En esta sección que ambiciona rescatar y resaltar autores que se han adelantado en uno u otro aspecto a su tiempo, nos hemos ido al principio, al inicio, al fundamento.
De la vida de Safo, tenemos sobre todo conjeturas. Nació alrededor del año 650 antes de Cristo; para situarnos, estamos hablando de 150 años antes que Sócrates o Platón. Originaria de la isla de Lesbos, una de las más importantes de Grecia, de la ciudad de Mitilene. Nació en una familia noble, su padre era un rico y próspero comerciante de vino.
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Atravesando el tiempo
De la poesía de Safo tenemos dos poemas completos y sobre todo fragmentos, trozos, jirones de poesías que han tenido que recorrer siglos y siglos para llegar hasta nosotros. Versos que se han enfrentado al deterioro del tiempo, al olvido y, a veces, al desprecio; pero cuando los lees, con la misma fuerza que han atravesado el tiempo, te atraviesan a ti.
Su historia, su obra, nos ha llegado a través de filósofos y autores de la Antigüedad. Sabemos que Platón la llamaba “la décima musa”; Plutarco escribió que “… comparando los poemas de Safo con los de Anacreonte… llegamos a demostrar que el arte poético… no es uno el de los hombres y otro el de las mujeres, sino que se trata del mismo en sí”. Y le debemos a Dionisio de Halicárnaso, un historiador que vivió un siglo antes de Cristo, la transcripción de la increíble Oda a Afrodita.
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El nacimiento de la poesía lírica.
Con Safo y otros poetas griegos nace la poesía lírica. Una poesía del yo, una visión más subjetiva, el mundo pasa por mí. Se han terminado las monarquías griegas y el gobierno está en manos de aristocracias, de sociedades de carácter guerrero, pasamos a sociedades más hedonistas. Homero ya no canta a los héroes poseído por la musa. Esta es una poesía íntima y el canto ya no es coral sino en primera persona.
Al intervenir el poeta, al coger fuerza el yo, también nacen nuevas formas en el estilo. A Safo le debemos la estrofa sáfica, un verso diferente a todos los anteriores como podemos leer en su Oda a Afrodita:
“Inmortal Afrodita de trono colorido,
hija de Zeus, que tramas ardides, te suplico:
ni a tormentos ni a angustias me sometas,
señora, el corazón;
…
También ahora ven a mí y líbrame
de penosos desvelos; cuántas cosas
mi corazón desea, realízalo; tú misma
combate junto a mí”.
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La fuerza del sentimiento amoroso
Safo se va a atrever a cantar al amor como un estado del espíritu que nos hace temblar. Es capaz de definir sus sentimientos con una enorme veracidad, en pocas poesías como en su “Igual que a los dioses” se ha descrito el sentimiento amoroso:
“… mi lengua se hace trizas en silencio, y un fuego
sutil corre debajo de mi piel,
y con los ojos nada veo, zumban
mis oídos,
me baja un sudor frío, y un temblor
me agarra toda, y verde más que hierba
estoy, que necesito ya morir
me parece.”
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La modernidad de Safo de Lesbos
Safo es considerada un icono del lesbianismo: de la isla que la vio nacer, el amor entre mujeres ha adoptado su nombre. En sus versos expresa el deseo por otras mujeres con toda la fuerza y también con total libertad. Este es uno de los aspectos, que cuando la leemos hoy hace que la percibamos como muy avanzada a su tiempo; pero en la sociedad griega, hace 2.600 años, las relaciones homosexuales eran vistas con naturalidad. Pero es por esto que también durante mucho tiempo se la ha despreciado: el escritor Taciano, en el principio de la era cristiana, dijo sobre ella que era “una ninfómana que cantaba su propia lujuria”.
La modernidad de Safo a la hora de expresar sus deseos y sus sentimientos es desbordante; pero también es moderna porque es hija de una sociedad en crisis. Un mundo fruto de un orden viejo que se está muriendo y que va a dar lugar a otro que está por nacer: las democracias griegas.
Hay un fragmento de una poesía de Safo de la que sólo se han conservado dos versos y que define este momento: “Qué puedo hacer, no lo sé; mis deseos son dobles”.
