http://www.washingtonpost.com/opinions/syria-will-require-more-than-cruise-missiles/2013/08/25/8c8877b8-0daf-11e3-85b6-d27422650fd5_story.html?tid=pm_opinions_pop
En 1994, después de dirigir el estudio oficial de la Fuerza Aérea de los EEUU sobre la Guerra del Golfo Pérsico, llegué a la conclusión de que «el poder aéreo es una forma inusualmente seductora de la fuerza militar, en parte porque, al igual que el cortejo moderno, parece ofrecer la gratificación sin compromiso». Mantengo esa observación. Ella explica el entusiasmo del gobierno de Obama por una campaña masiva de asesinatos con drones dirigida contra los terroristas de al-Qaeda. Y se aplica con particular fuerza a un ataque preventivo en Siria, liderado por el gobierno de Estados Unidos en respuesta al uso de armas químicas contra la población civil.El presidente Obama se ha limitado a sí mismo. Ya no puede ignorar su propia proclamación de una «línea roja». El jefe del Estado Mayor Conjunto, en una violación de las adecuadas relaciones entre civiles y militares, ha telegrafiado públicamente su escepticismo acerca de cualquier uso de la fuerza en Siria. Sin embargo, la escala, la apertura y la insensibilidad con que el gobierno sirio ha roto un tabú importante parece probable que obligue a este presidente –tan orgulloso de su récord como supuesto finalizador de guerras– a lanzar los aviones de combate una vez más en el Medio Oriente.La tentación es seguir el curso de la administración de Clinton – una salva inútil de misiles de crucero, seguido de la autocomplacencia y un intento de cambiar de tema. No funcionaría aquí. Un régimen de una minoría que lucha por su vida, como lo es el de Bashar al-Assad, puede resistir un par de docenas de grandes explosiones. Más importante aún, nadie –amigos, enemigos o neutrales– serían engañados. Tan débil como los Estados Unidos aparece ahora en la región y más allá, podemos salir más débiles aún si decidimos actuar de manera ineficaz. Un ataque terapéutico de bombardeos es un curso aún más irresponsable de acción que una negativa de principio a actuar.Una campaña de bombardeos seria debe tener objetivos sustanciales – los más plausibles la fuerza aérea siria, el servicio una vez encabezado por el padre de Assad, que da al régimen gran parte de su ventaja sobre los rebeldes, así como el sistema de defensa aérea y aeropuertos del país, a través del cual la ayuda llega de Irán. Pero si el gobierno de Obama elige cualquier tipo de campaña de bombardeos, necesita hacer frente a algunos hechos.Por un lado, y a pesar de las esperanzas de algunos defensores de una campaña aérea, esta no puede ser quirúrgica. La aplicación del poder aéreo nuca lo es, pese a las afirmaciones oficiales de la administración acerca de la campaña de los ‘drones’, que, como sabemos ahora, ha matado a muchos civiles. Una campaña de bombardeos es grave: pone las bajas civiles en nuestras manos. Y puede significar bajas estadounidenses y sus aliados también, porque la idea de un esfuerzo militar serio sin riesgo es fatua.La administración necesitaría la autorización del Congreso. A pesar de su compromiso declarado con la transparencia y las sutilezas constitucionales, Obama ha demostrado ser reacio a asegurar la autorización del Congreso para el uso de la fuerza, sobre todo con Libia en 2011. Incluso aunque la autorización se conced con carácter retroactivo, lo que habrá que hacer, porque estamos hablando de un gran uso de la fuerza, de hecho, un acto de guerra.Y probablemente no va a terminar de forma limpia. Cuando el presidente proclamó el fin inminente de la guerra contra al-Qaeda, no tuvo en cuenta un hecho cardinal de la estrategia: que es (al menos) un juego de dos caras. El otro lado también puede decidir cuando termina. Y en este caso ni el gobierno sirio ni sus patrones iraníes, ni Hezbollah, Rusia y sus aliados chinos, pueden optar por hacer caso omiso a una campaña de bombardeos. Los jugadores de ajedrez piensan Sin adelantar al menos un movimiento por lo general pierden; también lo hacen los presidentes que piensan que pueden poner en marcha uno o dos días de golpes y luego salir con una victoria. Las repercusiones no sólo pueden sentirse en los países vecinos, sino que incluso pueden ser sentidos en los Estados Unidos, y no hay excusa para ignorarlo.A pesar de todos estos hechos, no actuar sería, en este punto y por las propias normas de la administración, intolerable.La masacre en Siria, tolerada por tanto tiempo, ahora se acerca el mismo orden de magnitud (con un número de muertos de un total de seis cifras como mínimo) en Ruanda, pero en un lugar estratégicamente más importante. Ya es tarde, tal vez demasiado tarde, para evitar que Siria se convierta en el nuevo Afganistán o Yemen, donde luchan rabiosamente yihadistas antioccidentales. Un cortafuegos crítico, el uso de armas químicas a gran escala, ha sido violado.No menos importante, el prestigio de EEUU está en juego. ¿Por qué alguien, en cualquier lugar, tomaría las amenazas de Obama (o para el caso, sus promesas) en serio si él no hace nada aquí? No actuar es decidir, y decidir por un resultado aún peor que el que nos espera.»La guerra es una opción entre dificultades», señaló en una ocasión un general británico. La cuestión es si el presidente va a empeorar la situación, convenciéndose a sí mismo que ha encontrado una solución mínima a un problema infernal. Pero no convencerá a nadie más.