Caso Villarejo

También los banqueros usan las cloacas

No todos los días un verdadero miembro de la clase dominante se sienta en el banquillo de los acusados. El que fuera uno de los más importantes banqueros del país, hasta hace poco presidente del BBVA, Francisco González, ha declarado como imputado en el caso Villarejo. 

En 2004, el comisario José Villarejo controló para el BBVA miles de llamadas de periodistas y empresarios, como el entonces presidente de Sacyr, Luis del Rivero, el industrial Juan Abelló y el jefe de la Oficina Económica de Zapatero, Miguel Sebastián. 

Por sus «servicios», el BBVA ha admitido que pagó cinco millones de euros a Villarejo entre 2012 y 2017, pero lo enmarcan como “trabajos de inteligencia para defenderse” del intento de asalto que sufrió la entidad en 2004, que habría dejado al segundo banco español en manos de una constructora, Sacyr, e, indirectamente, en manos de su principal rival y competidor, el Banco de Santander, en manos entonces de Emilio Botín.

Francisco González, hasta hace meses presidente del BBVA, ha sido imputado por la  Fiscalía Anticorrupción por los delitos de cohecho y revelación de secretos. El llamado «caso BBVA» es una pieza separada del macrosumario de la Operación Tándem, que sigue la pista del «entramado criminal» —en palabras de García-Castellón— urdido por Villarejo en torno a las empresas del Grupo Cenyt.

El excomisario Villarejo -un tenebroso personaje ligado a las cloacas del Estado y con vínculos con aparatos de inteligencia extranjeros- montó todo un «aparato paraestatal» para traficar ilegalmente con información confidencial a la que tenía acceso gracias a sus contactos en las fuerzas de seguridad. Este «soldado de fortuna» de las cloacas ha trabajado para el BBVA, pero también para otros grupos bancarios y gigantes monopolistas en las intrigas internas de la clase dominante, como en el espionaje que realizó sobre Florentino Pérez (ACS) para Iberdrola.

Preguntado por el juez, Francisco González ha defendido su inocencia y la del que fue su equipo directivo. «Una vez que termine esta investigación quedará muy claro que el BBVA y sus directivos han trabajado siempre de una manera íntegra y ejemplar», ha insistido el exbanquero ante las cámaras, antes de matizar: «Sin perjuicio de que hubiera alguna conducta irregular de carácter individual que yo desconozco». 

El expresidente del BBVA siempre ha mantenido que no conocía a Villarejo ni a las personas de su entorno, y que por su mesa «no pasaban las contrataciones de proveedores», trasladando la responsabilidad a un subalterno, el que fuera jefe de Seguridad, Julio Corrochano, que fue quien contrató a Villarejo. 

Pero poco importa si González se manchó las manos o los zapatos caminando por las cloacas. La información sensible recolectada por Villarejo fue de extrema utilidad para el segundo banco del país. Información confidencial para poder utilizarla contra sus competidores y rivales oligárquicos, o contra un gobierno Zapatero que en 2004 estaba excesivamente cercano al Santander.

Las revelaciones del «caso Villarejo» y sus ramificaciones nos permiten comprender que el Estado -incluidas sus malolientes cloacas y sus tenebrosos personajes- tiene propietarios: la oligarquía financiera. También los pulcros banqueros utilizan las alcantarillas.