El día que los grillini llegaron al Parlamento de Roma ni siquiera sabían dónde estaba la puerta de entrada. Ninguno tenía experiencia política y apenas se conocían entre sí, puesto que habían sido seleccionados mediante un libertario programa de internet ideado por Gianroberto Casaleggio, pionero del comercio electrónico en Italia y gurú del Movimiento 5 Estrellas.
El día que los grillini llegaron al Parlamento de Roma ni siquiera sabían dónde estaba la puerta de entrada. Ninguno tenía experiencia política y apenas se conocían entre sí, puesto que habían sido seleccionados mediante un libertario programa de internet ideado por Gianroberto Casaleggio, pionero del comercio electrónico en Italia y gurú del Movimiento 5 Estrellas.
Casaleggio es el cerebro de Beppe Grillo. Hace diez años, mientras el cómico genovés destrozaba ordenadores a martillazos en sus espectáculos teatrales, Casaleggio ya formaba parte del consejo de administración de Telecom Italia. Personaje hermético, inquietante, con una fascinación casi religiosa por las nuevas tecnologías, es el ingeniero de la corriente política que sorprendió a toda Europa en las elecciones legislativas italianas de febrero del 2013. Principal fuerza de oposición. 25,5% de los votos. 109 diputados, 54 senadores. Las plazas llenas en todos los mítines y una feroz enemistad –mutua– con la prensa y la televisión. El Partido de Internet.
Los cien grillini no sabían donde estaba la puerta principal de Montecitorio, apenas se conocían entre sí y ni siquiera tenían un jefe de filas visible. Grillo no puede ocupar ningún cargo público. Fue inhabilitado tras un accidente de tráfico que costó la vida a tres personas que le acompañaban en una excursión por una peligrosa ruta forestal. (Tuvo reflejos para saltar del vehículo segundos antes de caer por un precipicio y los demás murieron). La prensa italiana, siempre muy crítica con Grillo, nunca se ha encarnizado con este episodio. No sé qué sucedería en España si un suceso tan trágico empañase la biografía de alguno de los dirigentes de Podemos.
Los cien grillini entraron en Montecitorio sin conocer el reglamento. Pronunciaban airados discursos contra la vieja política y se peleaban entre sí. Eran adanistas y metían la pata. Hubo dimisiones y expulsiones. Grillo intentaba poner orden desde su página web. La prensa les azotaba y ellos respondieron con un índice de los “periodistas más mentirosos de Italia”. Un escándalo. Caray, pero no bajaban en los sondeos. El hiperactivo primer ministro Renzi –Gran Centro– se apoderó hábilmente de algunas de sus reclamaciones: disminuyó las subvenciones públicas a los partidos y eliminó nominalmente las provincias. Caray, seguían sin bajar en los sondeos. Tres años después, mantienen una intención de voto del 25%.
El Partido de la Protesta se alimenta del malestar de la gente. Es el instrumento político escogido por los que se sienten perdedores de la crisis. El acoso mediático, en dosis exageradas, les alimenta. Esta es la lección italiana.
España no es Italia. Y Podemos no es el Movimiento 5 Estrellas, aunque compartan algunos genes populistas. Pablo Iglesias e Íñigo Errejón surgen de una matriz marxista que no está en la mentalidad de Grillo y Casaleggio. ¿Tendrá tanta resistencia Podemos como el Movimiento 5 Estrellas? La pregunta es pertinente puesto que ya hemos entrado en la fase dura de la interinidad española. Ahora viene lo fuerte, que no lo más diáfano. En estas próximas semanas se dilucidará cuál de los cuatro partidos principales es el verdadero eslabón débil de la cadena.