Los límites de Puigdemont, que le impiden proclamar una independencia efectiva, está en la mayoría de la sociedad catalana que rechaza la ruptura. La batalla política sigue abierta, ni mucho menos se ha cerrado. Y los intentos de mediación internacional pueden ser utilizados por unos y otros con intenciones nada claras. Pero hoy Puigdemont ha dado un paso atrás que va a pasar factura a las cabezas del independentismo.
El pleno donde se suponía que Puigdemont iba a declarar la independencia ha sido insólito. Comenzando por el sorprendente retraso de una hora, a causa del rechazo de las CUP a aceptar los términos del discurso de Puigdemont.
Pero el “golpe de efecto” ha llegado cuando Puigdemont anunciaba la proclamación de Cataluña como “Estado independiente en forma de república”… para ocho segundos después pedir al parlament la suspensión de los efectos de esa declaración.
“Ha sido la república más fugaz de la historia”, declaraba algún comentarista.
¿A qué se debe este inesperado movimiento? ¿Es, como afirma Puigdemont, un gesto para permitir que se abra “el diálogo y la negociación”?
Ha sido la CUP, alejada de la hipocresía que caracteriza a la ex Convergencia, quien ha dicho la verdad, calificando de “traición” la decisión de Puigdemont, recordando que “nosotros habíamos venido aquí para proclamar la república catalana”, y lamentando que”hoy podemos haber perdido una oportunidad histórica”.
La reacción de los convocados a las puertas del parlament por la ANC y Omnium Cultural era visible: decepción de los que abandonaban la concentración al grito de “esto es una estafa”. Ya no podían celebrar la proclamación efectiva de la república independiente catalana que les habían anunciado.
Cuando ha llegado la hora de la verdad, las élites del independentismo, representadas por Puigdemont, no han tenido más remedio que admitir sus límites. Éstos no están principalmente, que también, en la respuesta del Estado español, las consecuencias de la marcha de bancos y grandes empresas o en las puertas cerradas internacionales a la independencia. Están en la propia sociedad catalana.
No se podía declarar una declaración unilateral de independencia con el apoyo de solo el 38% del censo que votó Sí el 1-O. Y que ya han comenzado a movilizarse, como se ha demostrado con los manifiestos “El 1-O: estafa antidemocrática” y “La DUI: una imposición antidemocrática” o la manifiestación del pasado domingo en defensa de la unidad.
La batalla política sigue abierta, ni mucho menos se ha cerrado.
Puigdemont no va a renunciar a sus planes, a pesar del sonoro paso atrás dado, y de las divisiones que van a abrirse en el seno del independentismo, que pueden poner en peligro el mismo gobierno de Junts pel Sí en el caso de que las CUP les retire su apoyo.
El gobierno de Rajoy ya ha declarado que no está satisfecho con la retirada de la DUI, y anuncia consecuencias.
Y los intentos de mediación internacional pueden ser utilizados por unos y otros con intenciones nada claras.
Pero hoy Puigdemont ha dado un paso atrás que va a pasar factura a las cabezas del independentismo.