El reggaeton es el género más escuchado del panorama musical de nuestro país. Esta variedad fruto de la fusión entre las influencias musicales de Panamá y Puerto Rico, con tantos amantes como detractores, ha sido censurada por su “contenido machista” en las fiestas de varias localidades este verano. Pero cada vez más feministas de diferentes partes del mundo defienden y practican la frase que dejó sin respiración a la sociedad norteamericana hace un siglo: “Si no se puede bailar, tu revolución no me interesa”.
Lo que ahora muchos consideran un producto transgénico de un laboratorio digital, tiene genes del reggae, el hip hop y el dancehall. El reggaeton nace a mediados de los ochenta en Panamá, por la combinación de las primeras traducciones del reggae al español de Vico C y Chicho Man, con los ritmos caribeños que portaban los miles de trabajadores llegados para construir el Canal, sobre todo puertorriqueños. Su ritmo, el “dem bow”, tiene su origen en una canción con el mismo nombre de Shabba Ranks que introdujo el reggaeton hablado y no cantado. El concepto se lo debemos al productor musical Michael Ellis, que fundió las palabras «reggae» y «tone», para describir la nueva música que se hacía en su país.
Mucho antes de que se produjera esta fusión, Emma Goldman, una anarquista lituana, llegaba a EE.UU. para revolucionar lo que hasta ahora había sido la liberación de la mujer. Lo que formuló en 1895 (“me han llamado la atención por bailar porque no es propio de una mujer anarquista. Si no puedo bailar no quiero estar en esta revolución”), aunque traducida con diferentes matices, sigue teniendo hoy una vigencia absoluta.
Según June Fernández, impulsora y coordinadora de la revista Pikara, la concepción del reggaeton como baile machista proviene de considerar que la mujer baila para darle placer al hombre. Bajo una premisa aparentemente feminista, se niega la sexualidad y el placer de las mujeres: “más que censurar el reggaeton androcéntrico, se trata de promover que las mujeres no sean sólo adornos sino que también canten y compongan letras en las que plasmen sus deseos”.
La censura del reggaeton en la localidad gaditana de la Línea de la Concepción y recientemente del cantante C. Tangana en las fiestas de Bilbao, ha abierto este debate en el propio entorno del feminismo: ¿Es el veto a artistas con letras machistas la mejor estrategia feminista?
Pero no se censuran las letras. «La amaba, pero tuve que matarla. Tuve que ponerla seis pies bajo tierra y todavía puedo oírla quejarse» es un fragmento que suena en “I used to love her” de Guns n’Roses. También míticos grupos de rock como AC/DC en “Let me put my love into you” o Kiss en “Christine Sixteen” tienen letras abiertamente machistas. El verdadero machismo en el reggaeton está en que tras todas las transformaciones sociales de las últimas décadas, sigue siendo un campo musical vetado para las mujeres. ‘Los grandes’ del reggaeton son sobre todo hombres. Las mujeres de diferentes países, como Nathy Peluso, Bad Gyal, TRIBADE que se están abriendo paso en géneros similares, lo han hecho a contracorriente y son ya un referente para muchas de nosotras. La verdadera libertad está en la capacidad para decidir. Que nadie lo haga por nosotras. Tampoco lo que debemos o no debemos bailar.