SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

¿Qué pasa el dí­a después del 9-N?

El pasado miércoles decía que la ruptura de la unidad del frente soberanista y la necesidad de renunciar a la consulta y ‘tragar’ la suspensión decretada por el Constitucional eran dos serios reveses para Artur Mas. Pero que el líder convergente –premio a la combatividad y aspirante al de la temeridad– no tiraba la toalla, y como buen prestidigitador –Salvador Sostres en El Mundo le calificó de trilero– había transformado la consulta del 9-N “con todas las garantías democráticas” en un “proceso participativo” sin censo electoral y con las mesas electorales y la organización controladas por voluntarios. Independentistas, por supuesto.

Ocho días después la situación de Mas ha empeorado –nadie cree seriamente en la pseudoconsulta– pero el president sigue. Tampoco nadie en el frente independentista va a combatir la pseudoconsulta porque ello conllevaría un ridículo público descomunal. Y CDC todavía puede esperar que la movilización por el 9-N –los que se manifiestan cada 11 de septiembre no deberían fallar– pueda recomponer algo de la unidad independentista y –quizás– le permita todavía convocar unas elecciones plebiscitarias con lista única. Pero de momento la combatividad arroja pocos dividendos.

En CDC se esperaba que el acto central de la campaña “Ara es l´hora”, montada por la ANC de Carme Forcadell y Òmnium Cultural, que preside Muriel Casals, fuera una palanca de presión para que ERC rectificara. Nada de nada. Carme Forcadell se limitó a pedir unidad a las fuerzas independentistas, sin aclarar si a través de la lista única, como quiere Mas, o a través de varias listas, como proponen ERC, ICV y las CUP. Y encima lanzó la bomba al exigir –para apoyar la pseudoconsulta del 9-N– que el president se comprometa a convocar elecciones anticipadas dentro de tres meses.

Me dicen que el lenguaje corporal de Helena Rakosnik (esposa del presidente y un modelo de mujer discreta y contemporizadora) al oír la exigencia de Forcadell fue un poema. Y es que la exigencia es un torpedo a la línea de flotación de CDC.

El president dijo el martes pasado –y lo repitió el domingo en una larga entrevista con Xevi Xirgo, el director de El Punt–, que no convocaría elecciones si antes los partidos (se refería a ERC porque sabe que la unidad con ICV y las CUP es imposible y no le interesa) no se comprometían a una lista única. Y el president tenía aquí un arma de presión sobre ERC: si el objetivo es votar la independencia te ofrezco la posibilidad a través de una lista única independentista en unas elecciones plebiscitarias; si rechazas la oferta es que no quieres la independencia sino que ERC gane.

Pues bien, “las nenas” –me dicen que la cantante Nuria Feliú, de CDC de toda la vida, se refiere así a Carme Forcadell y Muriel Casals– han dicho que no. Para ellas Mas debe convocar elecciones en un plazo máximo de tres meses, haya lista única o no, y tiene que anunciarlo antes del 9-N.

En este atolladero en el que se metió en el 2012 (tras perder 12 diputados) al ceder a la exigencia de Oriol Junqueras de celebrar un referéndum de independencia en el 2014, luego al pactar con ERC, ICV y las CUP la doble pregunta en diciembre del 2013 y finalmente al firmar una consulta que sabía que el Tribunal Constitucional iba a tumbar el pasado 27 de septiembre, Mas sólo tiene tres salidas. Y las tres son malas y muy difíciles. Pero creo que Mas todavía no ha elegido porque no todas dependen sólo de él y la situación es fluida.

Primera opción. Lista única

Mas es combativo y todavía no ha renunciado a las elecciones plebiscitarias con lista única (su plan B desde el primer día que prometió el referéndum) que cree que le garantizaría la victoria. Esta opción hoy tiene serios inconvenientes porque los diputados electos estarían sujetos a dos disciplinas distintas, la de CDC y la de ERC, sin que ninguna pudiera imponerse, ya que la lista sería paritaria. Ello generaría muchas dificultades a la hora de gobernar y de negociar con Madrid.

La agencia Moody’s decía ayer que la retirada de la consulta era positiva para la estabilidad –esa parece ser también la opinión de Rajoy– y que el triunfo de una lista única independentista permitiría que Cataluña arrancase de Madrid un mejor trato fiscal.

Alguien con credibilidad le ha debido indicar a Moody’s que ese puede ser el objetivo realista de CDC y éste es quizás uno de los motivos por los que Junqueras dice que no a la lista única. Teme que –refrendado Mas– las negociaciones con Madrid acaben –quizás por presión europea– en un pacto especial y no en la independencia. Por eso apuesta por proclamar la independencia en la primera reunión del nuevo parlamento y negociar luego con España sólo el trámite de separación.

Pero previamente a esto, el líder de ERC –y en el Consell Nacional de Esquerra del domingo no se alzó ni una sola voz en contra– no ve por qué tendría que sacrificar un posible triunfo electoral en Cataluña –el primero desde las elecciones de febrero del 36– a favor de otro partido que va detrás en las encuestas y que arrastra el descrédito del caso Pujol.

Por todo esto ERC se niega a la lista conjunta y esa es la razón por la que Mas teme que no pueda implementar su opción preferida y estudia otras alternativas.

Segunda opción. «El partit del president»

Si naufraga la primera opción, colaboradores muy directos de Mas (incluidos algunos consellers, pero no todos) y varios columnistas próximos apuestan por una gran operación política de transformismo (otro ejercicio de prestidigitación). Se trataría de montar una lista electoral de apoyo al president, con el referente de las del general De Gaulle en la Francia de los sesenta, en la que se integraran tanto CDC como los sectores de UCD discrepantes de Duran, y personalidades (y grupos) independientes con prestigio dentro del catalanismo. José Antonio Zarzalejos explicaba ayer en El Confidencial esta segunda opción que tiene un peso creciente por la firmeza de ERC al rechazar la primera.

El objetivo de esta lista “presidencial”, de país, que se presentaría como superadora de las ideologías tradicionales, sería competir con ERC para ganar y convertirse –si tiene éxito– en el núcleo de un nuevo partido que facilitara el entierro digno de CDC. Y tras las elecciones podría pactar a conveniencia, pero siempre con la meta de la independencia.

Una dificultad es que para investirse credibilidad independentista forzaría –como la primera– la ruptura de la tradicional coalición con los democristianos de Duran i Lleida. Otra es que, tras la neutralidad exhibida el pasado domingo por Muriel Casals y Carme Forcadell en la batalla entre ERC y CDC, parece difícil que cualquiera de las dos lideresas de los movimientos sociales independentistas de las clases medias que han convocado las grandes manifestaciones de los tres últimos 11 de septiembre se incorporara a la lista “presidencial” como icono del independentismo nuevo y generado al margen de los partidos tradicionales.

Y algunos estrategas de Mas se oponen. Argumentan el gran riesgo de que ERC ganara, Mas tuviera que abandonar y CDC se quedara a la intemperie y en una profunda crisis. También que la división electoral podría provocar una lucha entre las listas que hiciera perder votos (o diputados por la ley d´Hondt). La mayoría actual de la suma de CiU y ERC es de sólo 71 diputados (la mayoría absoluta es de 68) y una encuesta de La Razón del domingo (que daba a Podemos, sin organización y sin candidato, 12 diputados) dejaba la suma de CiU y ERC en 62, a seis de la absoluta.

Tercera opción. Continuar

Por estas razones algunos consellers y otros dirigentes de CDC (poco presentes en la cúpula actual del partido) instan a Artur Mas a la prudencia. ¿Por qué disolver con pocas garantías de ganar?, razonan. Ya nos equivocamos en el 2012 con la campaña de Moisés del pueblo catalán (alguno de los que la montaron impulsan ahora el “partit del President”), no nos volvamos a precipitar por exceso de confianza. Tengamos en cuenta que algunos no saben distinguir entre la propaganda y la realidad. Si toca perder, más vale hacerlo dentro de dos años. La España de finales del 2015 puede ser diferente, incluso Pablo Iglesias puede ser el inquilino de la Moncloa…

Y Artur Mas duda. Gobernar con 50 diputados (sobre 135) plantea muchos problemas. Uno, ¿con qué discurso? ¿Olvidando todo lo dicho desde 2012? ¿Con qué Presupuesto? ¿O con Presupuestos prorrogados? Mas-Colell quizás pueda ser Premio Nobel de Economía pero esta cuadratura del círculo le supera. ¿Buscando un acomodo provisional con Mariano Rajoy, que parece satisfecho de la retirada de la consulta (alguien cree que aquí hay una discreta vía de negociación)? ¿Apoyándose parlamentariamente en el PSC, que apuesta por recuperar la estabilidad y negociar tras las elecciones del 2015 con la España de Pedro Sánchez o con la de un Rajoy sin mayoría absoluta?

Pero eso obliga a cambiar el discurso y puede ser visto por muchos independentistas (de los antiguos y los nuevos) como una traición.

Y además no disolver implica tener que aguantar una comisión de investigación sobre Jordi Pujol. Fatal. Mejor disolver. ¿Arriesgando no sólo perder las elecciones sino también la pervivencia de CDC?

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La apuesta de Unió

Es difícil decir por qué opción se inclinará Artur Mas si la primera –como parece cada día más probable– no prospera. Quizás todavía no lo ha decidido.

Pero es interesante el cálculo de Duran i Lleida, seguramente hoy el político catalán en ejercicio con más horas de vuelo, el que más ha pactado con CDC y el que mejor conoce Europa a través de las redes democristianas (lo que no es ningún certificado de infalibilidad, que ese dote sólo lo tenía el Papa, y cuando hablaba excatedra).

Parece que Duran reconoce que Artur Mas quiere la lista única con ERC, aunque eso implique romper el viejo pacto con Unió. Pero que también cree que esa lista no funcionará porque ERC no cederá. Y que Artur Mas se lo pensará mucho antes de disolver. Por eso Unió ha decidido aguantar. Los devaneos de Mas con ERC o las CUP le molestan pero no le llevarán a romper. En todo caso, que sea Mas el que abandone el domicilio conyugal, aunque confía en que al final se imponga el instinto de conservación y decida agotar la legislatura.

En la reunión de la federación de CiU del lunes pasado hubo relativa normalidad. Nadie quería romper la vajilla. Mas y Duran, los jefes, todavía no han tenido la conversación definitiva.