¿Qué política exterior puede impulsar Trump?

Sacudidas globales

¿Qué política exterior seguirá el gobierno de Trump? Dado su alto grado de imprevisibilidad, nadie es capaz de dar una respuesta segura. Lo que sí sabemos es que, sea cual sea el camino que tome Washington, podemos esperar más y más agudas sacudidas globales.

El mundo ha entrado en un momento de máxima incertidumbre. El retorno a los mandos de la única superpotencia de Donald Trump nos coloca ante un escenario donde todo puede suceder.

¿Qué política exterior seguirá el gobierno de Trump? Dado su alto grado de imprevisibilidad, nadie es capaz de dar una respuesta segura. Lo que sí sabemos es que, sea cual sea el camino que tome Washington, podemos esperar más y más agudas sacudidas globales.

Trump va a mantener algunos de los posicionamientos troncales en el mundo de la administración Biden, aquellos que corresponden a los intereses estratégicos de la superpotencia norteamericana. Por ejemplo el apoyo cerrado a Israel, respaldado por republicanos y demócratas.

Pero, como ya sucedió en su primer mandato, las particularidades de la política de Trump van a tener un enorme impacto en la situación internacional.

Trump representa una de las opciones de EEUU para mantener su hegemonía, en un momento donde su declive se acelera. ¿Qué podemos esperar en la esfera internacional del gobierno Trump? ¿Cómo puede afectar a la situación mundial?

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China en el punto de mira

Viñeta de Joswig (Alemania)

Uno de los pocos consensos bipartidistas entre unas élites norteamericanas enfrascadas en una feroz disputa es señalar a China como enemigo principal.

Washington necesita contener la emergencia de China, al precio que sea. Lo hizo Biden y lo hará Trump.

El nuevo inquilino de la Casa Blanca va a mantener e incrementar el despliegue militar de EEUU en Asia-Pacífico, con el objetivo de cercar a China. Y previsiblemente dará nuevos pasos en una militarización de la región ya iniciada por Biden, desarrollando la “OTAN asiática”, el AUKUS, con Reino Unido y Australia, o rearmando a Japón y Corea.

Trump ya esgrime los aranceles contra China, señalando a Pekín como el enemigo a batir

Pero Trump añadirá nuevos elementos de su propia cosecha en esta ofensiva antichina, que amenaza la estabilidad mundial.

Todos los analistas advierten del proteccionismo que impulsará Trump, pero no se menciona que está dirigido en primer lugar contra Pekín.

Al grito de “¡Me gustan los aranceles!”, Trump ha anunciado un aumento general del 10% para todos los productos que entren en EEUU… y un 60% más para los que procedan de China.

A esto se añade el llamamiento a profundizar en el “desacoplamiento económico” con China, repatriando los capitales norteamericanos invertidos en el país asiático, y vetando el acceso de Pekín a sectores claves de alta tecnología, como los microchips.

EEUU ha decidido que si la globalización beneficia a China, hay que boicotearla, aunque eso suponga atacar el crecimiento mundial.

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¿Más manos libres para Israel?

Viñeta de Rahma (Turquía)

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, fue uno de los primeros líderes mundiales en felicitar, de forma especialmente eufórica, a Trump por su victoria. A los pocos días de su reelección, Trump ya había mantenido con Netanyahu hasta cuatro reuniones telefónicas.

El apoyo a la criminal actuación de Israel unen a Biden y Harris con Trump. Pero los precedentes ya nos anuncian de que ese respaldo puede ser, con Trump, incluso mayor.

Durante su primer mandato Trump trasladó la embajada a Jerusalén -una provocación para los árabes-, instó públicamente a Israel a invadir Gaza y Cisjordania “sin pedir permiso”, e impulsó varios acuerdos entre Israel y países árabes para fortalecer la posición de Tel Aviv.

Además, Trump ha defendido una actuación mucho más agresiva contra Irán, que ahora añadiría leña al fuego del riesgo de una guerra regional de imprevisibles consecuencias. Sacó a EEUU del acuerdo nuclear con Teherán, y ejecutó el asesinato del general Soleimani, uno de los hombres fuertes iraníes.

Tras la victoria de Trump, Israel ha acelerado su ofensiva, tanto en Gaza como en Líbano y Siria.

Con Trump en la Casa Blanca la paz mundial, ya amenazada durante la etapa de Biden, se enfrenta a nuevos peligros.

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Peligro para Ucrania

Nicola Jennings (Ucrania)

En Ucrania la victoria de Donald Trump ha sido recibida con un escalofrío. Mientras que en Moscú han celebrado la victoria del candidato republicano. El peligro de que la superpotencia decida sacrificar a Ucrania, entregándosela a la Rusia de Putin, aumentan.

En campaña Trump aseguró poder “acabar con la guerra en Ucrania en 24 horas”, y ahora anuncia que exigirá su final antes de su toma de posesión, el próximo 20 de enero.

¿Cómo pretende hacerlo?

Primero, retirando toda la ayuda militar norteamericana a Ucrania. Trump definió a Zelenski como “el mejor vendedor de la historia”, y su hijo acaba de amenazar que “le quedan 38 días para que se le acabe la paga”.

Con Trump, Ucrania está en peligro y puede agudizarse la guerra en Oriente Medio

Segundo, obligando a Kiev a aceptar un vergonzoso acuerdo de paz, que solo se puede definir como una capitulación. Elon Musk, el magnate que estuvo presente en la reunión telefónica entre Zelenski y Trump, posterior a su victoria electoral, ha declarado que Ucrania deber renunciar a su integridad territorial para lograr la paz.

¿Está movido Trump por un impulso pacifista contrario a las guerras? Evidentemente, no. Lo que busca al entregar Ucrania a Moscú es un doble objetivo.

Por un lado eliminar un foco de atención que le permita concentrar los esfuerzos militares en Asia-Pacífico, para cercar y contener a China.

Por otro, atraer a Rusia, separándola de Pekín, cultivando las relaciones con Putin.

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Más apoyo a los Milei

Viñeta de LakyArtes

El ultrareaccionario presidente argentino, Javier Milei, saludó alborozado el triunfo de Trump. Lo mismo ha hecho Bolsonaro en Brasil.

Los representantes de las alternativas más ultras en Iberoamérica, que con Trump en la Casa Blanca van a recibir una importante ración de oxígeno político.

En el mundo hispano avanzan, no sin dificultades, los gobiernos progresistas que buscan arrancar una mayor autonomía respecto a EEUU. Hoy el dominio de la superpotencia sobre lo que sigue considerando su “patio trasero” es menos que hace diez años.

Pero Washingon sigue conservando armas para intentar frenar este camino contrario a sus intereses. Con Trump se reaviva el peligro de que las opciones más ultras cuenten con más cancha y radicalicen sus posiciones más reaccionarios, cuestionando si es preciso las mismas bases democráticas, como ya sucedió en Brasil, con las huestes bolsonaristas intentando revertir por la fuerza su derrota electoral.

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Una Europa más degradada

El presidente húngaro, el ultra Viktor Orban, celebró con champán la victoria de Trump. Y la también ultra presidenta italiana, Giorgia Meloni, muy cercana a Elon Musk, se postula como la intermediaria de Europa con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. A este aquelarre de felicidad ultra por el triunfo trumpista se ha unido Vox en España.

Con Trump en la Casa Blanca los partidos ultraderechistas, que ya habían avanzado con Biden, tendrán un escenario más favorable, radicalizando sus tóxicas e hiperreaccionarias posiciones.

Esto supone un peligro para los pueblos europeos, y el anuncio de más inestabilidad en la UE.

Con Trump o con Biden el problema de Europa es su sometimiento a EEUU

Durante su primer mandato, Trump exigió a Europa una relación que agudizaba los aspectos de vasallaje. Llegando a apostar por la fragmentación o disgregación de la UE, para tratar bilateralmente con cada país, imponiéndole así condiciones más draconianas.

Ahora el peligro retorna en varios frentes.

Trump exige una mayor aportación europea a la maquinaria militar norteamericana. Ya no se conforma con reclamar el 2% del PIB en gasto militar, ahora pide el 3% o el 4%.

La nueva Casa Blanca anuncia que impondrá mayores tributos a Europa, a través de los aranceles.

Y no admite disensión alguna, exigiendo, por ejemplo, un apoyo cerrado y sin críticas de la UE a Israel.

El problema de Europa no es la política reaccionaria de Trump sino la dependencia respecto a EEUU, que nos obliga a sufrir el impacto de las turbulencias en la cabeza del imperio.