Bajo las palabras de Sarkozy hay un descarado reconocimiento de la intervención de las grandes potencias para defender los intereses de las oligarquías financieras más poderosas del planeta.
En sólo dos días el presidente francés Nicolás Sarkozy ha pasado de decir que “España ya no está en la primera línea de la crisis gracias al esfuerzo de Zapatero y al sentido de la responsabilidad de Rajoy”, en la cumbre europea del domingo, a criticar “el milagro” español de hace dos o tres años, “ahora nadie querría estar en esa situación”. Para insistir sobre todo en que «un país que no hace el esfuerzo para controlar sus gastos es un país que ha dejado de ser independiente». Está es la madre del cordero y la clave de todo lo que está pasando.
«Con una clase política en el gobierno y la oposición sumisa y sometida a las exigencias de las principales potencias imperialistas no se puede salir de la crisis» El capital extranjero tiene entre el 45% y el 50% de la deuda española. Y Francia no sólo es el país que más deuda pública española tiene sino el que más ha seguido acumulando durante la crisis hasta llegar al 29% del total de la deuda pública española en manos extranjeras. Casi 165.000 millones de euros. ¿Se entiende por qué Sarkozy no quiere ni hablar de una quita, por mínima que sea, a la deuda española, que podría suponer un coste de 5.600 millones de euros por cada punto de quita?
Pero sobre todo se entiende por qué bajo las palabras de Sarkozy hay un descarado reconocimiento de la intervención de las grandes potencias para defender los intereses de las oligarquías financieras más poderosas del planeta. Ellos son –bancos y fondos de inversión-, en connivencia con las agencias de recalificación y los llamados organismos internacionales, FMI y UE, los que manejan los mercados mundiales de la deuda. Suben o bajan la calificación de cada país, lanzan rumores o activan la compraventa de títulos de deuda para provocar la subida de los intereses a pagar, y “llaman por teléfono” (Obama) o “envían cartas” (BCE) a los dirigentes políticos para conminarles a aplicar los recortes exigidos.
Sarkozy nos da una demostración práctica de lo que venimos diciendo desde “De Verdad contra la crisis”: con una clase política en el gobierno y la oposición sumisa y sometida a las exigencias de las principales potencias imperialistas no se puede salir de la crisis en beneficio del país y de la mayoría. Sólo desde la defensa de la soberanía y la capacidad para tomar las decisiones que realmente interesan a los intereses nacionales y del 90% de la población puede haber una salida a la crisis en beneficio de todos.