Exposición inmersiva sobre Sorolla

Sorolla, ¿arte o consumo?

Volar en los entresijos de una alquería del siglo XIX, entre verdes y frondosos naranjos que abren sus puertas a una enorme playa de la costa levantina, desierta, sin las monstruosas construcciones actuales. Sumergirse en el color, las formas, las luces y sombras de ese cuadro, tocar las figuras y que éstas se deshagan en múltiples pececillos voladores, moverse recorriendo todos los ángulos que aparecen y en los que se imaginan, sentir la brisa marina en ese movimiento…

Pues esta experiencia ya es posible gracias a la realidad virtual, uno de los apartados que forman parte de la exposición inmersiva sobre Sorolla que ya ha visitado Valencia y Barcelona, en conmemoración del centenario del fallecimiento del gran artista valenciano.

¿Qué es una exposición inmersiva? Que son una forma cada vez más ‘popular’ por numerosas, lo avalan las diferentes exposiciones de este tipo que se vienen realizando en los últimos años. Monet, Los últimos días de Pompeya, Velázquez, Frida Kahlo, Sorolla… son algunos de los ejemplos. Pero ¿hablamos de algo realmente popular?, ¿este tipo de exposiciones realmente son una peculiaridad del pueblo?, ¿proceden de él? La respuesta es tajante, no.

Este tipo de exposiciones rompen con las exposiciones tradicionales, bajan del pedestal la superioridad del objeto de arte y no se cuelgan en paredes obras de incalculable valor. De hecho, en la exposición de Sorolla no hay ni un cuadro original del artista, sólo réplicas en fotografías de algún retrato familiar, y contradictoriamente, se muestra la obra completa a través de imágenes virtuales. En apariencia esta ruptura puede mostrarse como una democratización del arte, donde cualquier persona previo pago de la entrada, puede tener al alcance de su retina la magnitud de la obra de cualquier creador. ¿Pero son realmente rompedoras y por tanto revolucionarias?

Un bombardeo masivo de imágenes de las obras del pintor

Se utiliza tecnología avanzada como la Inteligencia Artificial o la realidad virtual, que es la que hace posible crear ese ambiente envolvente de experimentación. Pero ¿hablamos de cultura o arte?

Dentro de la exposición, en la sala inmersiva nos envuelve la luz y la música, pero a la vez, para nuestra sorpresa, sufrimos un bombardeo masivo, en minutos, de imágenes de las obras del pintor, calificadas por temas y épocas. Es tal el bombardeo que apenas podemos fijarnos en algunos de los cuadros mostrados, lo que nos lleva a preguntarnos si donde estamos inmersos es en una exposición de Sorolla o en una de las tantas aplicaciones actuales, donde pasando el dedo podemos ir viendo el catálogo de fotos, vídeos, memes o lo que nos ofrezca dicha aplicación.

Es inabarcable. La oferta de este tipo de exposición es un consumo rápido, a modo de hamburguesa, de toda la obra de una artista dedicada al arte. El arte es sólo una excusa. Lo importante es la consumición rápida, lo rápido y perecedero. Y este atracón será mejor cuanto en menos tiempo se dé, lo que no parece ser muy saludable, ¿no?

¿Puede entonces ser esto el reflejo de una sociedad y cultura enfermas? ¿Una sociedad donde el valor de las cosas y de la gente es el que da la frugalidad de su rápido consumo y sustitución? Puede ser, pero esto no tiene nada de popular, esta condición no proviene del pueblo. Es más bien una imposición que provoca un empacho de individualismo ajeno a la propia naturaleza humana. Y en ese ir contra natura es donde radica la enfermedad.

Las exposiciones inmersivas no son más que hijas de su tiempo

El arte tiene un papel social muy importante. Sobre la aplicación del psicoanálisis en el arte Freud dice: “Discierne también en el ejercicio del arte una actividad que se propone el apaciguamiento de deseos no tramitados, y ello en primer término, desde luego, en el propio artista creador y, en segundo, en su lector espectador”. Apaciguamiento de deseos no tramitados…

Todo producto intelectual o artístico, como producto de una sociedad concreta, es deudor de ese contexto histórico. Nace de las relaciones de producción vigentes en ese contexto y se desarrolla en relación con ellas. Y en una sociedad de clases, son las clases dominantes las que construyen las verdades por las que se rigen las sociedades a las que dominan. Moldean la conciencia humana de acuerdo con la verdad que imponen sus intereses y ahí, el arte tiene un papel muy importante para conformar una concepción del mundo. En la sociedad que nos ha tocado vivir, donde se aplica el mercantilismo hasta en las relaciones más sagradas, la exposición del arte, como producto intelectual, no escapa a esta premisa. Las exposiciones inmersivas no son más que hijas de su tiempo y como tal cumplen su papel. Pero esta sólo es una cara de la moneda, porque a la vez, el arte y los artistas son o pueden ser una punta de lanza para crear otra concepción del mundo, algo que nos da esperanza y a lo que hay que aferrarse y trabajar para que así sea. Nada está escrito y es bueno que salgan nuevas formas de experimentar el arte y la vida, pero no dejemos de cuestionarnos el quién, cuándo y para qué de las cosas. Por nuestra salud.