Selección de prensa nacional

Salir más tarde de la crisis

Ya era hora de que algunos economistas se decidieran a hablar claro y algunos medios les cedieran sus páginas para poder entender un poco la naturaleza especí­fica, particular e intransferible que, en medio de la crisis mundial, tiene la profunda y severa crisis por la que atraviesa España. El economista Antón Gasol, en El Periódico de Cataluña, pone hoy el dedo en la llaga al señalar que «España sufre una crisis gestada, principalmente, por la coincidencia de dos grandes desequilibrios o excesos: una inflación de los precios de los activos, particularmente de las viviendas, que hací­a que cada vez se requiriera más endeudamiento para poderlos adquirir y que tení­amos que financiar recurriendo al ahorro de otros paí­ses»

Para el autor, ambos desequilibrios son la causa fundamental or la que España tardará en salir de la crisis más que el resto de países desarrollados. Ellos son los responsables de tener un “déficit exterior (por cuenta corriente) que no tiene comparación con el de ningún otro país del mundo, ni el de Estados Unidos” La economía española, durante los años de la burbuja inmobiliaria ha incurrido año tras año en un déficit exterior crónico, por o que, año tras año también, se ha visto obligado a financiarlo endeudándose más y más con el exterior. A finales de 2008, la deuda externa que España ha acumulado de forma tan intensa en los últimos años se situó en 1,7 billones de euros, alrededor de un 160% del PIB. De esa deuda con el capital exterior, el sistema financiero español acumula casi el 50%, cerca de 800.000 millones de euros. Deuda que deben bancos y cajas españolas principalmente a los bancos alemanes y franceses, secundariamente a ingleses y holandeses. Esta es la razón de que sin proceder a un profundo saneamiento del sistema financiero español –que aún no ha empezado realmente, pues lo vivido hasta ahora, la intervención de Caja Castila-La Mancha es sólo un aperitivo– no pueda empezar siquiera a pensarse en una reactivación del crédito, el retorno de la liquidez al sistema productivo y la recuperación de la crisis. Opinión. El Periódico ESPAÑA SALDRÁ MÁS TARDE DE LA CRISIS Antón Gasol ¿Cuándo vamos a salir de esta crisis? ¿Nos recuperaremos antes o después que la mayoría de países? Las crisis, en general, son fruto de excesos, y cuanto mayor y duradero es el exceso más profunda es la crisis y más difícil resulta salir de ella. España sufre una crisis gestada, principalmente, por la coincidencia de dos grandes desequilibrios o excesos: un crecimiento económico explosivo explicado por una proporción insana –por insostenible– de la construcción residencial, y una exuberancia de consumo y de inversión favorecida por unos tipos de interés extraordinariamente bajos (negativos en términos reales durante muchos años). Esto llevó a una inflación de los precios de los activos, particularmente de las viviendas, que hacía que cada vez se requiriera más endeudamiento para poderlos adquirir y que teníamos que financiar recurriendo al ahorro de otros países. Ambos desequilibrios son un atolladero que será la causa de que salgamos más tarde de la crisis que cualquier otro país. Ese vivir estirando más el brazo que la manga de forma tan excesiva y prolongada nos ha llevado a tener un déficit exterior (por cuenta corriente) que no tiene comparación con el de ningún otro país del mundo, ni el de Estados Unidos. PRIMER desequilibrio: el elevado déficit de año tras año. ¿Y cómo se produce ese déficit de la economía española con el resto del mundo? ¿Qué sucedió en el año 2008? La balanza comercial (exportaciones menos importaciones) originó un déficit de unos 88.000 millones de euros, que el turismo y otros servicios solo pudieron compensar en 26.000 millones. Por otro lado, los pagos por rentas (ya sean intereses, alquileres o dividendos) debidas a las inversiones extranjeras no cesan de aumentar de un año a otro, y en el 2008 fueron de 34.000 millones. Las aportaciones al presupuesto comunitario y las remesas de los emigrantes explican otros 9.000 millones. Todo ello llevó a que finalizara el 2008 con un déficit de la balanza por cuenta corriente de 105.000 millones de euros (un 10% del PIB). Y ¿cómo es posible que un país pueda vivir por encima de sus posibilidades año tras año? En el 2007, el déficit fue de 105.400 millones, y en el 2006, de 88.300 millones… La respuesta es la misma que en una familia cuando gasta más de lo que ingresa: ¿cómo lo hace? Endeudándose (préstamos) o descapitalizándose (vendiendo patrimonio) o ambas cosas a la vez. Pues en un país sucede lo mismo: endeudándose (importando capital en forma de créditos) o vendiendo activos previamente acumulados (o sea, reduciendo su riqueza acumulada en forma de bienes de capital en el extranjero o de reservas, oro o divisas). La balanza de capital es la que financia la balanza por cuenta corriente. Así, la economía española, con un déficit corriente crónico, ha necesitado año tras año financiarla con deuda del exterior. Si un país exporta capital significa que parte de su patrimonio está en el extranjero o que el resto del mundo es deudor respecto de ese país. Y, por el contrario, si un país recibe capital extranjero (créditos, depósitos o inversiones) el país es deudor del resto del mundo. ¿Y cuán endeudada está España? La deuda externa de un país incluye todos los instrumentos financieros que dan lugar a pagos por amortizaciones y por intereses. Pues bien, la deuda externa que España ha ido acumulando muy intensamente en los últimos años se situó en 1,7 billones de euros a finales del 2008, más de un 150% del PIB. Medio billón de esa deuda externa corresponde a créditos y depósitos a corto plazo (con vencimiento inferior a un año), casi todos de instituciones financieras. El conjunto de estas instituciones financieras tiene una deuda externa de más de tres cuartos de billón de euros, equivalente al 43% de todo el saldo de crédito concedido por el conjunto de entidades de crédito (bancos, cajas y cooperativas de crédito). Con estos datos, y dada la pérdida de confianza relativa de la economía española en el exterior, quizá entenderemos mejor por qué el crédito sigue tan racionado por parte de las entidades financieras, a pesar de los abundantes estímulos monetarios y fiscales. SEGUNDO desequilibrio: un sector de la construcción desproporcionado en volúmenes y en precios. Existen un par de indicadores que permiten ver la situación inmobiliaria comparada entre países: son la relación entre el precio de venta de la vivienda y los ingresos familiares y la relación entre el precio de venta y el precio del alquiler. En un estudio muy reciente de la OCDE de los 17 países más importantes del mundo (con datos del 2008), se puede ver que en relación con los ingresos familiares los pisos deberían bajar del orden del 41% para estar a su nivel, y si lo miramos respecto de la rentabilidad de los alquileres, la rebaja debería ser del 53%. Cuanto más se tarde en realizar este ajuste de precios, más larga y agónica va a ser la recuperación. ¿QUÉ HAY que hacer, pues, para salir de esta pesadilla? Lo más importante es saber que la economía catalana y española empezará a recuperarse cuando bancos y cajas presten de nuevo dinero a familias y empresas solventes (que afortunadamente todavía quedan), y cuando el mercado inmobiliario reemprenda su actividad. Para que esto ocurra, habrá primero que sanear el sistema financiero y hacer que el crédito fluya. Y, por otro lado, es necesario que los precios de la vivienda bajen considerablemente. EL PERIÓDICO. 18-5-2009 Editorial. ABC CRISIS MADE IN SPAIN LOS datos son incontestables: la caída de la actividad de la economía europea que acaba de revelar la UE es la más brusca desde la II Guerra Mundial y en este sentido las diferencias entre países son prácticamente de matiz, aunque cada cual expone sus puntos débiles particulares; como es el caso de España, donde esa caída se ha trasladado de una forma más dramática al desempleo. Es decir, la crisis económica tiene un factor externo, internacional, que afecta de modo general a todos, pero España se ha revelado como una estructura particularmente vulnerable para la destrucción de puestos de trabajo. Ni en Alemania, que ha sufrido un retroceso histórico del 3,8 por ciento, o Italia con más de 5 puntos de caída, se encuentran paralelismos con la velocidad con la que en España aumenta la cifra de parados, cuando la tasa interanual se ha desplomado un 2,9 por ciento y tres de cuatro nuevos parados europeos son españoles. Es evidente que las características de nuestra economía contienen males específicos que no se pueden achacar a la evolución internacional o a las gestiones ajenas a nuestro esquema productivo. Lo que dicen en suma los resultados de la economía europea es que el Gobierno de Rodríguez Zapatero no ha logrado consolidar los beneficios de la herencia económica que recibió ni ha sabido aprovechar los años de vacas gordas para cambiar aquellos elementos que -como se ha demostrado ahora dramáticamente- siguen fragilizando específicamente nuestro mercado de trabajo. Las reformas que debieron haberse llevado a cabo no se han hecho y la destrucción acelerada del empleo que estamos viviendo demuestra claramente que eran necesarias; seguir con el modelo que nos ha llevado hasta aquí es un suicidio. Naturalmente, cuando alguien no quiere buscar la respuesta a los problemas en su propia conducta, se limita a culpar a los otros. Pero después de más de cinco años al frente del Gobierno, ese no parece un pretexto razonable para Rodríguez Zapatero. En cinco años, había tiempo de sobra para haber llevado a cabo los cambios que una ventajosa situación económica hubiera permitido hacer sin traumas, y pese a ello, el Gobierno socialista prefirió dormirse en los laureles. Los datos fríos dicen que los cambios siguen siendo imprescindibles, aunque el Gobierno se empeña en mantenerse dentro de los esquemas que nos han llevado a esta crítica situación. ABC. 18-5-2009 Editorial. Expansión LA TRAMPA DE LAS SUBVENCIONES Una de las medidas más celebradas de las que anunció Zapatero en el debate sobre el estado de la nación empieza a rodar hoy. El Gobierno recupera las ayudas directas a la compra de automóviles, en línea con lo que han hecho otros países para revitalizar el sector. Esta industria, que representa el 5% del PIB y el 10% del empleo en España, se ha visto forzada a implantar duros ajustes de plantilla y producción, que han puesto en el alero la viabilidad de alguna de las plantas. Más allá de los aspectos técnicos –su escasa dotación rebaja su eficacia a 200.000 beneficiarios–, la medida puede efectivamente tener efectos benéficos en el sector, pero también lleva implícito el germen del error de otros planes similares aplicados con anterioridad. Las ayudas se han convertido en una constante para sostener la actividad del sector. Lo que nació como un estímulo coyuntural ha terminado enquistándose en parte de la estructura del negocio. Esta realidad se debe, sin duda, a que la política económica, en especial la más reciente, no ha tenido como objetivo prioritario la creación de un marco competitivo eficaz. La permanente amenaza de deslocalización responde a los elevados costes laborales del sector –3.177 euros por trabajador frente a la media de 2.911 de la industria–, pero también a las deficiencias de las infraestructuras de transporte, el marco fiscal aplicado y los débiles resultados del fomento de la innovación tecnológica. La reconversión de esta industria ha quedado en el olvido ante el recurso fácil a la subvención. Bajo la excusa de la protección del empleo instalado y de su relevancia en la cartera exportadora, las autonomías han intensificado la aportación de fondos públicos para evitar la fuga de todo o parte de la producción de las multinacionales. Cabe preguntarse por la efectividad de los recursos empleados en este fin y si es conveniente mantener esta tendencia. Las políticas industriales sustentadas en el empleo de dinero público se han revelado fallidas. Esos recursos deberían haberse empleado –aún hay tiempo– en crear un entorno más atractivo para la inversión productiva, que la haga menos dependiente de los vaivenes de la demanda y la consolide como núcleo de la competitividad de la economía española. EXPANSIÓN. 18-5-2009