Unidad y Solidaridad

Que no nos confundan

La situación de las clases populares contrasta con la de ese uno por ciento de la población más rica que están aprovechando la pandemia en su propio beneficio

«Todos los que no son enemigos son amigos». Esta es una enseñanza de la historia política, no solo para los marxistas, también para los no marxistas que participan activamente en la política del pueblo.

Entre las clases populares hay muchas ideas acerca de lo que pasa y por qué; unas podemos no comprenderlas y otras no compartirlas, pero lo fundamental es establecer quiénes son los auténticos enemigos y por lo tanto quiénes son los verdaderos amigos.

Si esto es así siempre, en estos momentos, en que hay una crisis sanitaria, una crisis económica y una crisis política que afecta a todas y cada una de las comunidades autónomas, a todos y cada uno de los municipios y a cada casa de todo el país, determinar quiénes son unos y otros es aún más determinante.

Nos enfrentamos a una pandemia sanitaria extendida por toda España que ha puesto en cuestión la salud y la vida de la gente; pero que no afecta a todos por igual. Es un virus que sí entiende de clases: en Madrid, en Barcelona, pero también en Valencia, Sevilla, Zaragoza, Bilbao o A Coruña son los distritos obreros con rentas más bajas y poblados donde el virus tiene más incidencia y se propaga más. Son los que tienen que hacer frente a la pandemia en viviendas reducidas, coger el transporte público para ir a trabajar o los que deben acudir a centros de atención primaria con escasez de personal. Y lo mismo ocurre en las poblaciones con mayor concentración trabajadora e inmigrante. 

La «pandemia económica» también descarga sus efectos sobre las clases populares y los sectores más empobrecidos y vulnerables: trabajadores, autónomos, jubilados, familias, inmigrantes… Aumentan las desigualdades y la brecha social se hace aún más evidente en la «vuelta al cole»; para nueve de cada diez familias sin ingresos a las que el Ingreso Mínimo Vital sigue sin llegar; para los trabajadores arrojados al paro o que siguen en los ERTEs; para los cientos de miles de autónomos y pequeñas y medianas empresas que están al borde de la ruina; o entre los pensionistas que temen que se aproveche esta situación para dar otro recorte a las pensiones…

La situación de la inmensa mayoría de las clases populares contrasta con ese uno por ciento de la población más rica, bancos, monopolios, multinacionales y grandes fondos de capital extranjero, norteamericanos sobre todo, que acumulan la mayor parte de la riqueza y que están aprovechando la pandemia para avanzar en su proyecto de saqueo sobre la población y en la apropiación de las riquezas nacionales.

Actuando como «un virus tóxico» silencioso y por sorpresa refuerzan sus posiciones mediante «fusiones» bancarias como la de la Caixa quedándose con Bankia. Y gracias a su gigantesca concentración de capital y su poder en los mercados, grandes monopolios como las tecnológicas, farmacéuticas… o gigantes como Inditex-Zara ya superan la crisis con millonarios beneficios, 214 millones ganados entre mayo y junio.

Una clase dominante española, en alianza con grandes de centros de poder mundial encabezados por la burguesía imperialista norteamericana y las potencias europeas, con Alemania al frente, que desde el inicio de la pandemia y la crisis económica han dejado bien claro cuáles son sus intereses y sus proyectos.

La oligarquía española y las élites económicas donde están representados los grandes capitales extranjeros hicieron una macrocumbre organizada por la CEOE para «marcar la agenda económica del país» y poner límites al gobierno, exigiendo que se profundicen las reformas estructurales de las pensiones y la reforma laboral, que el país se endeude para salvaguardar sus negocios, para vetar que se suban impuestos a sus bancos, monopolios y grandes fortunas… Y para condicionar el destino de los 140.000 millones de euros de los fondos de reconstrucción europeos, de forma que la mayor parte sirvan para beneficiar sus negocios por encima de los intereses de la mayoría de la población y del país. Bruselas ya anuncia medidas más estrictas para entregar el dinero de las ayudas, exigiendo, entre otras, que España ha de abordar la reforma de las pensiones.

Afrontar la situación con Unidad y Solidaridad

En la política española hay demasiadas cuestiones que interfieren y que introducen confusión y división entre amplios sectores de la población y que impiden actuar de forma unitaria y solidaria.

No estamos de acuerdo con el negacionismo y consideramos que es perjudicial, ya que bajo la etiqueta negacionista se manifiestan un amplio abanico de posiciones, acientíficas respecto a la pandemia o que culpan del virus a una jugada de las farmacéuticas para vender vacunas… Pero entre ellos también hay gente del pueblo que de forma honrada son críticos con la gestión sanitaria, la situación generada con la vuelta al cole o con las ayudas sociales… ¿Por qué hacer de éste un campo de enfrentamiento en el seno del pueblo?

Los llamados negacionistas no son los responsables de la pandemia ni de que la crisis recaiga con especial dureza sobre los sectores más desprotegidos de la población. Tampoco lo son los jóvenes por mucho que haya que batallar para que cumplan con las medidas necesarias para derrotar al virus.

Nos enfrentamos a una situación de emergencia nacional provocada por la crisis sanitaria, la crisis económica y la existencia de poderosas fuerzas que quieren hacer recaer sus costes y consecuencias sobre la inmensa mayoría del país, que la paguemos los de siempre con diez años más de recortes… Esos son los auténticos responsables y las fuerzas políticas que actúan como gestores de sus intereses.

Nos jugamos las pensiones, el empleo y los recortes, el Ingreso Mínimo Vital o el destino de los 140.000 millones de euros de las ayudas europeas… Y para ganar esta partida necesitamos unidad, por eso los debates que siembran confusión, división y enfrentamiento nos desvían de lo que interesa al pueblo y sirven a sus enemigos.

Ante nosotros, los ciudadanos de toda España, independientemente de donde vivamos se alza el reto histórico de afrontar estas dos pandemias y que no las paguemos en salud, en vidas y en condiciones de vida.

Afrontarla para darle una salida favorable a los intereses generales del país y las clases populares exige una implicación de todas las fuerzas democráticas y de progreso, políticas y sociales.

Es el momento de actuar con Unidad y Solidaridad entre todos los sectores y comunidades autónomas, ayuntamientos e instituciones por encima de lógicas diferencias políticas y errores para concentrarnos en lo que nos interesa a todos: hacer frente al virus.

Unidad y Solidaridad sí, pero no para descargar la responsabilidad sobre la gente, sino en torno a una serie de exigencias y medidas.

Apoyar las medidas no es que «nos encerremos en casa», usemos la mascarilla o guardemos la distancia social ¡Que por supuesto! Es que los poderes públicos doten de medios y recursos suficientes a la Sanidad y la Educación y a todos los servicios esenciales, atención primaria, personal sanitario, rastreadores, profesores para bajar el ratio de alumnos en los colegios o aumente la frecuencia del transporte público en las ciudades.

Unidad y Solidaridad para que se destinen recursos suficientes para hacer frente a las urgencias sociales, como el Ingreso Mínimo Vital y los ERTEs, ayudar a los autónomos y pymes o poner en marcha planes de reindustrialización nacional vinculados a la creación de empleo de calidad, a dotar al país de capacidad para producir aquello que necesitamos para hacer frente a nuestras necesidades esenciales y estratégicas o a la suficiencia en energías alternativas…

Unidad y Solidaridad para que se apliquen medidas de redistribución de la riqueza y quienes más riqueza acumulan, bancos, monopolios, multinacionales, grandes fortunas y fondos extranjeros, los que salieron beneficiados de la crisis anterior y ya empiezan a salir de ésta, contribuyan en proporción a sus riquezas. Y que la salida no recaiga sobre las clases populares que soportamos los recortes de la crisis anterior.