Contra la crisis

Redistribución, ahorro e inversión

(EFE) Protesta en Barcelona exigiendo soluciones ante la crisis.

De que hemos vivido unos años muy por encima de nuestras posibilidades y que ahora, con la crisis, llega el tiempo de las vacas flacas. Tiempos en donde uno ya puede darse por satisfecho con conservar su puesto de trabajo aunque sea aceptando cobrar menos, transigir con el abaratamiento del despido y resignarse a una reforma del sistema de pensiones por el que cobraremos en el futuro unas pensiones todaví­a más mí­seras de las que ahora cobran nuestros mayores. Quieren hacernos creer que una especie de plaga bí­blica se ha abatido sobre nosotros, y donde ayer habí­a abundancia hoy hay escasez, que donde antes brotaba riqueza ahora sólo quedan migajas que repartir.

Pero estas afirmaciones, a oco que uno se detenga a pensar sobre ellas, no resisten el más mínimo análisis. En apenas unos años, la sociedad española ha duplicado la capacidad de generar riqueza que teníamos. Donde antes producíamos por un valor de 5, hoy tenemos la capacidad de producir por un valor de 10. ¿Es que se ha esfumado de pronto esa capacidad? ¿Y que se ha hecho de toda la riqueza acumulada durante todos esos años? ¿Dónde está? ¿Quién dispone de ella?Lo que la crisis está poniendo de manifiesto –tanto a nivel mundial como en nuestro país– es que el problema no está en que la riqueza haya desaparecido, sino en manos de quién está y qué utilidad se le está dando. La banca española acusa de todos los males a la falta de liquidez. Sin embargo, los beneficios multimillonarios que han presentado este año no dicen lo mismo. Y las retribuciones que pagan a sus altos directivos, muchos de los cuales miden su salario anual en términos de millones de euros, algunos de decenas de millones, tampoco. No es cierto que crisis sea igual a ausencia de riqueza. Es justamente lo contrario. Lo que existe, en el mundo y en España, es demasiada riqueza. Demasiada para que los grandes capitales puedan seguir obteniendo las altas tasas de ganancia que han estado sacando todos estos años atrás. Por eso han retraído sus capitales, propiciando la falta de liquidez que ahoga a centenares de miles de pequeños y medianos empresarios y que se traduce en millones de nuevos desempleados. Para que la crisis destruya el capital “sobrante” de los más débiles y ellos, los grandes capitales, puedan volver a recuperar los altísimos rendimientos, las altas tasas de ganancia que sus inversiones les han procurado todos estos años.Ahí está el núcleo de la crisis. Y ahí es donde hay que concentrar las fuerzas para levantar una alternativa para salir de la crisis desde los intereses de la mayoría. En un programa que, como el que nuestro partido presenta a las próximas elecciones europeas, coja como ejes la redistribución de las rentas, el ahorro y la inversión productiva. Una redistribución de las rentas que tiene que pasar, en primer lugar, por la fijación de una nueva escala salarial, donde nadie cobre un salario mensual inferior a 1.000 euros, pero tampoco nadie cobre por encima de los 10.000 euros mensuales. La aplicación de una medida así, que sólo afectaría de una forma drástica a un 0,2% de la población activa española y de una forma muy ligera al 7% de los asalariados que forman la capa superior, no sólo permitiría elevar inmediatamente un 19% el salario de los casi 2,5 millones de trabajadores que actualmente no ganan ni mil euros al mes, sino que generaría un ahorro capaz de crear casi medio millón de nuevos puestos de trabajo. Y ello sin recargar ni en un euro la masa salarial total que pagan los empresarios españoles a sus trabajadores, simplemente procediendo a una redistribución de las categorías salariales.Otro tanto ocurre con los impuestos sobre la renta personal y con los impuestos de sociedades. Donde se dan paradojas tan sangrantes en la España actual como que prácticamente todo el sistema impositivo recaiga sobre las espaldas del trabajo y los trabajadores. O que mientras las grandes fortunas tributan un 1% por los beneficios de sus multimillonarias inversiones de riesgo, un pequeño comerciante o empresario se ve obligado a pagar el 35% de sus beneficios a Hacienda. Una redistribución en los impuestos, donde el que más tenga, más pague. Justo lo contrario de lo que ocurre ahora.Una política de ahorro. El que el Estado sea espejo y ejemplo, empezando por recortar drásticamente sus gastos en un 15 o en un 20%. Eliminando inmediatamente todo tipo de gastos superfluos, innecesarios y suntuosos, practicando una política de austeridad, de control, de simplificación de los trámites administrativos y de unificación de las distintas administraciones dedicadas a una misma cosa. Un ahorro para la inversión productiva. Para diseñar y poner en marcha un modelo de crecimiento de la economía española radicalmente distinto al seguido hasta ahora, basado en la dependencia, el déficit exterior y la construcción, y que permita a nuestro país ocupar una posición destacada y competitiva, en aquello en que efectivamente podamos serlo, en la economía mundial globalizada en la que vivimos. Este es el tipo de programa que la economía nacional y los intereses de la mayoría de la población necesitan. Este es el programa que nuestro candidatos están dispuestos a defender en el parlamento europeo.