Con un claro aire propagandístico -bautizando a la vacuna como Sputnik V, en referencia al satélite con el que la URSS se puso por delante de EEUU en la carrera espacial de los 50- el Kremlin anunciaba que Rusia se convertía en el primer país en autorizar una vacuna contra el Covid-19. Sin embargo, la OMS ha recibido la noticia con cautela. Al contrario de las demás candidatas, la vacuna rusa no ha seguido los trámites de precalificación y revisión que marca el organismo y que sigue la comunidad científica internacional.
Las autoridades de Moscú han anunciado que para el diciembre próximo o enero de 2021 el país producirá mensualmente cinco millones de dosis de la vacuna y que en el curso de un año el país podrá cubrir toda sus necesidades.
El ministerio de Salud de Rusia afirma que esta vacuna «pasó todas las pruebas de seguridad y eficacia necesarias en distintos tipos de animales (roedores y primates)» antes de ser probada en dos grupos formados por 38 voluntarios cada uno. Según las mismas fuentes, la Sputnik V ha sido probada satisfactoriamente en 76 personas, una de ellas la propia hija de Putin. Sin embargo, este número de participantes no es lo suficientemente numeroso para los estándares de la fase 3.
La OMS desea que la vacuna rusa sea segura y eficaz, pero recela de avalarla debido a las irregularidades y opacidades del Kremlin. «En ocasiones, hay investigadores que dicen haber encontrado algo, lo que -por supuesto- es una buena noticia como tal. Pero entre descubrir una clave para quizá conseguir una vacuna que funcione y haber pasado por todas las etapas hay una gran diferencia», dijo a la prensa Christian Lindmeier, un portavoz de la OMS.