Las conexiones internacionales de las élites del procés

Sin apoyo exterior no son nada

Al margen de la aplicación de la amnistía, las conexiones de las élites del procés con Moscú existieron. Pero estos no fueron los principales intentos de la "internacionalización" del procés. Las élites independentistas siempre orientaron sus mejores esfuerzos hacia Washington, persiguiendo que EEUU, la única superpotencia, fuera el “padrino internacional que necesitaban”.

Las relaciones de las élites del procés con la Rusia de Putin vuelven a estar en primer plano. Un juez de Barcelona, Joaquín Aguirre, ha solicitado al Tribunal Supremo poder investigar a 11 ex altos cargos de la Generalitat, entre ellos Puigdemont, por lo que se ha llamado “la trama rusa del procés”.

Es el mismo magistrado al que la Audiencia Nacional de Barcelona ordenó hace pocos meses cerrar el caso. Ahora intenta reabrir el caso justo cuando la ley de amnistía entra en vigor. Y lo hace con un objetivo claro: acusar de “alta traición”, un delito que no está incluido en la ley de amnistía.

Desde De Verdad apoyamos la amnistía, como una medida destinada a normalizar la situación en Cataluña. Y rechazamos las maniobras que, desde algunas instancias judiciales, buscan torpedear su aplicación.

Pero, al margen de esto, existe un problema político que debemos afrontar. Las oscuras relaciones de las élites del procés con centros de poder globales, no solo con Moscú, para facilitar el camino hacia la independencia existieron.

No fue el exceso de tal o cual dirigente político, sino una política impulsada por la burguesía burocrática catalana que estaba al mando del procés. Declararon una y mil veces la necesidad de “internacionalizar el procés”, es decir conseguir padrinos globales que ampararon su causa de fragmentación.

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Los hechos probados

Apostando a la carta de Putin

Josep Lluis Alay, jefe de la Oficina de Puigdemont, reconoció que se reunió con emisarios del Kremlin para “hablar de asuntos que interesan a la creación de un Estado independiente”.

Que sectores de las élites del procés llamaron a la puerta de la Rusia de Putin, para que respaldaran a una futura Cataluña independiente, no solo lo defiende un juez que quiere poner palos en las ruedas a la aplicación de la amnistía. Lo ha reconocido Víctor Tarradellas, ex secretario de relaciones internacionales de Convergencia, que jugó un importante papel en los días álgidos del procés. Y lo admitió la Oficina de Carles Puigdemont.

Hay muchos hechos, totalmente comprobados, que lo certifican.

El 26 de octubre de 2017, un día antes de que se aprobara la DUI, Tarradellas envió a Puigdemont un mensaje por wasap: “A las 5 viene emisario de Putin”. A esa hora Puigdemont se reunió con Nicolai Sadovnikov, al que se considera un intermediario oficioso del Kremlin, actuando bajo cobertura del Estado ruso y que rinde cuentas directamente ante Putin.

Se discutió un posible apoyo de Moscú a la independencia de Cataluña. Aunque no se concretó el hecho de que esa reunión existiera, con una potencia imperialista como Rusia, es de enorme gravedad.

No fue un hecho aislado. Después del 1-O la “caverna de Waterloo” siguió llamando a la puerta del Kremlin.

En junio de 2019 Puigdemont volvió a reunirse, en Suiza, con un emisario de Moscú, Alexander Dimitrenko, al que se le denegó la nacionalidad española por su probada vinculación con los servicios de inteligencia rusos.

Entre 2019 y 2020 están documentadas hasta 5 reuniones de Josep LLuis Alay, jefe de la Oficina de Puigdemont, con representantes del Estado ruso. En las que, según confiesa el propio Alay, “hablamos de asuntos que interesan a la creación de un Estado independiente”.

El parlamento europeo ha llegado a señalar la necesidad de investigar “los contactos estrechos y regulares entre funcionarios rusos y representantes de un grupo de secesionistas catalanes en España”.

Moscú juega a la desestabilización de la UE. Y está demostrado que ha respaldado a diferentes partidos y movimientos con el fin de azuzar los conflictos en Europa. El rastro de los rublos lleva hasta el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia o a la Liga Norte de Salvini en Italia.

Y eso incluye hurgar en las líneas de fractura contra la unidad. Financiado por el Estado ruso cada año se celebra en Moscú una reunión para dar cobertura a movimientos independentistas en países que Moscú pretende desestabilizar.

Al margen de la aplicación de la amnistía, las conexiones de las élites del procés con Moscú existieron.

Las élites del procés, desde Mas a Puigdemont, buscaron un padrino global poderoso que avalara la ruptura

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Las otras “apuestas”

Mirando hacia Washington

Las élites del procés han mirado hacia Washington, persiguiendo que EEUU, la única superpotencia, fuera el “padrino internacional que necesitaban”. En la imagen, Puigdemont con Dan Rohrabacher, congresista y halcón del partido republicano

Algunas voces importantes del periodismo y la política española han revelado que también desde Washington se ha hurgado, en provecho propio, en la herida que suponía el procés.

El periodista Fernando Onega reveló que, en los momentos álgidos del procés, el entonces presidente norteamericano, Donald Trump, se puso del lado de quienes cuestionaban la unidad en nuestro país, reprochando a Josep Borrell, entonces ministro de Exteriores, que “ustedes están machacando la región más próspera de España”, en referencia a Cataluña.

Y García Margallo, ministro de Exteriores con Rajoy, ha reconocido que la declaración del gobierno de Obama apoyando la unidad de España solo se realizó a cambio de que España enviara más soldados y aviones a los países bálticos bajo mando de la OTAN.

Dos gobiernos norteamericanos muy diferentes, pero una misma intención de aprovechar el procés como elemento de presión.

Las élites del procés han mirado hacia Washington, persiguiendo que EEUU, la única superpotencia, fuera el “padrino internacional que necesitaban”.

Lo expresó Víctor Terradellas, al afirmar que “Israel, EEUU y Alemania son los aliados principales de Cataluña”. Confiando en que “a EEUU le gustan los procesos de emancipación porque ven más fácil tratar con pequeños Estados nación que no con viejos imperios multinacionales”.

Y ofreciéndose como plataforma de intervención a Washington. Artur Mas fue a EEUU para declarar ante el emperador que “una Cataluña independiente sería un aliado clave de la OTAN”. Y los estrategas del procés diseñaron un ejército para la “república catalana” en manos privadas, en concreto de Dyncorp, uno de los gigantes militares norteamericanos.

El lobby norteamericano de apoyo al procés está encabezado por algunas de las figuras más reaccionarias y agresivas de la administración Trump, como el congresista Mario Díaz-Balart -defensor de una intervención militar en Venezuela-, o el ex presidente del influyente subcomité para Europa, Eurasia y Amenazas Emergentes del Congreso de los Estados Unidos, Danna Rohrabacher, especialista en respaldar movimientos independentistas -desde Kosovo a Irán- para utilizarlos al servicio de los intereses de la superpotencia.

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Buscando desesperadamente un padrino global

Que las élites del procés llegaran a solicitar la ayuda del Kremlin fue producto de la desesperación y de la necesidad.

Si lo concebimos como una más de las excentricidades de Puigdemont no entenderemos nada. El todavía inquilino de Waterloo seguía una política consensuada dentro de la burguesía catalana que había impulsado el procés. Y que, con otras formas, había seguido Artur Mas.

Las élites del procés, extremadamente reaccionarias, no tienen a su lado una mayoría de la población. En la sociedad catalana prima la unidad sobre la ruptura. Y los partidarios de la independencia nunca han superado el 38% del censo. Los Puigdemont de turno solo pueden imponer la independencia si hay “padrinos” internacionales más poderosos que les apoyan.

Eso es lo que buscaron, antes y después del 1-O. Y en su desesperación llegaron a llamar a puertas de alto riesgo, como la Rusia de Putin.