Cataluña ha sido históricamente el principal motor del desarrollo de la industria española, y era uno de los principales centros fabriles europeos. “Era”… porque el presente nos habla de un feroz proceso de desindustrialización que empobrece a Cataluña y la hace más dependiente. Algo que nos afecta directamente. La pérdida de empleos industriales se ha sustituido por puestos de trabajo en el sector servicios con menos salarios y peores condiciones laborales.
La desindustrialización no es inevitable
Algunas voces reconocen el proceso de desindustrialización que afecta a Cataluña. Pero nos dicen que es un fenómeno inevitable, dentro de un proceso general de terciarización de las economías más avanzadas. Añaden que el menor peso de la industria y el mayor del sector servicios es un signo de “modernización” de la economía catalana.
Los hechos desmienten esta interesada falacia.
Si nos situamos en España, Cataluña ha perdido más actividad industrial que Euskadi o Madrid en los últimos 20 años. Esa es la conclusión de un informe presentado por el Círculo de Empresarios, una de las principales instituciones de la gran burguesía catalana.
En ese periodo, el peso de la industria en el PIB catalán ha descendido 8,9 puntos, frente al 6,8 de Madrid o al 4,8 del País Vasco, lo que supone una pérdida de 14.000 millones de euros, que la industria ha dejado de aportar al PIB catalán.
Si ampliamos el foco a toda Europa, Cataluña sale aún peor parada. Según el prestigioso economista Josep Oliver, “Cataluña ya no es una región industrial puntera a nivel europeo”.
Los datos son contundentes. La industria representaba el 29% del PIB catalán en 1994, mientras que en 2012 pasó a suponer solo el 18,6%. Muy por debajo de la media de las 30 principales regiones industriales europeas, situado en el 24,5%. Todavía más lejos del 30% del land alemán de Stuttgart o el 28,2% de la región italiana de Véneto.
En Alemania, Francia o Italia, las grandes zonas industriales no han sufrido el deterioro que sí ha ocurrido en Cataluña. No es un proceso inevitable; tiene responsables.
Ganan las multinacionales, pierden las pymes
Este proceso de desindustrialización de la economía catalana no ha repartido equitativamente sus cargas.
Ha supuesto un gigantesco avance de la cuota ocupada por los grandes monopolios extranjeros, que ya controlan directamente entre un 45% y un 50% del PIB y el valor añadido aportado por la industria catalana.
Es decir, aproximadamente la mitad de los beneficios generados por la industria en Cataluña van a parar a cuentas de resultados en el extranjero.
Hablamos de la SEAT, filial de la alemana Volkswagen, o de la japonesa Nissan Motor Ibérica, a las que es necesario sumar gigantes como Basf, Novartis…
Por el contrario, las pymes, que suponen el principal puntal del empleo en Cataluña, han sufrido un auténtico tsunami.
Según la patronal PIMEC, Cataluña ha perdido en los últimos cinco años el 34,9% de las pequeñas y medianas empresas, y un 27,1% de las grandes, en el sector industrial.
Hablamos de en torno a un millar de empresas y 45.000 puestos de trabajo.
Además, las pymes que subsisten en los sectores industriales se encuentran bajo la dictadura de las grandes multinacionales, principalmente extranjeras, que imponen rebajas de precios, peores condiciones laborales, etc.
Menos industria, menos salarios y más dependencia
No hablamos de “magnitudes macroeconómicas”, la jerga que algunos economistas utilizan para ocultar a quienes nos roban. Hablamos de cómo la pérdida de tejido industrial afecta directamente a nuestras condiciones de trabajo y de vida.
En 1994, un 29% de la población ocupada en Cataluña trabajaba en la industria, mientras que en 2013 esta cifra era solo del 18,3%. No hablamos solo en términos relativos. En valores absolutos, hoy trabajan en la industria catalana 52.000 personas menos que en 1978.
Por el contrario, el peso del empleo en el sector servicios ha pasado del 40,7% en la transición al 63,8% actual.
A nadie se le escapa que sustituir obreros por camareros tira a la baja de los salarios. Por eso Cataluña, antaño motor industrial y foco de atracción de mano de obra, ha pasado a encabezar rankings de temporalidad, precariedad y bajos salarios.
Cataluña ha pasado de ser motor industrial de España a convertirse en planta subsidiaria de los grandes monopolios extranjeros, que controlan y mediatizan la mayor parte del tejido industrial catalán, obligándonos a competir en bajos salarios y peores condiciones laborales con el Este europeo.
Es imprescindible una política de reindustrialización que impulse el tejido productivo en Cataluña y recupere la soberanía perdida.