Sebastián Álvaro (creador de "Al Filo de lo Imposible")

Robando Tiempo a la Muerte

Hoy, cuando rácticamente todo el globo terráqueo está cartografiado, colonizado y domesticado, siento envidia de aquellos exploradores que nacieron en un mundo donde los mapas aún guardaban atractivos espacios en blanco y la Tierra rezumaba misterios por descubrir. Eran hombres y mujeres capaces de abandonar las comodidades que nos rodean y las certidumbres que nos abruman por alcanzar los confines del mundo, caminando en pos de una vaga promesa de gloria. Como dejaron escrito, tenían una fiebre interior que les consumía, pues para ellos “la exploración era la expresión física de una pasión intelectual”. Su vida se convirtió en un continuo viaje en busca de lo desconocido, pues era en esos lugares, puros y sin contaminar, donde acecha la incertidumbre, el riesgo y la aventura, donde “se percibía el alma desnuda del hombre”; lugares en los que “todo es bello, salvaje y libre; y la belleza es inconcebible, pues es infinita y atraviesa la eternidad”. Puede pensarse que ese tiempo ha terminado y que debemos acomodarnos, y resignarnos a vivir con la apabullante pantalla de la televisión vomitando estupideces y sin más riesgos, que no son menores, que llegar a fin de mes y haber sobrevivido a la hipoteca nuestra de cada día. Pero no es así. Hay que atreverse a fracasar, incluso a poner en riesgo nuestra seguridad. Pues es esa búsqueda continua, impulsada por nuestra curiosidad vital, la que nos da la especificidad de lo esencialmente humano. Y es allí, en ese espacio de vitalidad física e intelectual, donde se encuentra la esencia del viaje. Lo que no hace estar más vivos que nunca. Somos el único animal consciente de su mortalidad. Pero es precisamente la muerte, la que da sentido y hace más brillante la luz de la vida, la que hace de ella una aventura apasionante e irrepetible. La historia del conocimiento humano es la historia del viaje y esa andadura por un sutil filo, entre lo que se puede conocer y lo que no, entre lo que somos y lo que queremos ser. Viajar es poseer el mundo, dijo un gran viajero, y una de esas pocas cosas que definen al ser humano frente a los animales: el arte, el amor, la pasión, la compasión, la risa, pero también el viaje, la exploración, la aventura. Es lo mejor de nuestra vida, ese tiempo apasionado que nos permite, en palabras de Paul Emile Victor, “robarle tiempo a la muerte”.