Cuando eres adolescente y tu país está cambiando a toda velocidad lo que más deseas es participar de ese cambio, y vivir al límite la modernidad. Sin embargo, si tienes la ingrata suerte de haber nacido en el extrarradio e ir a un colegio de curas, esa modernidad te queda demasiado lejos. Una temática que recupera lo mejor del cómic «underground» catalán de los 70 y 80, que retrató la humilde pero honrada vida de los habitantes de la periferia barcelonesa. Esas familias trabajadoras que con tanto recelo miraban a los vestigios del franquismo como a las nuevas imposiciones de las castas nacionalistas que le sucedían, mientras sus hijos convivían con una realidad marginal.
Los más críticos considerarán el unto de partida temático como algo quizá demasiado trillado. No en vano es la linea argumental base de la historieta “chunga”de los 70 y ha sido desarrollada por la generación de autores ligada a El Víbora, como Jaime Martín, autor de la exitosa serie Sangre de Barrio. Pero existen varios motivos que nos hacen creer en algo más que acertado la elección de esta época y este lugar, para ambientar la obra realizada conjuntamente por Mario Torrecillas, Tyto Alba y Pablo Hernández. En primer lugar el mismo hecho de recuperar una realidad tan olvidada por la cultura catalana “oficial”, como es la vida de los jóvenes “charnegos” de poblaciones tan emblemáticas como Badalona, Cornellá u Hospitalet. Y en segundo lugar porque los autores la abordan desde una perspectiva más descontextualizada temporalmente que la que aportaban aquellas historias –casi de actualidad-, buscando una reflexión a posteriori. Pese al planteamiento de ficción inicial, es evidente que en la vida de los personajes hay componentes si no autobiográficos, de referencia cercana a los autores (no en vano, dos de ellos crecieron en el mismo barrio del Santo Cristo), lo que favorece una construcción que sabe moverse entre lo personal y un cierto distanciamiento que asegura la empatía del lector y la aportación de vivencias similares. Ese atractivo argumental centrado en una especie de relato biográfico de la gente de a pie, viene reforzado en Santo Cristo con una arriesgada apuesta de estructura narrativa. Los autores huyen del modelo tradicional “underground” para darle mayor importancia al entorno urbano, que en ocasiones se alza como vehículo propio de la historia, más importante que las propias personas que protagonizan las historias. Hay una elección de puesta en escena donde voluntariamente los personajes quedan escorzados y fuera de plano, dejando que sea el barrio y las calles, los edificios, los que parezcan mantener el diálogo. Se pone intencionadamente el peso en el colectivo, en el barrio en sí como personaje activo de la obra, que refuerza el discurso social del álbum. La cuestión gráfica viene resuelta con un elegante trazo y un sutil juego de grises “aguados”, que nos introduce perfectamente en ese registro realista de relato de historia cercana y que inevitablemente recuerda a una obra reciente, similar en muchos aspectos, como es Brancaccio, de los italianos Di Gregorio y Stassi, también ambientada en un barrio periférico, en este caso de Palermo.