Hay una derecha “rabiosa” que no tiene reparos ni escrúpulos morales en convertir la actual emergencia sanitaria, económica y social en munición arrojada contra el gobierno de coalición progresista.
No se puede colocar en este “saco” a toda la derecha, a todo el ámbito conservador. Sería injusto y falso. Pero sí hay sectores especialmente reaccionarios que están sobrepasando todos los límites. En un momento donde es más necesaria que nunca la unidad y la estabilidad, cerrando filas con las instituciones que deben encabezar la lucha contra el virus, ellos se dedican a torpedearlas, a minar la confianza en ellas, atacando los intereses de toda la sociedad española.
La “ultraderecha” catalana, la parte más clasista y rancia de las élites del procés, los herederos de Pujol, muestran su cara más insolidaria y reaccionaria. Mientras médicos y geriátricos de Cataluña, o el alcalde de Igualada, el municipio más golpeado por el coronavirus, denuncian el “abandono” de la Generalitat, Torra y Puigdemont utilizan la crisis para señalar a “España” como enemigo, y no al Covid-19.
Y Vox difunde sus mensajes más radioactivos, enarbolando la situación crítica generada por la pandemia para atacar al movimiento feminista o reclamar que se retire cualquier apoyo sanitario a los trabajadores inmigrantes, manejando con la peor calaña imaginable el miedo para enfrentar a la población con el gobierno.
Pero a estos ataques, que desgraciadamente hemos contemplado desde el primer momento, se han sumado otros, los de quienes todavía no asumen que las urnas han hecho posible un gobierno progresista, y se han juramentado para derribarlo a cualquier precio.
Entre ellos están los sectores más reaccionarios del Partido Popular. Frente a la posición adoptada por el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, que ha cerrado filas públicamente con el gobierno central, la presidenta de esa comunidad, Isabel Díaz Ayuso, ha puesto en contradicción Madrid con el conjunto de España, llegando a difundir la falsedad de que el ejecutivo de Pedro Sánchez bloqueaba la llegada de material médico a la capital. El exportavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, ha llegado a tachar al gobierno central de “incompetente y sin escrúpulos”.
El presidente gallego del PP, Núñez Feijóo, se ha negado a criticar al gobierno, pero algunos sectores de las élites del PP muestran una maliciosa doble cara personificada en su líder, Pablo Casado. En el Congreso respaldó la prórroga del estado de alarma, afirmando que es “leal al gobierno”, para inmediatamente después acusar a Pedro Sánchez de “no estar a la altura”, “abandonar a su suerte a los sanitarios” y “defraudar de nuevo a los españoles”.
Leer estos días algunos medios conservadores provoca indignación. Lejos de promover la unidad y solidaridad, se afanan en atacar al gobierno.
Algunos de sus titulares son misiles en la línea de flotación del ejecutivo, el mando único en la crisis actual: “El gobierno de las mentiras”, “Iglesias y su facción recuperaron en España la mentira organizada”, “Los españoles no merecen mentiras”…
Ante la insolidaria y repugnante respuesta de Alemania, vetando las ayudas a España, algunos medios se han colocado del lado del agresor, afirmando que “el SOS a la UE quizá tuviera más eco si Moncloa pudiera garantizar una enmienda a la totalidad a su política manirrota”.
O se han lanzado a la yugular del gobierno cuando ha anunciado la prohibición de los despidos mientras dure la pandemia, una medida ya aprobada en Italia, afirmando que “destruirá empleo”.
Utilizando la crisis del coronavirus para defender la misma política de recortes que ha debilitado la sanidad pública.
Los ataques contra el gobierno utilizan las vías más oscuras. Como la del abogado que ha presentado una querella contra Pedro Sánchez por permitir la manifestación del 8-M… y que está condenado por estafa.
Ha llegado el momento de no seguir permitiéndolo. Una cosa es tener diferencias con la actuación del ejecutivo, que en todo caso se ajustarán cuando hayamos ganado la batalla al virus, y otra utilizar los dramáticos efectos de esta emergencia para derribar un gobierno progresista. Quien así actúa trabaja en contra de la salud de todos y a favor de la expansión del coronavirus.