«Parece absolutamente inevitable un colapso de Grecia que ponga en tela de juicio el futuro de la Unión Europea, oportunidad para corregir los errores en los que se incurrió en su concepción. Tal fatalismo se desprende de la trágica evolución de su deuda soberana, un activo mucho más eficaz en la anticipación de eventos que unas acciones que ayer lograron finalmente cerrar en positivo en Europa. (EL CONFIDENCIAL)
EL PAÍS.- Desde ayer quedan ocos márgenes para la duda: el mismo Partido Popular que se declaraba incompatible con la corrupción, y que se autoproclamó abanderado de un proyecto de regeneración democrática con el propósito de alcanzar el poder a cualquier precio, deberá responder por uno de los más graves escándalos de corrupción conocidos en España. LA VANGUARDIA.- No es la Filesa de la derecha española, pero la mancha del caso Gürtel, desvelada definitivamente ayer por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, deja el traje del Partido Popular –el símil es el adecuado– en un estado calamitoso; bañado en aceite y con un olor nada agradable. Mariano Rajoy deberá acudir a una buena tintorería si desea ganar con autoridad, política y moral, las elecciones generales del 2012. El regreso de la derecha a la Moncloa no es un hecho ineludible, fruto del determinismo marxista. Rajoy necesita infundir confianza. Hoy más que ayer. Opinión. El Confidencial Grecia se encamina hacia lo inevitable, ¿España también? S. McCoy (…) Parece absolutamente inevitable un colapso de Grecia que ponga en tela de juicio el futuro de la Unión Europea, oportunidad para corregir los errores en los que se incurrió en su concepción. Tal fatalismo se desprende de la trágica evolución de su deuda soberana, un activo mucho más eficaz en la anticipación de eventos que unas acciones que ayer lograron finalmente cerrar en positivo en Europa. Y es que el diferencial frente al bund alemán se fue por encima de los 400 puntos básicos, llegando a cotizar los bonos helenos a 10 años por encima del 7% (en dos años se disparó unos impresionantes 120 pbs) ante, por una parte, la toma de conciencia de que el plan orquestado por Alemania y Francia, con el FMI como convidado de piedra, no es más que un brindis al sol que poco o nada ayuda a la resolución de los problemas del país (…); por otra, la comprensión de que una situación de déficit y deuda en términos de PIB como la que actualmente vive Grecia es más grave que la de cualquier estado de los que hicieron default en la última oleada importante, la que se produjo entre 1998 y 2001. Tal y como veremos más adelante, lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible: o ajustas o pagas pero las dos cosas a la vez, y a estos tipos de interés, como que no; por último, la constancia de la difícil situación de un sistema financiero que vive una constante fuga de depósitos, ante el temor de mayores impuestos, y que ha sido objeto de rebajas en la calificación de sus principales instituciones la semana pasada por parte de Moody´s. En relación con el segundo punto, resulta indispensable el post publicado por Wolfang Münchau en su columna del FT del pasado lunes que es toda una lección de economía. A su juicio caben cinco soluciones potenciales a la actual situación de Grecia. Un colapso del euro que le permita ganar automáticamente competitividad junto al resto de Europa; financiación preferencial por parte de la UE y/o el FMI, que a día de hoy parece descartada; la restructuración de su deuda privada, con objeto de ajustar su importe a la deflación de precios y salarios a la que obliga la pertenencia a la moneda única, pero que tendría un impacto brutal sobre el resto del sector bancario de la Eurozona (…); el abandono del área común, probablemente la opción preferida por Alemania; el default griego dentro de la misma. De todas las alternativas, Münchau asigna un mayor grado de posibilidades a la quinta al coste de financiación actual. Y, como en el chiste, hay una parte mala y una buena en la afirmación: la negativa es que (…) los números no salen, qué se le va a hacer; la positiva, por el contrario, es que no espera que tal evento se materialice a lo largo de 2010 lo que, aparentemente, da margen de maniobra a sus socios comunitarios para redefinir su vida en común de forma acelerada (…) Como el Señor siempre que cierra una puerta, a continuación abre una ventana, concluyo con un artículo más optimista, publicado en la edición de esta semana del The Economist, página 69, Economic Focus. Su tesis central es que los impagos a nivel nación no suponen per se una catástrofe económica para el territorio que los decide. Al menos, así es si nos atenemos a lo que ha ocurrido en 257 fenómenos similares desde 1824, muestra más que representativa. Conclusiones. El coste de financiación se dispara pero al cabo de dos años tal efecto queda anulado. Es verdad, sin embargo, que se restringe el crédito exterior al sector privado hasta en un 40%. El impacto económico interno de la decisión también se diluye en un plazo relativamente corto de tiempo si bien su profundidad es función de la existencia o no de un acuerdo con los acreedores y de los términos de la misma. Hasta ahí lo bueno. Pero, nación rica, entorno supranacional, recesión internacional, escasez de crédito… Grecia no es un caso normal, no se dejen engañar. Se avecinan tiempos salvajes que marcarán igualmente el destino de España. Más nos vale estar al tanto, por si tenemos que tomar notas. EL CONFIDENCIAL. 7-4-2010 Editorial. El País El PP al desnudo Desde ayer quedan pocos márgenes para la duda: el mismo Partido Popular que se declaraba incompatible con la corrupción, y que se autoproclamó abanderado de un proyecto de regeneración democrática con el propósito de alcanzar el poder a cualquier precio, deberá responder por uno de los más graves escándalos de corrupción conocidos en España. De nada ha servido que sus más destacados dirigentes, comenzando por Mariano Rajoy, hayan intentado desacreditar a los jueces, fiscales y policías encargados de la investigación durante los largos meses en los que el sumario del caso Gürtel ha permanecido bajo secreto. Al final, los hechos son los hechos, y los que han comenzado a conocerse a través de la publicación del sumario apuntalan sólidamente la hipótesis de que el PP se ha financiado irregularmente mientras se permitía dar lecciones de honradez a las restantes fuerzas políticas. Con el agravante de que muchos de los portavoces que exhibían una cínica moralina en público eran los mismos que, en privado, aprovechaban la opacidad de las cuentas del partido para, además, engrosar su propio patrimonio. El PP ha reaccionado al levantamiento del secreto del sumario con la misma estrategia seguida durante estos meses, fingiendo ponerse a la cabeza de quienes exigen que se conozca toda la verdad y comprometiéndose a actuar con contundencia ante cualquier escándalo futuro. Pero es que no es de un incierto futuro de lo que trata el sumario, como tampoco de un pasado remoto, sino de dirigentes populares, algunos con relevantes cargos electos, que todavía hoy siguen en sus puestos o, peor aún, colocados a resguardo y protegidos por la dirección del partido. Cuando, ante hechos como éste, y como los descritos en el sumario, el PP proclama que quiere conocer toda la verdad, lo que está buscando, en realidad, es eludir su responsabilidad más inmediata y más ineludible, que consiste en dar explicaciones políticas sobre cuanto había venido negando y, a continuación, depurar responsabilidades. Hasta ahora no eran fáciles de entender, aunque podían intuirse, las razones últimas por las que el PP corre con los gastos de la defensa del senador y ex tesorero nacional Luis Bárcenas, que además mantiene un despacho en la sede de la calle Génova. Con los datos conocidos a través del sumario, prolongar esta situación equivale simple y llanamente a una confesión, bien de impotencia, bien de encubrimiento, por parte de Mariano Rajoy y la dirección popular. Y lo mismo que de Bárcenas cabe decir del presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps , que no sólo recibió trajes y regalos de los jefes de la trama, sino también financiación para los actos del partido. Y también de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que tendrá que dar cuenta de las irregularidades cometidas desde su propio Gobierno, por consejeros que ella nombró y para financiar actos en apoyo de su única y obsesiva ambición, a pesar de su insolidario amago de transferir la responsabilidad a otros sectores de su partido. El Partido Popular puede acariciar la tentación de limitarse a esperar que amaine la tormenta, apoyándose en el hecho de que las encuestas han sugerido que la corrupción no le pasa factura. Aunque se tratase de una actitud acertada para sus expectativas electorales, sería inaceptable desde el punto de vista democrático. Un partido que llegase al Gobierno con unos problemas de corrupción tan graves como los que ha revelado el sumario del caso Gürtel, vería automáticamente hipotecada su acción a los intereses de quienes le han hecho el trabajo sucio. La voluntad general quedaría bajo la amenaza de una red de delincuentes y de los dirigentes políticos que, estando en la oposición, se avinieron a tratar con ellos. EL PAÍS. 7-4-2010 Opinión. La Vanguardia Gürtel pone a Rajoy ante sus palabras Enric Juliana No es la Filesa de la derecha española, pero la mancha del caso Gürtel, desvelada definitivamente ayer por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, deja el traje del Partido Popular –el símil es el adecuado– en un estado calamitoso; bañado en aceite y con un olor nada agradable. Mariano Rajoy deberá acudir a una buena tintorería si desea ganar con autoridad, política y moral, las elecciones generales del 2012. Después de obligar a Jaume Matas (ex presidente balear y ex ministro de José María Aznar) a solicitar la baja del partido por presunta corrupción; después de prometer contundencia el lunes ante el comité ejecutivo de su partido –justo 24 horas antes del levantamiento del secreto del sumario Gürtel– y de anunciar que además de sancionar todo comportamiento ilícito, no tolerará "actuaciones que no sean presentables ante la opinión pública", Rajoy ya no es esclavo de sus galaicos silencios. Ha hablado y ha fijado la altura del listón. Hoy, la opinión pública volverá a juzgar "no presentables" los chorretones aceitosos del caso Gürtel y prestará mucha atención a una de las anotaciones contables recogidas en el sumario: los 1,3 millones de euros cobrados por L.B., con toda probabilidad el senador Luis Bárcenas, tesorero del partido. Una cuantiosa cantidad –una presunta comisión– que explicaría el notable incremento patrimonial del hombre que hasta hace unos meses manejaba la caja de caudales del primer partido de la oposición. No hay indicios para afirmar que la trama de negocios capitaneada por Francisco Correa –avispado trabajador de una agencia de viajes que vio la posibilidad de hacer fortuna con la enorme demanda de actividad logística (viajes, organización de mítines, convenciones, congresos y demás eventos) que genera un gran partido político con responsabilidades de gobierno– haya funcionado de manera objetiva como mecanismo de financiación ilícita y sistemática del PP, pese a que uno de los informes policiales vinculados al sumario aporta algunas sospechas sobre la recta financiación del Partido Popular en la Comunidad Valenciana. No hay base para una acusación que podría provocar un terremoto político igual, o superior, al que afectó al PSOE a finales de los años ochenta (la denuncia de un empleado desveló que Filesa era la tapadera con la que el Partido Socialista obtenía pagos de bancos y grandes empresas al margen de la ley), pero los 50.000 folios del sumario Gürtel, que serán exprimidos una y otra vez en los próximos días, pueden llegar a tener una eficacia narrativa similar a la de las novelas costumbristas de Benito Pérez Galdós. Estamos ante el retrato de una época, apenas cancelada por la crisis. Gürtel es el retrato sucio de un tiempo en el que mucha gente en España creyó haber alcanzado, sin marcha atrás imaginable, la edad del BMW, del buen apartamento en Levante y de la juerga de fin de semana en Marrakech. Gürtel pone de manifiesto que durante la década prodigiosa en la que, ladrillo a ladrillo, el PIB español crecía cada año por encima del 3%, determinados aledaños de la política fueron una auténtica mina de oro para algunos individuos. Ese es el más serio problema al que se enfrenta Rajoy: el cambio de época. La magnitud de la crisis, el aturdimiento social ante la radical ausencia de buenas perspectivas, los evidentes errores del Gobierno, el serio deterioro de la confianza en el presidente José Luis Rodríguez Zapatero y el estreñimiento general de la socialdemocracia europea ofrecen buenas perspectivas al PP, que las encuestas certifican. Pero Rajoy no puede presentarse ante la sociedad española como el capitán necesario para una etapa difícil en la que nadie podrá prometer milagros, con el tintinear de las cadenas de oro aún visible en algunas fotos de familia de la turbo derecha española. La extraordinaria resistencia electoral del PP en Valencia y Madrid, epicentros del caso Gürtel, podría devenir un peligroso espejismo para el actual grupo dirigente, los marianistas. La resistencia al escándalo en Valencia y Madrid se explica por una acumulación de factores –el gran crecimiento económico de ambas comunidades en los últimos quince años, el dominio de la opinión pública regional gracias a una férrea hegemonía política y mediática, la asombrosa endeblez del PSOE en ambas regiones…– que podrían verse alterados ante el carácter decisivo de unas elecciones generales, por muy buenas que hoy sean las encuestas y por óptimos que sean los resultados del PP en los comicios autonómicos y municipales a celebrar dentro de un año. El regreso de la derecha a la Moncloa no es un hecho ineludible, fruto del determinismo marxista. Rajoy necesita infundir confianza. Hoy más que ayer. LA VANGUARDIA. 7-4-2010