marroquí de autonomía para el Sáhara Occidental. Alemania tiene un extraordinario interés en explotar varios megaproyectos de energías renovables e hidrógeno verde en el Sáhara.
La invasión rusa de Ucrania, instalando un conflicto previsiblemente prolongado en el este del continente, ha redimensionado para EEUU y las grandes burguesías europeas la importancia de la estabilidad en el flanco sur.
Ahora se nos repite que “no es posible jugar una guerra en dos frentes”. Y, para concentrar la atención en el este, sería necesario cerrar cualquier posibilidad de conflicto en el sur con Marruecos. Entregándole el Sáhara Occidental como trofeo.
La invasión rusa de Ucrania, ha redimensionado para EEUU y las grandes burguesías europeas la importancia de la estabilidad en el flanco sur. Sobre todo por las implicaciones que tiene en materia de seguridad y de abastecimiento energético.
Las vías alternativas de Europa para disminuir la dependencia del gas ruso también pasan por el Norte de África. El suministro de gas argelino -cuya capacidad de extracción puede aumentaron con la ayuda tecnológica europea- podría ser una tabla de salvación. España se convertiría en un “hub gasístico”, una plataforma para recibir el gas argelino y canalizarlo hacia el resto de los países europeos.
Para explotar a conciencia está vía, EEUU y las burguesías europeas -entre ellas la oligarquía española- pretenden eliminar factores incómodos, como la voluntad de independencia del pueblo saharaui.
Más dependientes, menos seguros
Cuando Pedro Sánchez nombró ministro de Exteriores a José Manuel Albares le dio dos instrucciones: mejorar las relaciones con EEUU y solucionar la crisis diplomática con Marruecos. Ambas cosas estarían unidas: la seguridad en el delicado “flanco sur” exigirían contentar a Washington y a Rabat. Un analista como Enric Juliana ha afirmado que “el apoyo decidido del Gobierno de España a la OTAN en las semanas previas a la guerra de Ucrania ya fue leído en clave Magreb”. Cuando otros países como Alemania e Italia todavía titubeaban, el gobierno español fue uno de los primeros que se ofreció a incrementar la presencia militar en el este europeo. Más “atlantismo” para que EEUU tenga en cuenta los intereses españoles en la frontera sur. Y concesiones a Marruecos para garantizar su colaboración: destitución de González Laya, la anterior ministra de Exteriores, que mantuvo una posición de firmeza ante Rabat, y cambio en la posición española hacia el Sáhara.
España no ganará influencia en el Norte de África practicando el seguidismo hacia EEUU, sino adoptando una posición autónoma
Esta es una trampa en la que no debemos caer. Confiar nuestra seguridad en la frontera sur a la “protección norteamericana” es el mejor camino hacia el desastre. Casi todas las veces que se han enfrentado los intereses españoles y marroquís, Washington ha optado por Rabat. Lo hizo en 1975, cuando Kissinger dio a Hassan II el plácet para lanzar la Marcha Verde, desalojando a España del Sáhara Occidental. Y volvió a hacerlo hace pocos meses, cuando la pasividad norteamericana fue la respuesta a la avalancha migratoria auspiciada por Rabat, utilizando la desesperación de sus compatriotas como arma de presión contra España.
España no ganará influencia en el Norte de África practicando el seguidismo hacia EEUU, sino adoptando una posición autónoma, que por ejemplo haga valer los históricos lazos que mantenemos con el conjunto de países árabes.
La entrega del Sáhara Occidental a Marruecos expresa el aumento de nuestro encuadramiento en los mandatos norteamericanos -reafirmada en la próxima cumbre general de la OTAN, cuya sede será Madrid, o en el anuncio del aumento del presupuesto militar- que se enfrenta a los intereses españoles.
España no puede participar en una operación impulsada por la superpotencia norteamericana, con la colaboración de Francia y Alemania, que entrega el Sáhara a Marruecos.
Y optar de manera tan abierta por Marruecos es también un mal negocio para España. Argelia -principal sostén internacional del Frente Polisario- acaba de responder a la aceptación española de la autonomía para el Sáhara retirando su embajador de Madrid. De Argelia llega casi la mitad del gas que consumimos. Blindar ese suministro debería ser una de las principales prioridades.
El cambio de postura respecto al Sáhara ha provocado también una tormenta política interna en España. Se enfrenta al apoyo de la sociedad española al pueblo saharaui, aplastantemente mayoritario en la izquierda, y muy importante en sectores de la derecha. Y ha sido adoptada de forma unilateral por el presidente, sin ni siquiera comunicárselo a sus socios de gobierno, ni discutir. No va a romperse el gobierno de coalición, la peor opción para los intereses populares y que abriría de par en par la puerta a un “gobierno de los recortes sin complejos” de las fuerzas más reaccionarias (PP y Vox).
España no puede darle la espalda al pueblo saharaui. Apoyar el plan marroquí de autonomía supone violar la legalidad internacional, que exige la convocatoria de un referéndum de autodeterminación para que el Sáhara decida su destino. Fortalece al ultrareaccionario régimen alauita, que con una mano ocupa y expolio el Sáhara y con la otra impone la miseria al pueblo marroquí. Y se enfrenta a la profunda solidaridad con la lucha del pueblo saharaui, absolutamente mayoritaria en la sociedad española.
España no puede participar en una operación impulsada por la superpotencia norteamericana, con la colaboración de Francia y Alemania, que entrega el Sáhara a Marruecos.
El lugar que le corresponde a España es el de apoyar la justa causa del pueblo saharaui.