Los ataques contra los votantes no independentistas desprenden a la legua un reaccionario hedor de racismo de clase, un desprecio hacia la clase obrera y el pueblo trabajador que han encabezado la rebelión contra los proyectos de fragmentación.
Así queda reflejado en un reportaje del periódico El País, enfrentado a la secesión pero que curiosamente si daba cobertura a los ataques de los independentistas contra el pueblo catalán.
En él un votante de la CUP nos da una xenófoba explicación de por qué en un pueblo como L´Atmella predomina el secesionismo, mientras en otro como Canovelles gana el voto no independentista: “En L´Atmella hay gente más catalana y con un nivel cultural más elevado. En Canovelles hay más inmigración, también de origen africano y latino, y tienen miedo a perder lo que tienen”.
Por su parte, un apoderado de Junts per Catalunya se atrevía a declarar que “Viladecans y Cornellà [dos municipios del área metropolitana de Barcelona, obreros y abrumadoramente contrarios a la independencia son los municipios del Llobregat en los que la renta per cápita y el nivel educativo son más bajos; por eso crece tanto Ciudadanos”.
Curiosamente, quien lanza los ataques mas reaccionarios es Ramón Cotarelo, catedrático de Ciencia Política en la UNED, madrileño pero ferviente defensor del independentismo y que se ha presentado el 21-D en las listas de ERC, que dice hablar en nombre de la izquierda pero difunde que “los más antiindependentistas son los analfabetos, seguidos de los que no tienen estudios, que cada cual saque sus conclusiones”.
La clase obrera y el pueblo trabajador se ha movilizado contra la independencia, conscientes de que la fragmentación atenta contra sus intereses, con una sabiduría que jamás podrán alcanzar los “politólogos” más alabados.
Este protagonismo del pueblo trabajador es lo que realmente ha impedido -y no las actuaciones judiciales o la aplicación del 155- que las élites del independentismo pudieran imponer sus proyectos.
Por eso reaccionan con esta furia, descalificando, como “analfabetos”, “ignorantes”, “gente sin estudios”, “reaccionarios que votan a Ciudadanos”, a los obreros que han dicho, rotundamente y con las herramientas con que podían expresarlo, NO a la independencia.
Aparece con claridad el carácter reaccionario, el acendrado clasismo de los jefes del independentismo, para los que el pueblo trabajador catalán, al que no pueden encuadrar en sus planes de ruptura, es su enemigo más odiado.
Como siempre ha defendido la burguesía, califican al pueblo como “clases subalternas”, y se lanzan a atacarlo cuando éste pretende salir de la marginalidad, al que le condenan, para querer decidir su futuro.
Lo que resulta bochornoso es que hayan sectores que se dicen de izquierdas que participen de este racismo de clase, e incluso se atrevan a jalearlo.