Que la cancillería alemana tenga que reunir en Berlín a sus diplomáticos «que según la revista Der Spiegel se están acostumbrando a ver imágenes de Merkel con bigote de Hitler y escuchar improperios constantes contra Alemania» para decirles que las relaciones franco-alemanas son aún peores de lo que los más pesimistas habían predicho y que Berlín y París están en desacuerdo sobre casi todos los temas, es una imagen suficientemente significativa de las múltiples quiebras que se están produciendo en la UE.
Quiebras “por arriba”. En primer lugar del eje franco-alemán que durante décadas ha dirigido la política europea. Días pasados, el principal diario económico de Alemania, Handelsblatt, revelaba el informe que el ministro alemán de Economía ha hecho circular entre sus compañeros de gabinete. En él, muestra su preocupación sobre la situación económica y financiera de Francia a la que llega a calificar de “el enfermo de Europa”. Acusando al presidente de la República francesa de estar dando palos de ciego con sus erráticas políticas. Las amenazas de Berlín, que hasta ahora parecían reservadas a los países del sur de Europa, han dado un salto cualitativo para llegar al corazón de Francia, la segunda potencia económica de la eurozona y que junto a Alemania suma el 49% del PIB regional. «El proyecto de Unión Europea ha entrado en un camino de quiebra y fragmentación» Un auténtico “choque de trenes” parece estar dibujándose entre ambos en un futuro próximo. Hollande parece confiarlo todo a una derrota, o una victoria insuficiente, de Merkel en las elecciones del próximo mes de septiembre. Algo que parece cada vez más difícil y que, en todo caso, no está claro que le sirva de mucho, pues en este terreno la política del Partido Socialdemócrata alemán no se aleja demasiado de la aplicada por la canciller. Pero en segundo lugar también, por el recrudecimiento de las tensiones euro-escépticas en Londres, donde dos ministros de Cameron acaban de pronunciarse por la salida de Inglaterra de la Unión Europea. El avance político y electoral del Partido por la Independencia –un grupo de la derecha más extrema, xenófobo y antieuropeo– ha desatado las dormidas tendencias siempre presentes en el Partido Conservador que abogan por la salida de Gran Bretaña de la UE. Un hecho que el propio ministro de Finanzas alemán y verdadero hombre fuerte de Merkel, Wolfgang Schaüble, ha calificado como “catatrófico” de producirse. Quiebras “por abajo”, con Grecia, Portugal y, en menor medida, España en estado próximo a la rebeldía, con unos movimientos sociales cada vez más potentes y radicalizados y un tablero político en estado de fragmentación y descomposición. Con una Italia que no tardará en volver a la parálisis política tras un apaño parlamentario entre la izquierda y Berlusconi que difícilmente disfrutará de un largo recorrido, a pesar de toda la “finezza” italiana. Y con una Europa del Este que se mueve entre el rescate y la aparición de fuerzas nacionalistas y abiertamente xenófobas y racistas cada vez más radicales. Se mire por donde se mire, el proyecto de Unión Europea ha entrado en un camino de quiebra y fragmentación. Merkel está dispuesta a hundir a Europa para salvar a Alemania. Mientras Europa se vuelve cada vez más marginal en un mundo que cambia aceleradamente.