Selección de prensa internacional

Salvar los bancos, salvar al mundo

Vaya par de recaditos que la prensa norteamericana manda a Obama este domingo. El comentario del nuevo presidente a mediados de esta semana sobre lo inconveniente de que Citigroup comprara un nuevo jet para sus directivos, en medio de la recesión y con el dinero público inyectado por el gobierno, ha originado una respuesta fulminante. Y desde las dos orillas del espectro, tanto el hiperdemócrata New York Times como el archirepublicano Wall Street Journal.

El New York Times, en su bloc de notas editorial –que no exresa explícitamente la opinión del periódico, pero sí tácitamente al destacarla sobre las demás–, el periodista de origen mexicano Eduardo Porter empieza con una afirmación rotunda: “Obama no sabe evidentemente nada sobre el interés público”. ¿Qué provoca un comentario tan concluyente de este destacado miembro del consejo editorial del periódico neoyorquino? Según él, la “ética de la remuneración abundante” a ejecutivos y altos directivos de Wall Street –que Obama calificó de inadecuada en sus comentarios sobre Citigroup– es algo así como la gasolina necesaria para que el motor del capitalismo monopolista funcione. Sin ella, no surgirían las ideas, alternativas, proyectos y métodos necesarios para que Wall Street domine el planeta financiero mundial. Por tanto, y como conclusión, aconseja a Obama que la próxima vez que los banqueros vayan a solicitarle más dinero público –lo que parece que no va tardar mucho en ocurrir– tenga en cuenta que no podrá solucionar los problemas del mundo (se sobreentiende, de la hegemonía de EEUU sobre el mundo) sin ellos. Wall Street Journal quiere creer, por su parte, que las palabras de Obama no hacen sino preparar el camino –tocando “el nervio populista”– para vacunarse ante la opinión pública del más que probable e inminente anuncio de un nuevo paquete de ayudas estatales a los bancos norteamericanos. Sin embargo, advierte de lo peligroso que resulta poner a los banqueros y plutócratas de Wall Street en el blanco de las iras de la opinión pública. Amenazando con lo que puede llegar a ocurrir si no se atienden sus demandas. La prolongada congelación del crédito –lo que el periódico llama “huelga de banqueros”, en una divertida e ingeniosa imagen que da mucho de sí– que imposibilitaría cualquier recuperación económica durante un largo período de tiempo. Lo mismo que ocurrió tras el crack del 29. Y el WSJ advierte que esta vez tampoco sería bonito. Por último, el diario francés Le Monde (que, para entendernos sería aproximadamente el equivalente de El País en España) publicaba el pasado viernes un artículo titulado nada más ni nada menos que “La lucha de clases no ha muerto”. En él su autor dice que el concepto de lucha de clases acuñado por Marx, que la caída del imperio soviético parecía haber enterrado para siempre, no sólo no estaba muerto, sino que al parecer la crisis financiera y económica ha puesto de manifiesto que goza de muy buena salud. Tal vez por eso se dedique a inocularle unos cuantos virus tóxicos, aparentemente para actualizar su contenido, realmente para desvirtuarlo y vaciarlo de su contenido revolucionario. Tiempo habrá para dedicarle más atención y espacio en nuestro periódico que estos breves comentarios. Sólo por adelantar unas primeras conclusiones (o más bien hipótesis de partida), el artículo se dirige a levantar como alternativa, la unidad “mundializada” de los trabajadores y sindicatos del primer y el segundo mundo, a fin de proteger las condiciones de vida alcanzadas en las últimas décadas frente a unas clases dominantes también mundializadas. Condiciones que, no es necesario ser un lince para advertirlo, han sido posibles gracias a la inmisericorde explotación del 90% de la humanidad del Tercer Mundo, y de la nueva clase obrera inmigrante llegada a los países capitalistas desarrollados en este tiempo. EEUU. The New York Yimes SALVAR A LOS BANCOS, SALVAR AL MUNDO Eduardo Porter Barack Obama no sabe evidentemente nada sobre el interés público. Lo atestiguan sus ataques contra el nuevo jet de Citigroup. ¿Cómo esperaba que enviaran ejecutivos a Davos? Las duras críticas del presidente a las exuberantes maneras de los banqueros sugiere que no entiende que son esenciales para el ahorro del mundo. Todo el aparato que sostiene la reunión de cerebros celebrada en la montaña mágica de Suiza (que finaliza hoy) se basa en la ética de la remuneración abundante que el Sr. Obama alegremente rechaza. Sólo la cuota empresarial en el Foro Económico Mundial es el equivalente de unos 37.000 dólares al año, y una entrada para la fiesta al parecer cuesta 16.000 más. Una sesión privada con "los líderes de la industria" cuesta el equivalente de más de 220.000, según informan las agencias. Y para escuchar a los copresidentes de la reunión, gente como Rupert Murdoch, hay que pagar alrededor de 435.000 dólares por el privilegio. Uno puede estar tentado de creer que este generoso efectivo paga simplemente lujos extravagantes y buen esquí. Pero los honorarios permiten al foro invitar a personalidades bien pagadas, como presidentes y primeros ministros. El año pasado, la reunión produjo algunas ideas verdaderamente importantes sobre propuestas de negocio, cómo la “innovación colaboradora” que puede abordar “los muchos desafíos que emergen como resultado de las ecuaciones de desplazamiento del poder en el mundo.” (…) Este año, los hombres de Davos tenían previsto dar forma a "los valores y principios del liderazgo para un mundo posterior a la crisis." Estaban llenos de ideas sobre cómo abordar la crisis financiera generada por una orgía de crédito peligroso o no regulado con la suficiente transparencia. Jamie Dimon de JPMorgan Chase exhortó a los líderes de América a "reunir a la gente adecuada en una habitación y cerrar la puerta hasta hallar una solución". Stephen Schwarzman, el jefe de Blackstone Group, un grupo de capital privado, dijo que los gobiernos tenían que salirse de los caminos trillados y reducir drásticamente la cantidad de capital que los bancos tienen que proveer para protegerse contra posibles pérdidas, con lo que podrían prestar más. ¿Quién sabe lo que podría haber ocurrido si el colapso financiero mundial no hubiera sacrificado la lista de invitados? Bob Rubin no estaba allí. Tampoco fue Larry Summers, ni toda la gama de financieros desde John Thain de Merrill o Richard Fuld de Lehman hasta Vikram Pandit de Citi y Lloyd Blankfein de Goldman. El señor Obama debería pensar en esto la próxima vez que vengan los banqueros pidiendo más dinero de los contribuyentes: ¿Podemos solucionar los problemas del mundo sin ellos? THE NEW YORK TIMES. 1-2-2009 EEUU. The Wall Street Journal “IDIOTAS DE HECHO” Después que el presidente Obama denunciara el jueves las primas de Wall Street como "vergonzosas", estaba abierto el camino para que el resto de la clase política vertiera gasolina en la hoguera que se está preparando para ofender a los banqueros. El senador Chris Dodd, el ex "amigo" del banquero hipotecario Angelo Mozilo, exclamó que el Tesoro debería de alguna manera confiscar sus bonus. El senador Claire McCaskill propuso una legislación para poner un tope de indemnización de 400.000 dólares a los ejecutivos cuyas empresas reciban dinero de los rescates. También propone la creación de un tribunal para sus "auto-indulgencias masivas". El senador de Missouri, a continuación, habló de "un montón de idiotas en Wall Street". En cuanto el congreso, que está alegremente agitando un diluvio de más de 800 mil millones de dólares en estímulos, el pueblo americano se puede preguntar quiénes son más idiotas. El Fiscal General de Nueva York, Andrew Cuomo, ha iniciado una investigación formal sobre las primas y los detalles de la negociación de Bank of America para la adquisición de Merrill Lynch. En resumen, el Sr. Cuomo está poniendo a los jefes de BofA, Ken Lewis, y de Merrill, John Thain, en el punto de mira de la justicia. Viendo este espectáculo, el Sr. Obama debería considerar la posibilidad de que puede haber un precio por dejar que los llamas del populismo ardan fuera de control durante una profunda recesión. En nuestra experiencia, la finura política nunca ha sido el fuerte de los ejecutivos de Wall Street. Las bonificaciones de fin de año de John Thain para los ejecutivos de Merrill Lynch, cualquiera que sea su justificación, refleja un caso agudo de sordera política. Si los excesos en la decoración de su oficina, conducen en práctica a Wall Street por el camino del dodo, no vamos a llorar. Sin embargo, la dura realidad es que en Wall Street o en toda la América empresarial, los niveles de compensación son un criterio del negocio realizados bajo la presión de la competencia. A pesar de los "idiotas", Wall Street tiene un montón de mentes financieras de gran talento y la movilidad entre empresas sobre la base de la indemnización es algo rutinario. Si el Congreso empieza a configurar los límites legales sobre sueldos y bonificaciones en los EEUU, va a impulsar al talento fuera de Bank of America y de los otros bancos hacia instituciones sin dichos límites, tal vez en el extranjero. Lo mismo ocurre con la amenaza implícita de acciones judiciales del Fiscal General Cuomo Algunas cuestiones rápidas sobre las primas de Wall Street. El pretexto para el escándalo político fue el informe de la contraloría de Nueva York esta semana sobre los datos agregados de las primas en 2008. Unos "irresponsables" bonos de 18.000 millones de dólares para los trabajadores del sector financiero de Nueva York, desde jefes hasta secretarias. Esta bonificación promedio cayó un 44% en 2008, la mayor disminución porcentual en 30 años. La prima promedio fue de 112.000 dólares; primas que por lo general constituyen la mayor parte del sueldo de un empleado de Wall Street. El contralor estima que esta reducción tendrá un costo para el Estado de Nueva York de mil millones de dólares en pérdida de ingresos fiscales y para la ciudad de Nueva York de 275 millones. Tanto la ciudad como el estado pueden tener que anunciar despidos. Es más, el "Wall Street" de la febril imaginación popular ya no volverá nunca a ser como antes. Lehman Brothers, Bear Stearns y Merrill Lynch han desaparecido, kaput. Bastantes banqueros se han arruinado o han acumulado resentimientos de clase para toda la vida. Los restantes dos grandes, Goldman Sachs y Morgan Stanley, ya no son oficialmente bancos de inversión, ahora están bajo la supervisión de la Reserva Federal. El modelo de negocios de Wall Street está roto, y no en un momento particularmente oportuno para la economía. El Sr. Obama quería golpear el nervio populista esta semana porque sabe que puede tener que pedir al Congreso otro billón de dólares o más para reactivar el sistema bancario. También sabe que el núcleo de la crisis económica es un sistema de préstamos que permanece congelado en un gran lago tóxico de valores depreciados. En resumen, el sistema de crédito está en huelga (…) EEUU está lejos de salir de esta congoja. El peligro de apuntar a los capitalistas deslizándonos hacia el abuso o el procesamiento es que permanezcan en huelga, como hicieron en los años 30. Y tampoco será esta vez bonito. THE WALL STREET JOURNAL. 1-2-2009 Francia. Le Monde LA LUCHA DE CLASES NO HA MUERTO François Galichet Hace 20 años, en la euforia del hundimiento del imperio soviético, era de buen tono afirmar que Marx había muerto y que los conceptos marxistas, sobre todo el de la lucha de clases, ya no eran válidos. La crisis financiera y económica muestra que no es así y que el análisis marxista es más actual que nunca. Es pues legítimo preguntarse que significado puede tener el concepto de lucha de clases en el contexto de una economía mundializada que es la del capitalismo de hoy. Este concepto, en el pensamiento de Marx, se ordena alrededor de la identificación de una clase dominante, que se define por el ejercicio de tres funciones. Primero, la propiedad del capital. A continuación, la dirección y la gestión de las actividades de la producción. Por último , la apropiación de la plusvalía, correspondiente a la noción de explotación. En el capitalismo de tiempos de Marx, estas tres funciones estaban, a groso modo, ejercidas por la misma clase. Lo que se llamaba la burguesía detentaba a la vez los medios de producción, dirigía su funcionamiento y captaba lo esencial de las rentas, no dejando a los trabajadores más que lo estrictamente necesario para subsistir. ¿Esto es así todavía hoy? Un análisis, aunque sea somero, nos revela que no. Se puede distinguir en la clase, o más bien en las clases dominantes, al menos tres grupos principales. Primero los “parásitos”: se trata evidentemente del mundo de los mercaderes de las finanzas y sus acólitos, de los que la crisis ha mostrado cumplidamente su inutilidad, e incluso su nocividad, con respecto a la economía real, es decir, productiva. Técnicas como la que consiste en vender lo que no se posee son contrarias al mismo “espíritu del capitalismo”, que funda los derechos (de vender, de comprar, de prestar, etc.) precisamente en la propiedad. Las ganancias realizadas por este mundo financiero son parasitarias, lo que explica que se hayan volatilizado con el crac. En este sentido, los miembros de este grupo pueden ser comparados con la nobleza del siglo XVIII, que dilapidaba en gastos suntuarios las rentas del trabajo de sus dominios, con una indiferencia y una desmesura que condujo a la revolución de 1789. A continuación los “pensionarios”: es decir los detentadores de fondos de pensiones. Donde se encuentran también desde el famoso “dentista belga” hasta la mayor parte de asalariados norteamericanos, al menos a partir de un cierto nivel de rentas. Ellos constituyen una población bastante heterogénea, objetivamente en el lado social de las clases medias y superiores, y a las que no se puede impugnar su papel productivo. Por tanto, esta función productiva no está ligada a tares de dirección y gestión. Por último, los ejecutivos: que bien pueden ser detentadores directos del capital (como Lagardère, Bouygues o Bolloré en Francia), o ser gestores que no poseen más fortuna que las rentas, las stock-options y otros paracaídas dorados que ellos se otorgan, tendiendo a hacerlos entrar en el círculo de los propietarios del capital. Funciones de dirección y gestión que ellos asumen que son necesarias para la producción, al menos mientras los trabajadores no las reivindiquen, como es el caso tras el fracaso de las experiencias autogestionarias de los años 70. La característica común a estos tres grupos, es que están internacionalizados. Ellos constituyen una “clase mundial” que contrasta con la de los proletarios, que piensan y actúan todavía en un marco nacional. El sindicalismo mundial, o simplemente europeo no es aún más que una utopía. Esta asimetría entre una clase dominante mundializada y unas clases explotadas fragmentadas explica que el reparto entre salarios y rentas del capital se hayan modificado a favor de éstas en los último 30 años. Esto, en términos marxistas, no significa otra cosa que el agravamiento de la explotación y el fin del compromiso “fordista” que permitió una cierta calma social y una prosperidad económica sin precedentes. Una clase dominante mundializada no podrá ser enfrentada más que por clases dominadas igualmente mundializadas o en vías de estarlo. Se puede revelar aquí una analogía similar con la evolución de la cuestión social en Francia tras el siglo XIX. Mientras las huelgas fueron locales, estaban condenadas en su mayoría al fracaso. Solamente cuando la contestación social adquirió una dimensión nacional (con el Frente Popular) los trabajadores empezaron a adquirir ventajas decisivas que fueron provechosas para todos, incluidos los capitalistas. La prioridad para los asalariados es pues desarrollar un sindicalismo transnacional, y para empezar europeo. La crisis puede favorecer esta evolución. ¿Para cuándo un G-7 sindical? LE MONDE. 30-1-2009