Cristina Garmendia, la ministra de Ciencia e Innovación del actual Gobierno de Zapatero, ha declarado que los presupuestos de investigación y desarrollo se van a congelar o incluso se van a reducir aún más. Esto después de que el año pasado ya sufrieran una draconiana reducción del 10%. Se deben hacer drásticos recortes del gasto público, del rescate bancario, de las subvenciones a los oligopolios y del despilfarro autonómico. Se debe invertir mucho más para generar un modelo económico de creación de riqueza y empleo con industria propia.
Las afirmaciones sobre tales recortes resupuestarios, realizadas por la ministra durante una entrevista a un diario nacional que está publicando un serial sobre la sostenibilidad del Estado del bienestar, se intentan esconder en la maraña del típico doble lenguaje, decir lo contrario de lo que se está haciendo. Porque el 90% de la población considera inadmisible que se hagan recortes en el gasto en investigación y desarrollo cuando, y hasta la misma ministra lo reconoce, es un instrumento clave para cambiar el actual modelo económico dominante del ladrillo y el turismo por otro de creación de riqueza y empleo basado en una industria propia, tecnológicamente avanzada, competitiva y de alto valor añadido. Que no sea una industria dependiente y dedicada a ensamblar las piezas que otros diseñan y fabrican. Lo explica muy bien, por ejemplo, Fernando Pintueles, presidente de AEDIPE Asturias, asociación que agrupa a los directivos de recursos humanos, hablando a un diario asturiano, “nuestro futuro no está en competir en costes salariales, porque perderíamos la batalla con China y otros países emergentes. Tenemos que ir al valor añadido, a la innovación y a la tecnología.” Y continua, con gran clarividencia, “la reforma laboral y los despidos más baratos no van a contribuir a la creación de empleo. A mí me preocupa (…) que el tejido industrial o el sistema económico de España facilite la rápida incorporación a otro trabajo.” También hay expertos que anuncian las soluciones de futuro y no justifican los crímenes del presente. Incluso un premiado con el Nobel en Economía en 2001 como Joseph Stiglitz, en unas recientísimas declaraciones tituladas ‘Los gobiernos deberían crear sus propios bancos’, argumenta con solidez que “la respuesta no es reducir el gasto público sino redirigirlo. Se puede recortar el dinero que se gasta en la guerra de Afganistán (…) varios cientos de millones de dólares desperdiciados en el sector militar. Se pueden reducir las subvenciones al petróleo.Hay muchas cosas que se pueden recortar. Y hay que aumentar [aunque parezca contradictorio] el gasto en otras áreas como la investigación y el desarrollo, la infraestructura, la educación”. A veces dos expertos a favor valen más que cien en contra. Hay que reducir cierto gasto público. Pero lo importante es qué se recorta y con qué criterios se recorta. Se puede, y se debe, recortar los planes de rescate de la banca y las cajas que no sirven para generar la actividad crediticia al servicio de la inversión en el tejido productivo de las pequeñas y medias empresas. Se puede, y se debe, recortar las subvenciones a los oligopolios como en el sector eléctrico. Se puede, y se debe, recortar el inmenso despilfarro en las tres administraciones, central, autonómica y local. Todo ello para poder invertir en investigación y desarrollo, garantía de una economía española con industria independiente para salir de la crisis.