¿Salir de Afganistán?

El gobierno Zapatero no deberí­a adquirir más compromisos de enví­o de nuevas tropas. La guerra en Afganistán empezó como una misión pacificadora. Hoy es una guerra abierta entre los talibanes y los casi cincuenta mil soldados que protegen a un gobierno corrupto, inepto y depredador.

EXPANSIÓN.- Uno de los efectos más nocivos del opulismo por el que está apostando Zapatero es el de transmitir a la sociedad el mensaje engañoso de que las cuentas públicas todo lo aguantan y que el auxilio público se puede estirar como un chicle. Editorial. El País ¿Salir de Afganistán? La guerra de Afganistán ha irrumpido con fuerza en la campaña electoral alemana, a tres semanas de las elecciones generales. Irrelevante hasta ahora, básicamente porque ni los cristianodemócratas de Angela Merkel ni sus rivales y socios de Gobierno los socialdemócratas han presionado para poner fecha a la retirada de los 4.200 soldados presentes en el país centroasiático, ha saltado al primer plano debido al bombardeo, pedido por militares alemanes, de dos camiones con gasolina robados por los talibanes cerca de una base germana. En el ataque aéreo perdieron la vida numerosos civiles, una historia que se repite en Afganistán y que encona cada vez más las relaciones entre EE UU y sus aliados transatlánticos. Progresivamente mortífera, la guerra afgana, bajo absoluto liderazgo estadounidense, es crecientemente impopular en Europa, donde los Gobiernos integrados en la misión de la OTAN son cada vez más renuentes a ampliar su implicación en un conflicto de horizontes sombríos y cuya realidad se intenta ocasionalmente enmascarar. En el caso alemán con la circunstancia de que la mayoría, en torno al 60%, es contraria a la presencia de sus tropas en aquel escenario, donde además el Gobierno de Kabul falsifica resultados electorales. Y ello pese a que el despliegue militar germano adopta limitaciones derivadas de sus imperativos constitucionales. La canciller no aclaró ayer el incidente ante el Parlamento. Se limitó a rechazar las condenas antes de una investigación a fondo y a reiterar que debe ser una conferencia internacional este mismo año el foro donde se revise la estrategia, algo que plantea de una forma u otra y a la vez aplaza el debate sobre la salida de las tropas. La irrupción de la guerra en la campaña es una bendición del cielo para los adversarios de Merkel, en la medida en que puede socavar su sostenida popularidad y quebrar su campaña. Aunque los mayores beneficiarios pueden ser los ex comunistas y socialistas radicales de La Izquierda, también cabe que saquen tajada quienes han apoyado la intervención, como los verdes o los socialdemócratas, a pesar de compartir responsabilidades ambos en la decisión inicial y los segundos en su actual mantenimiento. Pero mucho tiene que enfangarse la cuestión afgana en los próximos días para que por sí sola pueda influir decisivamente en unos comicios en los que a estas horas Merkel corre todavía muy por delante de sus rivales. EL PAÍS. 9-9-2009 Opinión. La Vanguardia No es prudente enviar más tropas a Afganistán Lluis Foix La ministra Carme Chacón va a proponer al Parlamento el envío de otros 200 soldados españoles a Afganistán. El compromiso español con las fuerzas de la OTAN para pacificar aquel turbulento país es compartido por más de cuarenta países. El gobierno Zapatero no debería adquirir más compromisos de envío de nuevas tropas. La guerra en Afganistán empezó como una misión pacificadora. Hoy es una guerra abierta entre los talibanes y los casi cincuenta mil soldados que protegen a un gobierno corrupto, inepto y depredador. Los británicos han perdido más de 200 soldados. La canciller Merkel es empujada en plena campaña electoral a pedir la revisión del destacamento de tropas alemanas en Afganistán. Las últimas elecciones tenían que ser cruciales. ¿Cruciales? No sé por qué. Casi un mes después de las elecciones no sabemos todavía cuántos votaron, qué dimensiones tuvo el fraude en las urnas ni tampoco si el presidente Karzai ha sido el ganador. Hoy, cuatro soldados norteamericanos han muerto en Iraq y otros cuatro en Afganistán. Las bajas americanas en las dos guerras ascienden a más de cinco mil soldados. El conflicto afgano se ha prolongado casi siete años. Los talibanes controlan amplias zonas del país. Hace una semana llegaron a secuestrar a dos camiones que transportaban combustible. Fueron detectados por las tropas de la OTAN y fueron bombardeados. Murieron más de 90 personas, bastantes de ellas civiles. Uno de los objetivos es conseguir un gobierno central en Kabul cuando en Afganistán nunca ha existido un poder centralizado. El gobierno afgano, cualquiera que sea el resultado de las elecciones, no será más sólido que el de Saigón lo fue en la guerra de Vietnam. Siete años después de derribar el régimen talibán y con unos 110.000 soldados de la coalición, 68.000 de los cuales son americanos, no sólo no han apaciguado el país sino que lo han radicalizado más. El día de las elecciones murieron 21 personas en acciones violentas. No hay bases de Al Qaeda en Afganistán. Pero sí hay núcleos de terrorismo en Somalia, Yemen y en otros enclaves del Océano Índico. ¿Habrá que enviar tropas también? No es prudente que España se comprometa con más tropas en Afganistán. No hace falta hacerse perdonar más por la espantada de Iraq en 2004. Me atrevo a vaticinar que las tropas occidentales tendrán que retirarse de Afganistán como los norteamericanos huyeron de Vietnam. Los británicos perdieron tres guerras en Afganistán en el siglo XIX y la Unión Soviética empezó su declive en la guerra afgana de los años ochenta. LA VANGUARDIA. 8-9-2009 Editorial. Expansión Zapatero y la trampa de la deuda Uno de los efectos más nocivos del populismo por el que está apostando Zapatero es el de transmitir a la sociedad el mensaje engañoso de que las cuentas públicas todo lo aguantan y que el auxilio público se puede estirar como un chicle. En su tradicional apertura del curso político en la localidad leonesa de Rodiezmo ha vuelto a rubricar una manera de hacer política cortoplacista y, sobre todo, letal para las generaciones futuras. El presidente, autoerigido en el paladín de las políticas sociales, sigue empeñado en prometer gasto y más gasto, porque ha encontrado la fórmula mágica para sustentarlo: más impuestos y más endeudamiento. Lejos de aplicar la pedagogía que precisa la opinión pública sobre la necesaria austeridad presupuestaria que permita sanear las estructuras fiscales para acelerar la recuperación, el presidente insiste en mantener la demagógica contraposición de hacer política entre izquierda y derecha, rizando el rizo al tratar de sacar provecho de la crisis con fines electoralistas. Una irresponsabilidad que está sumiendo al país en una espiral de gasto, déficit y deuda. El convencimiento de Zapatero de que España puede seguir asumiendo deuda pública dado su bajo nivel –20 puntos inferior a la media europea– encierra peligrosas consecuencias para la futura salud económica del país. Aun siendo cierto que el volumen de deuda es relativamente bajo, no lo es menos que crece de forma exponencial, como en ningún otro país, y pronto superará la barrera del 60% establecida para los países del euro. Más allá de la hipoteca para generaciones futuras, las colocaciones masivas de deuda pública para financiar el creciente agujero fiscal tienen un efecto distorsionador en el mercado, en particular sobre los diferenciales de tipos de interés a largo plazo, y reducen los fondos prestables al sector privado. El pago de los intereses de la deuda supondrá un enorme mordisco al presupuesto del Estado, en medio de un hundimiento de la recaudación y de un PIB menguante. Zapatero comete el error de confiar en el margen de maniobra de la política presupuestaria para enjugar en los próximos ejercicios la creciente bola del endeudamiento. Ignora el presidente que una buena parte de los excedentes fiscales cosechados en la época de bonanza tuvo un carácter transitorio que duró lo que ha tardado en pinchar la burbuja inmobiliaria. Es decir, que una parte importante de la consolidación fiscal de años pasados no ha sido estructural sino fruto de un espejismo, de unos ingresos extraordinarios que no se volverán a repetir aunque la economía recupere tasas razonables de crecimiento. Como advierte González Páramo hoy en EXPANSIÓN, si el Gobierno no considera esta circunstancia en su huida hacia adelante, y no renuncia a su propensión al gasto, España puede estar abocada a tener un gravísimo problema de endeudamiento a medio plazo, que mine la confianza de los inversores extranjeros. La alternativa a corto plazo es una nada recomendable subida de impuestos. Con ella obtendría un respiro momentáneo, pero acabaría por arruinar por mucho tiempo las posibilidades de recuperación. EXPANSIÓN. 8-9-2009