El Partido Popular -la formación que representa una de las dos alternativas de la oligarquía española y los centros de poder imperialistas para España- ha culminado su Convención Nacional en la plaza de toros de Valencia. En ella, y ante 9.000 militantes y simpatizantes desplazados en autobuses de todo el país, todos los barones del partido han cerrado filas con su candidato a la presidencia del gobierno, Pablo Casado.
Bajo el lema “Creemos” (un juego de palabras entre el infinitivo de “creer” y el subjuntivo de “crear”) la Convención Nacional ha recorrido varias ciudades y ha durado una semana. A menudo, el foco mediático ha estado más pendiente de algunos invitados de la conferencia -del ex-presidente francés, Nicolás Sarkozy, condenado por corrupción al día siguiente de intervenir en la Convención; o de las diatribas de Vargas Llosa, que tras decir que «lo importante de unas elecciones no es que haya libertad, sino votar bien”, ha sido señalado en los Pandora Papers como titular de una sociedad ‘offshore’- que de las propuestas programáticas, políticas e ideológicas del partido matriz de la derecha española.
Estamos hablando de una gran opción oligárquica, que en la actualidad lidera en intención de voto la mayoría de las encuestas privadas, aunque no el CIS. Aunque no hay elecciones a la vista y la probabilidad de unas anticipadas es más que remota, conviene no dejar más espacio a las chanzas y a las pullas y preguntarse ¿hacia dónde va el Partido Popular? Ya sabemos que es lo que creen en el PP, pero ¿qué es lo que quieren crear?
Muchos medios arrojan titulares como «Casado se lanza a competir con Vox» o «el PP abandona la moderación» como síntesis de la Convención. Y efectivamente, Casado ha prometido derogar todas las leyes que está aprobando el gobierno de coalición. Su secretario general, García Egea ha pedido un esfuerzo para que el PP pueda «ocupar todo el espacio político del centro-derecha» para no tener que necesitar a Vox, lo cual implica necesariamente adoptar parte de sus ideas y argumentario.
Una vez que el PP ha culminado -con notable éxito- su OPA hostil contra Ciudadanos y que parece haber absorbido buena parte de los cuadros y votantes de los naranjas, Génova se ha lanzado a ganar peso por la derecha, tratando de recuperar la suficiente fuerza como para poder volver a gobernar en solitario o como mucho, con el apoyo externo de la ultraderecha.
¿Qué ideas, qué políticas? ¿Qué alternativa está ofreciendo el PP de Casado a la oligarquía española, o a Washington y Berlín?
Una orientación en la que la alumna aventajada es sin duda, una Isabel Díaz Ayuso que muchos ven como una figura que roba demasiado protagonismo a Casado. La presidenta madrileña, de vuelta de un viaje por EEUU, recogió una gran ovación en Valencia, para luego decir públicamente: «tengo meridianamente claro dónde está mi sitio, y sé que mi sitio es Madrid. Pablo, necesitamos que llegues a ser presidente». Probablemente, esto no cierra la lucha entre las distintas líneas que coexisten en el PP, ni borra la sima que hay entre Ayuso y Feijoo, pero sí nos deja claro que la consigna en Génova es: todo por recuperar la Moncloa.
Pero ¿con qué ideas, con qué políticas? ¿Qué alternativa está ofreciendo el PP de Casado a la oligarquía española, o a Washington y Berlín?
Más allá de las estridencias ideológicas, la mercancía que vende Pablo Casado ya quedó bien dibujada en la entrevista que el líder de los populares hizo en mayo para el Financial Times, biblia económica del gran capital angloestadounidense. En ella Casado se ofrecía como un gobierno de los «recortes sin complejos».
A un eventual gobierno del Partido Popular no le temblará el pulso a la hora de dar una o varias vueltas de tuerca a la actual reforma laboral, imponiendo un marco legal aún más favorable para la oligarquía y el capital extranjero.
Un futuro gobierno de Casado volvería a desvincular las pensiones del IPC, restauraría una versión más dura de la reforma de las pensiones de 2013, aún a costa -como le pidió Rajoy- de que «te hagan una huelga general».
Y un eventual retorno de los populares a la Moncloa traería grandes bajadas de impuestos a las grandes empresas y grandes fortunas, tal y como ya se está haciendo en Madrid. Para a continuación imponer ajustes y recortes ante el «insostenible» gasto público en sanidad, educación, pensiones, dependencia y políticas sociales.
En lo internacional, especialmente en lo diplomático y militar, el PP de Casado ofrece un incondicional alineamiento con EEUU y con los centros de poder europeos. Para dejar clara constancia de ello, el ex secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, invitado a la Convención Nacional del PP, no sólo elogió a Casado, sino que recordó que «España sigue gastando en defensa muy por debajo de la directriz de la OTAN, que es del 2% del PIB».
Estos son algunas líneas maestras de la alternativa que ofrece el PP de Pablo Casado a las clases dominantes. Un gobierno que, libre de incómodas influencias de las clases populares y trabajadoras, pueda lanzarse a llevar adelante la «hoja de ruta» que bancos, monopolios y representes del capital extranjero diseñaron en la macro-cumbre oligárquica de junio de 2020. Esta es la criatura que han querido crear en esta Convención.