Del 24 de octubre al 1 de noviembre, la Seminci (Semana Internacional del Cine), ha vivido su 70 edición. Este festival, con sede en Valladolid, nos abre sus puertas una vez más, esta vez con un tono gris y con la inauguración y la clausura, pasadas por agua.
La inauguración fue presidida por una manifestación pro-Palestina. Ellos fueron las primeras celebridades que se acercaron a la puerta del teatro Calderón, añadiendo algo más de color a las calles. El festival se abre con una apuesta serena, pero no dulce: Tres adioses. Una construcción poética desde lo real, desde lo cotidiano. Isabel Coixet mira a la muerte de frente, con ángulo normal, de tú a tú. Cuida la atmósfera cargándola de texturas que transportan y te dejan oler el paso del tiempo. Sus imágenes hablan con una sutileza plomiza de las ausencias, dura y delicada a partes iguales. Es como si a lo largo de la película, su protagonista estuviese elaborando un recuerdo para poder llevarse. La historia nos cala como el agua y nos recuerda que la vida se va.
Sin más finalidad que la de la búsqueda del placer, entré a ver una de Jim Jarmusch: Mother Father Sister Brother. Un veterano del cine de autor que entrelaza lo grotesco y cómico para hablar de temas universales en los que, de alguna manera, está nuestro propio reflejo. Mago de los retratos de situaciones incómodas y de la construcción de silencios que lo ocupan todo. Ver una película así en pantalla grande y versión original es una oportunidad que nos recuerda las raíces del festival.
Fui sacudida por Resurrección, del cineasta chino Bi Gan, premio especial del jurado en Cannes, quien nos hace un recorrido referencial por la historia del cine occidental a través de una visión poco idealizada y con una estructura caótica. El director presentó su película en el teatro Calderón y señaló al teatro como fuente de inspiración por su ornamentación y por lo que representa. Las referencias pasan por Méliès, el expresionismo alemán, con un homenaje al primer vampiro del cine y termina con otros vampiros recientes.
Es una suerte poder participar en algunas de las actividades abiertas que se desarrollan en diferentes puntos de la ciudad y que están asociadas a la programación. En el Paraninfo de la Universidad de Valladolid tiene lugar: Pensar el cine. Un espacio para el debate crítico que esta semana miró a lo colonial desde otras perspectivas. Con Alejandra Trelles, directora del Festival Internacional de Cine de Uruguay y directora artística de Cinemateca Uruguaya y Víctor J. Vázquez, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla. Sin duda, una buena forma de enfrentarse a Magallanes, una de las dos películas premiadas con la espiga de oro, del cineasta filipino Lav Diaz y de la estadounidense Kelly Reichardt. La otra película premiada, ex aequo, (por igual) es The mastermind, dirigida por la guionista, directora y montadora Kelly Reichardt, calificada por el festival como la mejor directora de cine estadounidense de su generación.
Gracias al festival viajamos a distintos lugares de manera fugaz, pero también nos acercamos a otras formas de mirar. Este intercambio nos enriquece y en ocasiones, nos interpela. Controvertida la propuesta de YES con la que Nili Feller se ha llevado el premio al mejor montaje. Dirigida por Nadav Lapid, hace una sátira enmarcada en mitad de la barbarie que Israel está perpetrando sobre Gaza. La exhibición de la cinta ha estado insertada en inusuales medidas de seguridad, como el cierre de la calle del teatro y el cacheo de bolsos a la entrada. Mientras en la sala sonaba la música de Javier Vielba, fuera se cuidaba que las voces no llegaran a la sala, pero las voces terminaron llegando sin traspasar las paredes, entraron a través de nuestros corazones.
Terminé la semana dedicándole tiempo a estar, a profundizar un poco más. En realidad, la idea vino de David Trueba quien, en una entrevista abierta de la mano de Marta Medina, nos contó su deseo de entregarse a la vida contemplativa. Su película Siempre es invierno es la adaptación al cine de una novela propia: Bliz. Una película intimista con Amaia Salamanca, Isabelle Renauld y David Verdagué como protagonistas, que nos habla de lo cotidiano a través de lo extraordinario, muestra el deseo femenino a partir de los 50 y nos dibuja un protagonista masculino en estado de inacción, para el que todo pasa sin que nada le atraviese. David Trueba se muestra cercano y nos revela su vinculación emocional con la ciudad a través de la infancia y se describe optimista ante el paso del tiempo; en su último trabajo fílmico, apuesta por una narrativa que desvela la belleza que habita el día a día.
Terminamos la semana con los datos que nos facilita una vez más la dirección de la Seminci, nos vuelven a hablar del crecimiento, de la consolidación de nuevas secciones y los nuevos espacios. Desde la observación podemos hablar de una clara cesión de espacio del cine de autor, en favor del cine español. Una necesidad de exaltación de lo cotidiano y quizás, un predominio del color gris. En cualquier caso, siempre es un placer asomarnos a un festival que lleva mostrando durante tantos años, tantas formas de contar.
